Un alumno de provincia que hoy estudia en la capital llegó a su casa a principios de curso y le dijo extrañado a los padres: “Mi aula conserva todas las ventanas y las mesas y las sillas no están rotas”.
Lo narrado me lleva a reflexionar sobre un tema que hace ya algún tiempo abordó el Noticiero Nacional de Televisión, en su sección Cuba dice, el cual “tocó” algunas aristas relacionadas con el estado y mantenimiento de las instalaciones escolares; asunto controversial que, la mayor parte de las veces, se analiza desde una sola arista: la responsabilidad del Estado y de los Ministerios de Educación y Educación Superior —y demás organismos formadores— en cuanto a la conservación de los inmuebles.
De las quejas más recurrentes que llegan a estos organismos de la Administración Central del Estado, un gran porciento está relacionado con dicha problemática, sobre todo las provenientes del Mined. Sin embargo, la familia cubana pocas veces considera que ella también tiene responsabilidad con dicha problemática.
Autoridades del Ministerio de Educación (Mined) brindaron a CubaSí algunos datos, en los cuales se resalta que la recuperación y rehabilitación paulatina de la infraestructura de las instituciones educativas ha constituido una prioridad.
De los 17.5 MMP (miles de millones de pesos) del crédito internacional aprobado en el año 2016, más de un 25% (4.5 MMP) fue destinado a la compra de recursos de terminación para las obras concebidas en los planes de inversiones, mantenimiento y reparación de centros escolares.
Algo más que datos
En enero del 2015, el 37.5% de los inmuebles escolares (tres mil 772) estaban evaluados de regular (R) y mal (M). Al iniciar el año 2016, con la recuperación de 454 escuelas, se logró reducir esta cifra al 32.9% (tres mil 318).
En cambio, el 2017 inició con el 25% con categorías de R y M en todo el país (dos mil 105 y 425, respectivamente, según estadísticas ofrecidas por Francisco Navarro, director nacional de Inversiones en el Mined.
El funcionario comentó que entre las provincias con mayor incidencia en este sentido se encuentran Artemisa, La Habana, Mayabeque, Matanzas, Villa Clara y Holguín, y reconoció que, en los últimos tres años, la capital y Guantánamo han realizado una fuerte labor de recuperación de las instituciones educacionales.
Al referirse al plan de mantenimiento constructivo, señaló que, a inicios del 2016, se planificaron acciones en mil 789 centros escolares por un valor de 94 098. 6 MP (miles de pesos), cifras que se fueron ajustando en la medida que los gobiernos dispusieron de recursos materiales y financieros. Por lo cual, al cierre del pasado año, esta cifra ascendió a 151 399 MP. Agregó que el plan de inversiones contempló, además, la recuperación total de 38 escuelas con un presupuesto de 13 917.7 MP.
Las acciones constructivas estuvieron dirigidas fundamentalmente a la recuperación de la carpintería, la reparación de las redes hidrosanitarias, la solución de problemas estructurales, la impermeabilización de cubiertas, y el acondicionamiento de los locales para la instalación de 130 módulos de laboratorios de Física, Química y Biología de Secundaria Básica.
En cuanto a los mantenimientos constructivos para el presente año, se han planificado acciones en mil 736 centros, por un valor de 127 030.9 MP, en tanto el plan contempla la recuperación total de 49 escuelas con un presupuesto de 11 689.4 MP.
Asimismo, la reposición del mobiliario escolar que se produce cada año en varias empresas resulta favorable.
Cuidar, obligación de todos
He considerado necesario apoyarme en tales cifras para demostrar cuánto invierte el Estado en obras de este tipo que, sin lugar a dudas, benefician a la población, en sentido general. No obstante, tengo más de una interrogante.
Al margen de que esas obras no cumplan siempre con el requisito de calidad (todo depende de la vigilancia que se le dé en cada lugar), ¿cómo se cuidan esos bienes?, ¿cuál rol desempeñan los maestros, los claustros y consejos de dirección en su conservación?, ¿qué apoyo encuentra la escuela en la familia y, sobre todo, en aquellos padres que, de alguna manera, trabajan o están vinculados al sector de la construcción?
La escuela de la comunidad es de nuestros hijos, nietos, sobrinos, hermanos. De ahí que no solo sea un deber velar por la limpieza, la higiene, el cuidado y conservación de todos sus recursos. Debe ser sabrosa y útil, parafraseando a Martí, y para ello es muy importante que la institución educativa tenga las mínimas condiciones creadas.
Estoy consciente de que todavía falta mucho camino por recorrer, pues de una vez no se puede llegar a todos los centros que necesitan de una intervención general (en el peor de los casos) o de algún trabajo menor, como es el caso de la pintura.
Mas estoy convencida de que, si entre todos cuidamos lo que tenemos —¡que es verdaderamente nuestro!—, estaremos cumpliendo con un deber ciudadano, pero también contribuyendo a que ese espacio donde nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes se forman como hombres del mañana sea bonito, acogedor y, de cierta manera, coadyuve al logro de la calidad del quehacer educativo.
Cuando los alumnos maltratan el mobiliario escolar, rayan y escriben en las paredes, botan basura, pisan el césped de la escuela; cuando irrespetan el lugar sagrado donde están situados los símbolos patrios (el busto de Martí y el asta de la bandera), ¿dónde están los educadores?
Un eminente profesor de Historia, Horacio Díaz Pendás, decía por estos días en el Seminario de Preparación del Curso Escolar 2017-2018: “Ser maestro es poseer sensibilidad humana para comprender y aconsejar a los alumnos e interactuar con las familias de estos; es poseer una fuerza espiritual que permita sembrar confianza en el ser humano y en el futuro”. Ahí está la responsabilidad del maestro.
No tenemos por qué cerrar los ojos a la belleza, pero todos debemos unirnos contra la indolencia que echa por tierra los recursos del Estado. Cuidar es un imperativo de ayer, de hoy y de siempre, pues tendremos menos si no asumimos esta práctica como filosofía de vida.