Sangre contaminada enfermó o mató a unos 3 mil británicos entre 1970 y 1990
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Una persona con una playera en la que se lee “tienen sangre en sus manos”, afuera de Westminster, en el centro de Londres. Foto: Afp
Las autoridades británicas y el servicio de salud del país expusieron a sabiendas a decenas de miles de pacientes a infecciones mortales por medio de sangre contaminada o productos afines contaminados, y encubrió el hecho durante décadas, descubrió una investigación presentada este lunes.
Se cree que unas 3 mil personas en Reino Unido murieron y muchas otras quedaron enfermas de por vida tras recibir sangre o productos sanguíneos contaminados con VIH o hepatitis desde la década de 1970 hasta inicios de la década de 1990.
El escándalo es ampliamente considerado el más mortífero desastre en la historia del Servicio Nacional de Salud británico, desde que fue creado en 1948.
El ex juez Brian Langstaff, quien dirigió la pesquisa, criticó duramente a gobiernos sucesivos y a profesionales de la medicina por “un catálogo de fracasos” y por negarse a aceptar responsabilidad con el fin de proteger sus reputaciones o ahorrarse dinero. Halló que hubo intentos deliberados para ocultar el escándalo y evidencias de que funcionarios del gobierno destruyeron documentos.
“Este desastre no fue un accidente. Las infecciones ocurrieron porque los que estaban en posiciones de autoridad — doctores, servicios de trasfusiones de sangre y gobiernos sucesivos — no le dieron prioridad a la salud del paciente”, declaró. “La respuesta de los que estaban en posiciones de autoridad agravó más el sufrimiento de los afectados”.
Desde hace décadas grupos de activistas exigían una rendición de cuentas y compensación por parte del gobierno. La investigación finalmente fue aprobada en 2017, y en los últimos cuatro años ha estado examinando evidencias de más de 5 mil testigos y más de 100 mil documentos.
Muchos de los afectados tenían hemofilia, una condición que afecta la capacidad de la sangre de coagularse. En la década de 1970, los pacientes recibieron un nuevo tratamiento que el Reino Unido había importado de Estados Unidos. Parte del plasma usado para crear los productos fue rastreado a donantes de alto riesgo, incluyendo prisioneros que habían recibido dinero a cambio de muestras de sangre.
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