Pedro Chávez: “Jugar béisbol no es solo jugar, es… amar la camiseta”

Pedro Chávez: “Jugar béisbol no es solo jugar, es… amar la camiseta”
Fecha de publicación: 
12 Diciembre 2016
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Al momento de dar inicio a este pequeño artículo no tengo muy clara la manera de por dónde debo comenzar, y es que es tan grande el privilegio de poder conversar con una de esas figuras que en más de una ocasión dejaron sin aliento a la afición beisbolera, añadiendo páginas en la gloriosa historia del deporte cubano, que parece imposible resumir tantos grandes momentos en tan solo unas escasas líneas, y más increíble aún, tanta modestia y humildad.

He tenido la dicha de conocer al gran Pedro Chávez, ese celebre pelotero y excelente persona, que escribió con letras grandes el nombre de este país, del cual me siento orgulloso de ser hijo.

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Urbano González, Chávez y Jorge Trigoura.

Múltiples son las razones que me conllevan  hoy a emplear mi tiempo en escribir sobre tan magnifica figura. Motivado por la idea de no permitir que el tiempo borre las huellas que dejan las personas de su talla y con el firme propósito de rendir honor a quien honor merece.

Nacido el día 7 de junio  del año 1936 en la finca Santa Rita, en las inmediaciones de la Salud , actualmente provincia de Mayabeque, lugar en el cual descubrió su  pasión por el beisbol desde edades tempranas, por lo que no se hacía extraño encontrarlo en sus ratos libres junto al terreno de pelota de Don Natalio Rodríguez, dueño de la finca colindante a la suya, quien de  alguna manera se convirtió en el primer entrenador del joven, quizás porque  notó en el habilidades innatas para este deporte o porque como bien dijera Chávez  amaba el beisbol más que el mismo.

Don Natalio había conformado un equipo, en el cual Pedro comenzó a hacer aparición cuando faltaba algún jugador o cuando se sentían indispuestos. Lo cierto es que aquel jovencito de tan solo 14 años,  de constitución  delgada y cabello claro, se ganó un puesto en el grupo contra todos los pronósticos, pues nadie imaginaría que con una estatura tan pequeña y menuda lograría ser un pelotero.

Para asombro de muchos formó parte de numerosas ligas siempre como regular, entre ellas el Círculo familiar de la Salud,  de la liga de Quivicán,  dirigido por su hermano Antonio y posteriormente en la Pedro Betancourt y Unión Atlética de Cuba, entre los años de 1951 a 1961.

Cuando triunfa la Revolución, se hizo presente en el naciente deporte revolucionario, que brindaba nuevas oportunidades a los jugadores aficionados entre ellas las importantes licencias deportivas y la posibilidad de contar con entrenadores y recursos que les garantizaban una mejor preparación. No bastaba con el  talento era necesario aprender también la técnica, la disciplina y la organización correspondiente,  para obtener mejores resultados.

Comenzaba entonces el viaje hacia el perfeccionamiento. Chávez se inició jugando en tercera base posición que cambió por la de left fielder  debido necesidad del equipo y en la cual se desarrollaría de forma extraordinaria.

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Su llegada  a los planos estelares constituye sin dudas algo increíble si se tiene en cuenta que nunca asistió a las Escuelas de Iniciación Deportiva (EIDE) y de Perfeccionamiento Atlético (ESPA), con las que contamos hoy en día en nuestro país y que constituyen un pilar fundamental en el alto rendimiento de nuestros atletas.

Su primera experiencia internacional llegaría en los Juegos Panamericanos de Chicago (1959), Estados Unidos, como integrante de la selección cubana. Dos años después, formaría parte del equipo Cuba a la Serie Mundial Amateur, en Costa Rica, ocasión en que el equipo fue titular  y que sin dudas fue una victoria doblemente saboreada, pues en aquellos días tenía lugar la invasión a Playa Girón, por parte de mercenarios al servicio de EE.UU,

Al conocer la noticia, la primera reacción fue expresar la voluntad de regresar y luchar.  A lo que Fidel respondió: que cada quien debe luchar desde su trinchera. La misión de ellos era ganar aquel campeonato. En esa ocasión Chávez fue líder en carreras impulsadas del torneo y colíder en hits con 17.

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En 1962 se estrenan las series nacionales de beisbol aficionado, estructura creada por el gobierno revolucionario para acercar el deporte al pueblo y erradicar el profesionalismo. Chávez fue pionero y se desempeñó en diferentes equipos durante las ocho series en las que participó con notables resultados:

 

 Equipos/Series  VB H 2B  3B  HR  TB  Br  Cr  CI  SH  SF  Db  BB  BI  Bd  AVE 
 61/62 Occidentales  66 12  16  24  16  242 
 62/63 Industriales  104 22  28  37  28  269 
 63/64 Occidentales  129 28  43  64  27  32  333 
 64/65 Industriales  118 16  37  50  19  18  314 
 65/66 Industriales 189  22  49  57  25  28  259 
 66/67 Industriales  245  35  78  9  4 105   0  1  34  1 28  10   9  7 318 

 67/68

Habana

 301  50  92  14  2  9  137  8  5  51  0  3  4  48  11  10  10  306

 68/69

Habana

 237  30  56  10  2  4  82  2  0  21  1  2  8  30  3  12  8  236
 Totales 8  1389  215  399  53  19  22  556  20  13  192  4  20  20  228  48  63  40  287

 

Su desempeño  lo hizo merecedor de varios premios, entre ellos, el de  ganador de títulos de bateo en las series nacionales de 1964 y 1967, líder en imparables en el propio año 67, triples y carreras impulsadas (1964), bases intencionales (1967) y elevados de sacrificios (1964-66-67).

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Sin embargo, su cosecha de éxitos no se limitó al territorio nacional. Participó en múltiples  torneos internacionales en los que sin lugar a dudas contribuyó de manera decisiva en los resultados alcanzados por nuestro país, entre ellos la antes mencionada Serie Mundial de 1961 en San José, Costa Rica, los Juegos Panamericanos de Brasil, en 1963, momento memorable en que,conectó  dos jonrones en el partido decisivo ante Estados Unidos, uno con las bases llenas y el otro con dos en las almohadillas, para remolcar siete carreras y guiar a la victoria. Fue líder en remolcadas con 13 y en average con .438.

Esta hazaña se repetiría en los Centroamericanos de 1966, en Puerto Rico, competición  en  la cual Chávez una vez más dejaba la piel en el terreno, con el  título de bateo (.444). También estuvo en los Panamericanos de 1967, en Winnipeg, Canadá, y formó parte del equipo que asistió a las olimpiadas de México 68, como deporte invitado.

Pero el destino le tenía preparada una mala jugada al joven deportista. Desde hacía algún tiempo Pedro  Chávez presentaba molestias en sus hombros razón por la cual se vio forzado a cambiar de posición y defender la primera base.

Su manera apasionada  de jugar le ocasionaría algunas lesiones que a largo plazo le conllevarían a su pronto retiro con tan solo 33 años. Este hecho aunque muy perturbador no marcó el fin de su pasión por el beisbol, pues asumiría entonces la ardua tarea como entrenador y mánager.

Dirigió  en series nacionales  a los equipos Metropolitanos, Habana e Industriales. Trabajo que mostró sus frutos en especial con los leones de la capital, quienes fueron coronados bajo su dirección en el año 1973 y 1986.

Sus resultados le propiciaron un puesto al frente del equipo Cuba, labor que desempeñó de manera magistral alcanzando la victoria en importantes competiciones como los mundiales en La Habana (1984) y en Holanda (1986), además de quedar  invictos en los Centroamericanos celebrados en Santiago de los Caballeros, República Dominicana.

Estas  son solo algunas de las proezas que han marcado la intachable trayectoria de un astro como Don Pedro Chávez González, pero  sin dudas, el premio mayor de su vida es el reconocimiento de su pueblo que lo admira y lo respeta, luego de haber transcurrido ya más de 40 años de su desactivación como atleta.

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Pero… ¿Cómo ven a Pedro familiares y amigos?

Al llegar a su casa en el capitalino barrio de Santiago de las Vegas el recibimiento no es muy diferente al de cualquier otro día; visito su morada con cierta regularidad aunque nunca como hoy: Con la intensión de entrevistarlo.

Como es usual el ambiente es cálido, tranquilo y hospitalario; como suelen ser las personas nacidas en el campo, según la sabiduría popular. El aroma de un café rompe el hielo y da inicio al dialogo, protagonizado por Chávez y algunos de sus convivientes. Rememora  pasajes de su niñez y adolescencia, así como su despertar como jugador y las adversidades ante las cuales debió crecerse, entre ellas, la carencia de implementos deportivos y la necesidad de trabajar para ayudar a sus padres, algo que dice mucho de su amor a la familia y del espíritu de sacrificio que siempre lo ha  caracterizado.

Basta con preguntar a cualquiera que lo conozca ¿Cómo es Chávez?

Para saber que la conversación se va a extender, y es que es de esas personas que siempre muestra un gesto afable y una sonrisa diáfana  a todos quienes le saludan, de esos que no necesitan hablar, porque una mirada puede decir más que mil palabras; que comprende que la mejor forma de enseñar es el ejemplo.

Es aquel que al preguntarle cuál ha sido el mejor partido de su vida no narra un magistral juego de pelota, sino que hace derroche de esa modestia que le sobra y  refiere que su mejor jonrón fue el de conocer a Milagros (su señora) a la cual desposó en el lejano  año 1966 y con quien permanece  felizmente casado, responsable de su alegría mayor: sus dos hijas.

Una de ellas se encuentra en casa al momento de mi visita y al interrogarle sobre qué ha significado para ella ser hija de tan ilustre persona. Responde con una sonrisa, al tiempo que nos dice: “Bueno”…Mi papá ha sido un paradigma  por excelencia”. El orgullo se hace presente en sus palabras, sus ojos brillan mientras enumera una por una las interminables cualidades de su progenitor, del cual destaca el alto sentido del deber con su país y sus seres queridos, quienes  aseguran  ser herederos de tan maravilloso legado.

Pero… ¿Qué tanto influyó Chávez en la educación de sus hijos?

Se pudiera decir que mucho. A  pesar de no estar cotidianamente en sus vidas nunca permitió que sus dos pequeñas dejaran de percibir ese calor paterno que necesitamos los hijos, por su constancia y preocupación. Siempre encontró la manera a pesar de la distancia de mantenerse en contacto. Cada momento que pasaba con ellas suplía por mucho el tiempo que no hubieran estado juntos. La menor de ellas, Marieta, expresa: “De mis padres aprendí todo, y a ellos debo ser, la persona  que soy. Si tuviera que definir en una palabra que siento por él, además de un inmenso amor, diría sin vacilación: “gratitud.”

Es oportuno destacar que entre los tantísimos valores que conforman personalidad de Pedro, el agradecimiento también encuentra un lugar. En  especial a la Revolución cubana que -como expresara- “fue lo más grande que podía existir”.

Atesora de manera especial entre sus recuerdos aquella mágica noche de 1984 en el estadio Latinoamericano en que condujo a Cuba a la victoria en el Mundial y en que  recibieron las preseas de mano de nuestro líder histórico Fidel Castro.

Su manera de actuar le ha hecho merecedor de varias distinciones, entre las que ostenta, Orden al Mérito Deportivo otorgada por el Consejo de Estado y Mejor entrenador de América Latina, en 1986.

De tan distinguido jugador podríamos estar conversando durante mucho tiempo, pues son pocas las personas que logran hacerse espacio entre los grandes, ser considerado una gloria del deporte y permanecer simplemente como un hombre más.

 

No obstante, su actitud no nos sorprende, sabemos que así son nuestros deportistas: personas sencillas, humildes y abnegadas, que saben que lo más importante no es ganar medallas, sino dar cada día lo mejor de sí. Cubanos que saben que jugar beisbol, no es solo jugar, es… en palabras de Pedro Chávez: “amar la camiseta”.

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