Rosita Fornés: «He vivido intensamente, soy una mujer feliz»
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Sobre Rosita Fornés se cuentan muchas cosas. Unas son ciertas (ella las confirma muy divertida), otras forman parte de la leyenda. Rosita no se toma el trabajo de molestarse, sabe que en su oficio (mucho más si se llega tan alto en ese oficio) es natural ese interés de la gente… y la gente que quiere a sus artistas, si no saben, recrean…
Rosita Fornés es una mujer muy querida. Por su familia, por sus amigos (cientos de amigos), por sus admiradores, que son legión. Es que es una mujer que se hace querer. Jamás habla en negativo de nadie, siempre quiere (y generalmente lo logra) encontrarle el lado bueno a casi todo. Esa idea de la diva fría, distante y etérea no tiene nada que ver con ella. Es jovial, simpática, amable casi hasta el mimo.
Nos recibe en su casa y nos trata como si nos hubiera conocido de toda la vida.
—Gracias, Rosita, por acceder a esta entrevista.
—¡La agradecida tengo que ser yo! ¡Gracias a ustedes por acordarse de mí! Yo creo que soy de otra época…
—Rosita, usted es todas las épocas. Y tiene admiradores de todas las edades.
—¡Qué lindo eres! Eso me emociona mucho. Cada vez que un joven me dice que me admira, me pongo muy feliz.
—La suya ha sido una vida de privilegio…
—Pues sí: noventa y cinco años… ¡Y trabajando siempre! De eso me puedo sentir orgullosa. Yo he vivido intensamente, por eso soy una mujer feliz.
—¿Qué ha significado para usted el escenario?
—Imagínate: mi relación con el escenario ha sido mi vida. Eso seguro que te lo han dicho muchas personas, pero es la verdad. Ahí fue donde yo logré el máximo de mi felicidad. Tuve la suerte de cultivar diversos géneros. Y disfruté hacerlos, yo lo disfrutaba todo.
«La gente me preguntaba si a mí me habían enseñado cómo moverme, cómo caminar sobre un escenario. La verdad es que no, yo lo hacía espontáneamente. Pero siempre tenía bien en cuenta lo que estaba representando.
«Hice montones de personajes. Unos se movían de una manera y otros de otra. Pero te insisto: eso para mí era la vida. Me encantaba mi trabajo, subir al escenario era mi mejor momento. Y siempre tuve la suerte de hacerlo frente a mucho público, siempre a teatro lleno.
«Ese ha sido el premio más grande que yo haya podido tener como artista: la manera en que me ha recibido el público, cómo me ha querido siempre. Con eso me bastaba. Yo nunca me creí la mejor. Nunca. Nunca me dije: “esto o aquello me sale mejor que a nadie”. Yo siempre me he encontrado defectos. Hacía la obra, me salía, pero siempre me decía: “fallé en esto, en esto y en aquello”. Claro, era algo muy íntimo, me callaba la boca y no se lo comentaba a nadie; pero me servía mucho analizarme.
«Pero en definitiva, te lo digo ahora: estoy feliz porque he tenido una vida muy bonita».
—Usted ha sido una artista multifacética: bailaba, cantaba, actuaba… De todo eso, ¿qué era lo que le resultaba más cómodo?
—A mí todo me resultó cómodo, porque me gustó hacerlo todo. Cuando te gusta lo que haces, tienes muchas posibilidades de que te salga bien. Claro, tuve excelentes maestros, para todos los géneros y todas las manifestaciones. Recuerdo por ejemplo a Enriqueta Sierra, una actriz muy reconocida en aquellos años, formó a varias de las actrices del momento. Tuve el privilegio de tenerla como maestra.
«Tuve también muy buenos maestros de canto. Yo al principio solo cantaba cosas bien ligeras, hasta que me dijeron: “Tú tienes voz de soprano”, me pusieron a vocalizar y resultó que llegaba hasta un do sobreagudo. “¡Con esa voz puedes cantar hasta ópera, si quisieras!” No, yo no aspiraba a tanto. Ahora, el género de la zarzuela y la opereta sí me encantaba. Y lo que más me gustaba era la posibilidad de cantar y también actuar. ¡Y son tan distintos los papeles que puedes asumir! Ese fue uno de los géneros que más disfruté siempre».
—Buena parte de sus reconocimientos llegaron gracias a ese arte…
—Sí, muchísimos. Aunque siempre los recibí con mucha humildad, nunca hay que creerse la gran artista, siempre lo podemos hacer mejor. Eso también me lo enseñaron desde el principio.
«Pero sí, me han dado muchos premios: diplomas, trofeos, medallas… están ahí, en el cuarto de al lado. Creo que son la prueba de que he tenido una vida. Pero te repito y lo voy a repetir siempre: el premio más grande es el afecto y el cariño que me ha demostrado mi pueblo. Eso lo saben los artistas: nada como el aplauso. Eso no tiene comparación».
—Conoció a algunos de los grandes maestros de la música, el teatro, el cine y la televisión…
—No solo los conocí, ¡trabajé con muchos de ellos! Y tuve la suerte de ser amiga de grandes figuras, grandes entre los grandes… Yo los recuerdo a todos con mucho cariño. Pero son tantos que no tengo todos los nombres en la mente. No quiero mencionar a algunos y que se me olviden otros.
—Vamos a hablar del cine. Usted hizo mucho cine en México…
—No, no hice mucho cine en México. Pude haber hecho más. Yo me fui de México por cuestiones personales. Me fui en un momento en que iba a hacer más películas, tenía las propuestas. Lo que sí hice fue teatro musical, muchísimo. Cuando se me abrieron de verdad las puertas del cine, fue cuando decidí irme de allí.
—Pero es indudable que hizo más películas en esos años que después… Hubo una época de ausencia en la filmografía cubana, hasta que hizo Se permuta…
—Pues fue maravilloso ese regreso. Me encantó hacer esas películas. Y lo mejor fue la acogida que tuvieron, casi todas las que hice, en las que participé, tuvieron éxito. Creo que a la gente le gustó verme de vuelta al cine, aunque nunca dejaron de verme, porque siempre hice teatro y televisión. ¡Hasta el cansancio!
—¿Y alguna vez de verdad se cansó? ¿Alguna vez quiso hacer un alto?
—La verdad es que no. Incluso, a veces he trabajado sintiéndome muy mal, con un catarro terrible, con destemplanzas… Sí, claro, ha sido difícil, pero era más fuerte el compromiso: yo siempre he valorado mucho mi compromiso con el público.
—Una pregunta que seguro le han hecho muchas veces: ¿Qué hace falta para ser una artista, una buena artista?
—Primero que todo: tiene que gustarte lo que haces. Gustarte mucho. Tienes que disfrutarlo más allá del esfuerzo y de las dificultades que implique tu arte. Y después, y no menos importante: hay que estudiar, estudiar mucho. Tienes que tratar de ponerte en contacto con lo mejor de tu arte, con las mejores obras y artistas. ¡Hace falta talento, pero hace falta también deseos!
UNA VIDA EN POCAS LÍNEAS |
Rosalía Palet Bonavia (Nueva York, Estados Unidos, 1923), conocida mundialmente como Rosa Fornés. Pertenece a la lista de las grandes intérpretes cubanas que alcanzaran prolongados éxitos fuera Cuba en la primera mitad del siglo XX, desde el arraigo con que triunfaron en los escenarios de Cuba. Tiene más de siete décadas de experiencia en el arte, incursionando en la opereta, la zarzuela, la comedia ligera, el drama clásico, la revista musical, el cabaret, la radio, el cine y la televisión. Ha trabajado junto a los más famosos actores y actrices de su época, como los argentinos Hugo del Carril, Luis Sandrini, Libertad Lamarque y Tita Merello; o los cubanos Rita Montaner, Maruja González, Zoraida Marrero, Bola de Nieve, Benny Moré, María de los Ángeles Santana y Esther Borja; y junto a los maestros Ernesto Lecuona, Rodrigo Prats, Adolfo Guzmán, González Mantici o Armando Romeu. Fundadora de la televisión cubana en donde realizó programas humorísticos, dramáticos y líricos. Es una artista muy carismática que ha sabido consolidar su popularidad y mantenerse en la preferencia del público. Su arte ha llegado a numerosos escenarios de Europa, Estados Unidos y América Latina. Ha recibido numerosos premios y distinciones, en Cuba y en el extranjero, entre ellos: Premio Nacional de Teatro en 2001, Premio Nacional de Televisión en 2004, Premio Nacional de Música en 2005, Orden Félix Valera en 2005, Orden del Mérito Civil de España, otorgado por el Rey Juan Carlos en 2011.
Fuente: Ecured |
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