La Revolución Cubana contó siempre con el respaldo y la lealtad de Nadine, que nunca creyó en la avalancha de calumnias fabricadas día a día por la maquinaria imperial. Por eso condenó el bloqueo cruel y genocida. Por eso hizo suya la causa de los Cinco. Y, cuando se fundó la red “En defensa de la Humanidad”, ahí estuvo Nadine para sumar su voz y su enorme prestigio al movimiento que empezaba a articularse.
Jamás se traicionó a sí misma, ni en su creación ni en su conducta. Su extraordinario talento se colocó a la par de su ejemplar altura ética.
Se formó dentro de una sociedad bestial, marcada por la violencia y el racismo fascista del apartheid, y no quiso mirar hacia otro lado. De ahí que su sensibilidad literaria y su sensibilidad social y política crecieran juntas muy tempranamente, en el amor a las palabras, a la justicia, a sus semejantes. Se convirtió así en una gran escritora y en una valerosa militante del Congreso Nacional Africano.
Obtuvo mucho más que el Premio Nobel de Literatura: la admiración y el cariño infinitos de los que pudieron apreciar, desde cualquier rincón del planeta, su valor como creadora y como ser humano.