Quizás lo que más se recuerde de Juan Padilla son sus electrizantes combinaciones junto al torpedero Germán Mesa alrededor de la segunda almohadilla, pero el camarero capitalino era también un bateador muy oportuno, y quien lo subestimaba, lo pagaba muy caro.
Nacido el 16 de septiembre de 1965 en Rancho Boyeros, se destacó desde sus inicios por la fuerza de su brazo, la rapidez de su pivoteo y una gran capacidad para fildear todo lo que pasaba al alcance de su guante.
No por gusto es considerado uno de los grandes intermedistas de todos los tiempos en la historia del béisbol cubano, junto a otros como Antonio Pacheco o Félix Isasi, pero también se destacó por su producción ofensiva, específicamente en situaciones de tensión, donde se hacía muy difícil de dominar.
Su promedio histórico por encima de .300, con casi dos mil imparables y más de 900 carreras remolcadas lo ratifican como un pelotero integral, clave en las alineaciones de Industriales en la última década del siglo pasado.
Recuerdo que en una selectiva en la que disputaban el título Ciudad de La Habana y Las Villas varios rivales lo señalaban a él como el más difícil de doblegar, algo notable si se recuerda que en esa nómina había otros ilustres toleteros como Lázaro Vargas o Javier Méndez,
Cuando todavía estaba en condiciones de seguir aportando a la causa azul, sufrió un accidente doméstico que le provocó la pérdida de la visión en el ojo derecho, por lo que debió abandonar el juego activo.
Dejaba a su paso varios títulos como integrante del equipo Cuba (casi siempre en calidad de suplente debido a la presencia de Pacheco), y otros para la capital en Series Nacionales y una Selectiva.
Posteriormente se convirtió en director, sin mucha suerte al frente de los desaparecidos Metropolitanos, y a la espera todavía de tener su oportunidad con el equipo insignia de la capital.
Este miércoles, El gago, como cariñosamente le decían muchos amigos por sus leves dificultades al hablar, estará de cumpleaños.
¡Felicidades, Padilla, en tus 55 años!