Zenea, víctima de su propia trampa
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El 26 de agosto de 1871 fue fusilado el poeta Juan Clemente Zenea en el Paso de los Laureles de la Fortaleza San Carlos de la Cabaña, después de guardar ocho meses de prisión y afrontar un largo proceso jurídico al ser detenido en la región oriental en compañía de la esposa de Carlos Manuel de Céspedes, Ana de Quesada, cuando intentaban salir del país hacia EE.UU.
Horas antes de ser ejecutado escribió los versos del poema A una golondrina, que prefigura su triste destino: ”Mensajera peregrina,/ Que al pie de mi bartolina /Revolando alegre estás/¿De dónde vienes, golondrina?/Golondrina, ¿a dónde vas?/No busques volando inquieta/ Mi tumba oscura y secreta,/Golondrina, ¿No lo ves?/¡En la tumba del poeta /No hay un sauce ni un ciprés!”
Sin embargo, los últimos años de la vida de Zenea y la forma en que llegó a la manigua cubana desde el exilio tejieron varias versiones que ponían en duda su filiación patriótica, de lo cual ni su trágico final lo salvaron.
Nació en Bayamo el 24 de febrero de 1832 y se trasladó a La Habana en su niñez. Estudió hasta llegar a ser maestro en el colegio de José de la Luz y Caballero y ejerció con éxito el periodismo, la poesía y la traducción al inglés.
Zenea se mostró simpatizante de las primeras conspiraciones anticoloniales, por lo cual tuvo que huir a Estados Unidos en 1853, al estar amenazado a una condena de muerte.
Posteriormente, regresó gracias a un indulto y se destacó en la vida cultural como poeta, periodista y traductor, vida tranquila que abandonó al estallar la Guerra de los Diez Años y nuevamente se exilió en Norteamérica, donde trató infructuosamente de enrolarse en una expedición independentista.
En esas circunstancias se relacionó con su amigo desde Cuba, Nicolás Azcarate, en aquel entonces residente en EE.UU. y un destacado jurisconsulto, orador y periodista cubano, fundador de las tertulias en el Liceo Literario de Guanabacoa y afiliado al reformismo, aunque eso no le impidió relacionarse con partidarios del independentismo.
Mauricio López Roberts, embajador español en la Unión y hombre de letras, probablemente involucró al abogado cubano en los planes de enviar un emisario de paz a la manigua bajo la promesa de obtener la autonomía, misión que Zenea aceptó bajo la condición de decidir el mismo en el terreno, según lo que palpara, transmitir o no esa propuesta, según investigaciones realizadas.
Es probable que el poeta concibiera burlar de esa forma a los españoles para cumplir su viejo anhelo de llegar al campo insurrecto.
Logró arribar a la Isla clandestinamente en 1871, y luego de una entrevista con el presidente de la República en Armas, Carlos Manuel de Céspedes, fue apresado por las tropas hispanas al tratar de retornar a la vecina nación norteña a principios de 1871 junto con la esposa de Céspedes, lo que evidencia que confiaba en Zenea.
Se salvó de ser ejecutado en el acto de acuerdo con lo aplicado para los prisioneros, por tener un salvoconducto de López Robert y fue enviado a la capital y recluido en la Fortaleza San Carlos de La Cabaña.
La Isla era gobernaba por el capitán General Blas Diego de Villate y de la Hera, conde de Valmaseda, representante de los intereses más integristas asociados a los voluntarios y comerciantes enriquecidos con la trata de negros, quien no tuvo en cuenta la aparente misión de paz de Zenea, lo que selló su suerte.
Sin embargo, los ocho meses de prisión y proceso judicial que sufrió el poeta no arrojaron prueba de que haya delatado información sobre el campamento mambí donde se entrevisto con Céspedes, ni sobre sus fuerzas y según el destacado investigador Raúl Rodríguez La O tampoco reveló datos sobre propuestas que trajo para nombrar agentes cubanos en otros países, en especial en México.
Por esas razones para el historiador Rodríguez La O: Juan Clemente Zenea nunca fue un traidor, sino un agente mambí por cuenta propia debido a la no existencia de un fuerte aparato de inteligencia mambí.
El intelectual Cintio Vitier en un libro titulado Rescate de Zenea, coincide con la tesis martiana de que el poeta bayamés no traicionó a la Patria, sino que fue "víctima de una trampa construida en parte por sus propias manos y que resultó superior a sus fuerzas".
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