Reinieri Salas: Un gimnasta que se las trae en los colchones

Reinieri Salas: Un gimnasta que se las trae en los colchones
Fecha de publicación: 
15 Noviembre 2013
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Lo cierto es que la vida de este todoterreno deportivo ha estado cargada de incidentes, dignos muchos de ser narrados. Así lo sorprendí, al pie del colchón a pesar de haber culminado su habitual sesión de entrenamiento, pendiente al más mínimo detalle, sonriente, bromista, pero eso sí, solo en su andar, ceñido a una filosofía que practica.

 

Así estrechamos las manos y con su cordial “dime salvaje” de bienvenida, accedió a dialogar con Cubasí:

 

¿El deporte es para Reinieri un modo de vida?

 

Yo creo que antes de nacer tenía esa estrella, o al menos mi padre la persiguió deseando me convirtiera en el deportista que él no fue.

 

Rey Salas, practicó atletismo de niño, y luego lucha en el Servicio Militar sin alcanzar resultados de relieve. Siempre tuvo esa pasión por el deporte, hoy aún la conserva. Festeja como nadie cada combate que gano, no importa si es acá en el Cerro Pelado, en la Ciudad Deportiva o en un Mundial. Toda esa energía la volcó en mí, insistiendo en que triunfara, en que me convirtiera en campeón.

 

Bronce en Moscú 2010 y ahora plata en la capital húngara, ¿qué consideras te ha faltado para acariciar plenamente la gloria?

 

El inicio fue en Herning, Dinamarca 2009. Fue mi estreno, no llegué en muy buena forma y caí ante el ucraniano Ibragim Aldatov en semifinales. Puedo asistir a cualquier competencia que si él está el organigrama nos pone a enfrentarnos. Ese fue el inicio de una rivalidad que le favorece dos victorias por una, —para tener una idea de la calidad de Aldatov baste decir que ostenta cinco preseas en lides universales, con cetros en Guanzhou 2006 y recientemente en Hungría, plata en Bakú 2007 y Estambul 2011 y bronce en suelo danés—. A Moscú arribé mucho mejor preparado, me mantuve todo el año en 89 kg. Recuerdo que ahí Aldatov abandonó el combate por el bronce en el primer tiempo.

 

Ahora regresé al equipo nacional sin pensar en el Mundial, había perdido con Yunieski Torreblanca en la primera categoría y el internacional Granma-Cerro Pelado. Me sentía raro, de a lleno nuevamente en el rigor y la disciplina. Le dije a mi entrenador y a otros compañeros de equipo que necesitaba tres meses para vencerlo. Y así fue: volvimos a medirnos, y le gané en los tres topes de control. Ya en la sede tenía los nervios de punta, la ansiedad parecía otro rival. Reaparecer en un Mundial no es cosa de juego. De a poco fui controlando mis emociones, dominando combates dando muestras de vida. Por momentos pensé que me exigiría más la competencia pero salvo el pleito con el iraní —muy tenso por su nivel y experiencia competitiva— los restantes contrarios se me hicieron accesibles. En la final de nuevo Aldatov, nos conocemos muy bien, se combinaron el desgaste físico y la deuda de entrenamiento con las emociones. Cuando quise concentrarme ya era tarde.

 

Ciertamente Reinieri borró cualquier atisbo de duda y respondió a quienes depositaron su confianza en él con un retorno a la elite patentado en cinco duelos, airoso de forma consecutiva sobre el uzbeco Zaurbek Shokiev (8-0), otro rival bien conocido; el alemán Gabriel Seregelyi (5-3); el iraní Ehsan Lashgari (9-6); y el español Taimuraz Friev (5-1), antes de sucumbir 1-8 de manos del mencionado Aldatov.

 

Viajando en el tiempo descubrimos de donde viene el mote de gimnasta, pero… ¿Por qué tantas otras disciplinas de niño?

 

Era en extremo inquieto. La gimnástica la practiqué desde los cinco hasta los nueve años en Guanabacoa, pero tuve que dejarla porque mi entrenador tuvo un problema y se creó ese bache, la vida lo forzó a abandonarnos. Luego me captaron para la EIDE José Martí en clavados, pero ahí le hice rechazo al entrenador, no nos entendíamos a pesar de mi calidad con los ejercicios acrobáticos, gracias a la base que me proporcionó el ornamentalismo. Si me preguntaran hoy, diría que fue una manifestación de racismo.

 

El judo no me interesó, pero en séptimo grado acudí a una competencia provincial de lucha, —solo le habían explicado básicamente en que consistía— y obtuve plata.

 

Así me captaron para la Mártires de Barbados. Un profesor al que llamaban el zurdo, igual que yo.

 

¿El tránsito hacia el equipo nacional?

 

Difícil, algo que parece me acompañará siempre, ese sacrificio extra. Me habían dado baja técnica de la EIDE, precisamente el profesor Julio Mendieta me reclutó en la antigua ESPA provincial Manuel Permuy y bajo su guía fui campeón nacional juvenil de los 76 kg. Así, en febrero del 2005 entré al equipo nacional. Fue una época dura. La primera figura de los 84 kg era Yoel Romero. Lo observaba mucho, de él aprendí a defender la entrada de tackle con una presa al tobillo de los contrarios, la cual con el tiempo fui perfeccionando. Recuerdo que en una Gala de Campeones me derrotó 1-0, 2-1.

 

Defensa y contrataque: ¿un estilo, un arma, reflejo de tu carácter en la vida?

 

Era extremadamente delgado en mis inicios como luchador del equipo nacional, mi división históricamente de las más fuertes, y me vi obligado a perfeccionar la defensa, me sentía más cómodo ripostando, esperando la acción de los rivales. Claro, eso apoyado en la velocidad, flexibilidad y explosividad en la ejecución movimientos técnicos. Ese análisis pausado, esa espera paciente, únicamente la experimento sobre los colchones. En la vida sigo siendo como cuando niño, hiperactivo, inquieto. No paro de dar vueltas por el gimnasio a diario.

 

Dos preseas mundiales juveniles y otras tantas de mayores bajo la conducción de Mendieta. ¿Crucial su presencia?

 

Es un entrenador muy preparado, con excelente capacidad de anticipación pues avizora siempre las posibles variantes desde la esquina. Nunca perdí el vínculo con él desde aquel título nacional juvenil. Escucha nuestros criterios y en lo personal me deja luchar suelto.

 

Última etapa convulsa, años fuera de los colchones, sanción, alegrías, sinsabores…

 

Mi vida ha estado marcada por la lucha en todos los sentidos. Hoy apoyo mi cabeza cada noche en la almohada con tranquilidad. No le fallé a todos los que decidieron jugarse una carta. Mi regreso en enero a la preselección fue el momento más feliz de mi vida. Dos años alejado de tu rutina diaria, estuve a punto de renunciar al deporte, por suerte conté con el apoyo de mi padre y mis amigos. Gracias a su ayuda saqué las fuerzas necesarias. Todavía no puedo borrar del todo esa Copa del Mundo del 2011. Allí gané 4 combates y perdí uno. No quiero recordar nada. Para mí digamos que fue un malentendido costoso, traducido en indisciplina. Tuve que ver la inauguración de los Panamericanos de Guadalajara y los Juegos Olímpicos de Londres desde la casa de mis padres, en la zona 21 de Alamar, donde ni entonces, ni ahora he sido atendido por las autoridades deportivas de la provincia. Incluso me atrevería a decir que personalmente si se cruzan conmigo no me identifican, no me conocen.

 

¿Ambiciones?

 

Una medalla bajo los cinco aros, si es de oro ideal. Campeón olímpico es una frase que pesa muchísimo. Un hijo varón, no para que siga los pasos de su padre en el deporte, mas bien para inculcarle ese espíritu de lucha en la vida. Que sea libre de trazar su camino, pero eso sí que lo haga con todas sus energías.

 

Gimnasta, clavadista, judoca, luchador. Reinieri Salas nació para el deporte, pero disciplinas practicadas a un lado, se las trae en los colchones. Enhorabuena por su metal plateado y bien merecida entonces su designación para engrosar la lista de diez mejores deportistas de Cuba en el 2013.

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