Soberana 1: causalidad y no casualidad

Soberana 1, actualmente en evaluación clínica en humanos, y otros candidatos vacunales contra la COVID-19, en fase avanzada de estudios preclínicos, no son obra de la casualidad y sí de la gran experiencia acumulada por Cuba en el desarrollo y producción de vacunas.

En entrevista que publica este sábado el periódico Granma, el Doctor en Ciencias Eduardo Martínez Díaz, presidente del grupo empresarial BioCubaFarma, esbozó los principales resultados de los científicos cubanos en ese campo en los últimos 30 años, que explican por qué puede hablarse hoy de Soberana 1.

Destacó, por ejemplo, que la industria biofarmacéutica nacional produce ocho de las 11 vacunas incluidas en el programa ampliado de inmunización, lo cual permite una cobertura de vacunación en el país superior al 98 por ciento, con un significativo impacto en la eliminación de varias enfermedades infecciosas y la reducción de la tasa de incidencia de otras.

En este repaso de una larga obra, el doctor Martínez Díaz incluyó, por supuesto, la vacuna antimeningocócica BC, desarrollada por el Instituto Finlay a fines de los años 80 del siglo XX bajo la conducción de la Doctora en Ciencias Concepción Campa Huergo, y primera de su tipo en el mundo para el control de la meningitis tipo B.

Patentada por Cuba, recibió la Medalla de Oro de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), y su empleo en la Antilla Mayor desde los años 90 permitió reducir significativamente la incidencia de esa enfermedad y mantenerla bajo control.

Entre los aportes más sobresalientes, mencionó también la vacuna recombinante contra la hepatitis B, creada por científicos del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB liderados por el Doctor en Ciencias Luis Herrera Martínez, y primera de América Latina y el Caribe contra esa enfermedad en lograr la certificación de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Desde el año 2000 no se reportan casos de niños menores de cinco años infectados con el virus de la Hepatitis B, en la actualidad toda la población cubana hasta 40 años de edad está inmunizada y Cuba podría convertirse en uno de los primeros países en erradicar esa dolencia, destacó el Presidente de BioCubaFarma.

Destacó, asimismo la vacuna contra el haemophilus influenzae tipo B, resultado original de la Universidad de La Habana, conducido por el doctor en Ciencias Vicente Vérez Bencomo, junto a investigadores de varias entidades del sector biotecnológico.

Su novedad radica en ser la primera de uso en humanos, cuyo antígeno se obtiene por síntesis química, y logró la certificación de la OMS, requisito necesario para poder suministrarla a las agencias de las Naciones Unidas, enfatizó.

No menos relevante es la vacuna pentavalente contra la difteria, el tétanos, la tos ferina, la hepatitis B y el haemophilus influenzae tipo B, segunda en alcanzarse a nivel mundial y primera producida por un país de América Latina y el Caribe, manifestó.

Nuestras vacunas tienen prestigio internacionalmente, cientos de millones de dosis ha suministrado Cuba a más de 40 países, y toda esa experiencia acumulada ha sido la base para poder actuar con rapidez y tener ya un primer candidato vacunal contra la COVID-19 en evaluación clínica en humanos y otros en fase avanzada de estudios preclínicos, recalcó Martínez Díaz.

Sobre cómo se organizó el trabajo en BioCubaFarma alrededor de este importante proyecto de vacuna, refirió que la idea nació tan pronto surgió la epidemia en China, y desde el centro de investigación y desarrollo chino-cubano en Yonzhov, provincia de Hunang, en el gigante asiático, la Antilla Mayor presentó una propuesta.

Del proyecto en cuestión, señaló que tiene como propósito la búsqueda de una vacuna universal efectiva contra el coronavirus, no solo el SARS-COV-2 y, tras ser aprobado, ha recibido fondos para su ejecución en China, explicó.

Al convertirse la enfermedad en pandemia, activamos de inmediato las comisiones de los consejos científicos del Instituto Finlay de Vacunas y el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, instituciones con larga experiencia en los temas de vacunas, expresó.

Igualmente, creamos un grupo de trabajo, al cual se integró un núcleo de instituciones de BioCubaFarma, entre estas el Centro de Inmunología Molecular, el Centro Nacional de Biopreparados , el Centro de Inmunoensayo y el Centro Nacional para la Producción de Animales de Laboratorio, añadió.

Martínez Díaz agradeció el acompañamiento del Ministerio de Salud Pública y el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (Cecmed).

La estrategia fue diseñar múltiples variantes basadas en las plataformas tecnológicas propias; como es lógico, algunas fueron descartándose en el camino, y otras están teniendo muy buenos resultados, significó.

Entre estas últimas mencionó, la primera, a Soberana 1, actualmente en ensayos clínicos, y agregó que es muy probable que antes de concluir 2020 Cuba tenga, cuando menos, otros dos candidatos vacunales evaluándose en humanos.

Los candidatos usan plataformas tecnológicas diferentes, que no compiten en cuanto a las capacidades productivas, y eso permitiría, en un periodo corto de tiempo, disponer de las cantidades de vacunas necesarias para inmunizar a toda nuestra población y ponerla, asimismo, a disposición de los países que la soliciten, subrayó el Presidente de BioCubaFarma.

Desarrollar distintas variantes de vacunas tiene también el propósito de posicionarlas en edades diferentes, es decir, una vacuna para niños podría ser diferente a la que usemos en adultos y, dentro de este último grupo, podría diferenciarse a los mayores de 60 años, que requieren de una de mayor potencia para lograr los niveles de inmunidad necesarios, precisó.

El reto lanzado por el presidente de la República, Miguel Díaz-Canel, de lograr soberanía con una vacuna propia, y hacerlo rápido, movilizó a científicos y tecnólogos, que han trabajado intensamente, en unidad y con inteligencia, concluyó.