Norge Espinosa: el teatro debe estimular y provocar al espectador

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Norge Espinosa: el teatro debe estimular y provocar al espectador
Fecha de publicación: 
19 Abril 2012
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Matanzas fue por estos días un inmenso retablo. Esta ciudad casi siempre callada, lenta, se apura, se engalana cada dos años para no faltar a la fiesta titiritera: el Taller Internacional de Teatro de Títeres ha llegado a su décima edición, ahora con nuevos espacios como la sala Pepe Camejo y el Jardín de Pelusín y como siempre con un público numeroso y diverso. En el lobby del teatro Mirón Cubano, una de las sedes del evento, el destacado dramaturgo cubano Norge Espinosa ofreció a Cubasí sus valoraciones sobre la cita:

 

“Es la décima edición ya del Taller y eso implica un recuento de lo que ha pasado desde 1994, cuando se abrió el primero para demostrar que, en efecto es uno de los eventos más sólidos que tiene el teatro cubano hoy por hoy. Es un evento que ha combinado la enseñanza y la calidad artística a partir de muestras tanto nacionales como extranjeras que están regidas por un sentido de curaduría muy cuidadosa, a diferencia de otras cosas que pasan en el teatro cubano donde hay una muestra generalmente más dispersa, menos concentrada en la valoración estética y sobre todo en el valor de provecho que se pueda sacar de este tipo de encuentro.

 

Hay muchos festivales donde las personas van, presentan las obras de teatro, casi no hay diálogo, no hay un diálogo en sí mismo en términos de trabajo y aquí, afortunadamente puedes ver ahora como hay grupos y hay personas que han pasado talleres anteriores, que han experimentado con técnicas que recibieron de maestros que vinieron a dar su conocimiento aquí y ahora puedes ver como el abordaje de técnicas tradicionales y otras menos tradicionales en Cuba como el teatro de sombras, ya va dejando una estela, eso creo que es lo más importante del Taller.

 

Esta vez están coincidiendo cerca de una decena de países, hubo cerca de 20 compañías cubanas y yo creo que la voluntad del taller sigue siendo la de sus inicios, ser fiel a ese proyecto primero que todo y en segundo lugar gracias a la renovación de la UNIMA, la Unión Internacional de la Marioneta, que ha reconstituido su presencia en Cuba, pues se va a producir a la vez con este Taller un encuentro  tanto entre los miembros de Cuba como un encuentro, el primero de su tipo entre los titiriteros cubanos y los representantes de Norteamérica y el Caribe. Creo que es un encuentro que va a permitir darnos cuenta de cuánto tenemos y qué no tenemos y que podemos hacer en conjunto para lograr entre todos un intercambio mucho mayor”.

 

Usted es un dramaturgo bastante comprometido con el teatro de títeres, hemos visto muchos de sus textos llevados a la escena por Estaciones, por ejemplo. ¿Cuánto cree que estos talleres han contribuido desde la dramaturgia al desarrollo del teatro de figuras en Cuba?


“Se dice y no con escasa razón que el gran talón de Aquiles del teatro cubano suele ser la dramaturgia, formar un dramaturgo es algo que entre nosotros ha sido básicamente al hecho empírico, las personas se acercan al teatro y por necesidad, no por una voluntad en todos los casos llegan a escribir para el teatro de títeres que, además, posee leyes concretas y especiales que en este mismo taller de títeres durante varios años fueron mostradas y analizadas por Freddy Artiles, que fue uno de los profesores fundadores del taller.

 

Yo creo que el teatro de títeres tiene una característica particular y es que requiere de quien lo escriba un conocimiento interno de la mecánica de trabajo, puedes escribir para un actor, para una actriz, pero el títere tiene posibilidades que uno conoce solo desde la práctica. Vincular esas dos experiencias ha sido siempre bastante difícil. Yo he tenido la suerte de colaborar tanto con un grupo como Teatro de las Estaciones, que es el grupo puntera del teatro de figuras en Cuba hoy por hoy, pero también con el teatro Pálpito, como Retablo y en todos ellos he tratado de ponerme en sintonía con la poética particular de esos grupos y de descubrir qué significa para ellos el valor de la figura animada y por encima de todo lo que nos aproxima creo que es esa voluntad de encontrar en el títere un estímulo poético para que la puesta en escena donde el títere sea protagonista, en diálogo con el actor y con el público, no sea solamente un mero divertimento.

 

A partir de ahí hay que empezar a entender que hacer teatro de títeres no tiene que ver solo con la diversión pura y sana, que debe existir, sino también con un algo que en resultados estéticos tiene que ser más provocativo, tiene que ser más estimulante y tiene que estar más cercano también a la naturaleza de lo que vivimos dentro y fuera del teatro”.

 

¿En lo personal, qué le ha aportado esta experiencia?


Yo no sería la misma persona cercana al teatro de títeres si no tuviera ese diálogo. Aquí yo aprendí de maestros francamente extraordinarios cómo respetar ese tipo de estética: Fabricio Montie, que me enseñó que el teatro de sombras era una caja mágica de la que podía obtener mucho más y una figura que regresa ahora a este festival, Roberto Espina, el autor de La república de caballo muerto y otros grandes espectáculos del teatro latinoamericano para títeres me demostró mucho de lo que ahora sé sobre teatro de títeres, para mí ha sido una especie de crisol donde he puesto a prueba lo que soy y lo que quiero ser.

 

Que el teatro de figuras animadas funciona para todas las edades es una verdad demostrada una y otra vez, sin embargo, creo que entre algunos aún subsiste cierto prejuicio en ese sentido…


El títere tiene una capacidad de diálogo con el público que rompe todas las fronteras de la edad, o sea, si vas al teatro de títeres a creer que algo inanimado puede cobrar vida, tienes que creer todo, tanto que pueda contarte una vez más la caperucita roja o hasta versionar una novela del Siglo XIX como Cecilia Valdés, yo creo que a lo que nos invita el teatro de títeres para adultos y es lo que falta mucho en Cuba, es a romper convenciones, a estar por encima de esas barreras que desde el prejuicio o desde el acomodo nos hacen creer que ya sabemos lo que vamos a ver cuando asistimos a una puesta de teatro de títeres para adultos o para niños.

 

La tradición que inauguraron en Cuba los hermanos Camejo o Pepe Carriles en el teatro nacional de Guiñol en ese sentido ha sido intermitente después que ellos no quedaron más al frente de ese tipo de quehacer y lo que toca ahora es reconocer que en nuestra tradición existe ese camino, recorrerlo cada vez mejor y sobre todo darse cuenta de que el espectador, ni siquiera siendo niño, ni siquiera siendo adulto, tiene que ser consentido, tiene que ser en todo caso estimulado y provocado, pero no ofrecerle algo con la naturalidad con que le ofreces un caramelo o un pedazo de pastel, se trata de ofrecerle arte y ahí es donde yo cuando trabajo no me pongo barreras de edad cuento lo mismo una versión de Pinocho como cuento una versión de La virgencita de bronce con el mismo sentido de gozo, entrega y seriedad con que lo haría con cualquier espectador.

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