Para conocer una ciudad hay que caminarla. Más allá de las postales, de las imágenes para turistas, de las crónicas promocionales… una ciudad late en sus calles, en sus esquinas, en sus barrios. La Habana celebra 502 años. Es una ciudad múltiple, pletórica de contrastes… una ciudad viva. Se ama, se sufre, se disfruta, se sueña. Pero La Habana siempre trasciende todas las evocaciones. Es un símbolo. Es un monumento. Es una verdad.
Eusebio Leal, habanero raigal, lo supo. Ya tiene su estatua en bronce. Y no está sobre los pedestales de los grandes próceres, aunque a él le sobraban méritos. Está sobre la acera, como si estuviera de paso. Él, que fue un hacedor de sueños, nunca se regodeó en sus grandes y muchas realizaciones. Se zambulló en la ciudad profunda, en la ciudad tantas veces olvidada, en la ciudad rota y por reconstruir. Los pies en la tierra, la cabeza en el cielo. Ese fue su magisterio mayor. Su memoria está salvada, patrimonio atesorado por generaciones completas de habaneros y cubanos.
Hoy que La Habana celebra su aniversario, es natural que sus habitantes y los que la visitan se maravillen ante su grandeza, se regocijen por su cultura inmensa. Pero convendría también vislumbrar la ciudad que queremos, que necesitamos, que anhelamos. Y trabajar para construirla. Juntos, con vocación ecuménica, con espíritu de nación. Todos somos La Habana.