Tan perfumada, delicada y pura, entre sus blancuras ayudó a ocultar mensajes que circulaban entre la ciudad y la manigua durante las guerras independendistas libradas por Cuba contra la metrópoli española.
Cuenta la tradición oral que junto a las flores de mariposa que embellecían cabellos y vestidos de las mambisas eran trasladados estos mensajes.
Fue esa de las principales razones por las que un 13 de octubre de 1936, en la Quinta de los Molinos, antiguo Jardín Botánico de La Habana, la Mariposa blanca (Hedychium coronarium) fue declarada Flor Nacional de Cuba.
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Unos meses atrás habían sido convocados los países de este continente a enviar su flor nacional al Jardín de la Paz, en ciudad de La Plata, Argentina. Cuba no contaba por ese entonces con una flor que la identificara y para elegirla fue creada una comisión de personalidades de la ciencia y la cultura entre quienes figuraban Don Fernando Ortiz y el naturalista Juan Tomás Roig.
Luego de varias propuestas, la Mariposa Blanca resultó la seleccionada. Además de la posibilidad de comunicación que ofreció al ejército libertador camuflando mensajes llevadas por mambisas, tuvieron en cuenta su simbolismo asociado a la paz dada la blancura de sus pétalos, así como el de unidad, representado por el ramillete de flores que crecen apretadas en una misma espiga.
Consideraron asimismo que su gracia y esbeltez la asociaba a las mujeres cubanas, las mismas que apoyaron las guerras por la independencia e incluso enviaron a sus hijos a esas luchas por la soberanía.
Celia Sánchez y Vilma Espín en 1958 Foto: Archivo de Granma
Esos valores simbólicos hicieron que la Mariposa fuera nombrada Flor Nacional a pesar de no ser nativa de esta tierra sino de Asia oriental tropical.
Pero quizás anticipándose al honroso título que luego le fuera otorgado, la Hedychium coronarium aprendió a adaptarse a las húmedas serranías cubanas, proliferando también, siempre con humedad, en disímiles geografías de la Isla, donde hoy continúa perfumando, oliendo a historia y soberanía.