Sahara: aquellos polvos también trajeron estos calores
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Foto: Jorge Luis Baños
Nunca antes en un mes de julio se había registrado una temperatura de 39 grados Celsius, y ese fue el reporte de la estación de meteorológica de Jucarito, en Granma, el pasado sábado 22 en torno a las 3:50 de la tarde.
Ese no fue el único récord del pasado fin de semana. A las 5 de la tarde del domingo, 38 estaciones meteorológicas - de las 68 con que cuenta el país- reportaban una temperatura ambiente que superaba los 34 grados Celsius.
La de Casa Blanca, en La habana, indicó una temperatura máxima de 36 grados, también récord para julio; en tanto Bainoa, en Mayabeque, informaba de 36,5 grados y Colón, en Matanzas, 37,2 grados. Estos dos últimos registros son igualmente récord para esas estaciones.
Foto: captura de pantalla
Así fue reportado en la emisión estelar del Noticiero de Televisión por la Máster en Ciencia Yinelis Bermúdez, del Instituto de Meteorología, y todos estos récords de calor, se asocian, además de a otros factores, con el polvo del Sahara que desde el viernes afecta nuestra Isla.
Cada vez son más frecuentes y con mayores impactos las tormentas de arena y polvo que afectan a diferentes regiones del planeta, incluyendo a esta isla del Caribe.
Imagen: @citmacuba @am
El cambio climático, resultado de acciones humanas, la desertificación, las sequías y la degradación de los suelos, se anotan entra las causas de estos fenómenos.
Y el desierto del Sahara es la principal fuente de dichas nubes de polvo, que al abandonar el continente africano, se trasladan sobre el aire marino, más fresco y húmedo, incorporándose al flujo de los vientos alisios que lo hacen llegar al océano Atlántico, al mar Caribe y al golfo de México.
El Sahara, mayor fuente de polvo del desierto del mundo, produce un 55% de todas las emisiones de polvo y sus efectos son notables en el Atlántico Norte, el mar Caribe, el mar Mediterráneo y el mar Rojo. Foto: Blagoje Grujic /ONU
La nueva nube de polvo sahariano permaneció durante el fin de semana incidiendo sobre Cuba y, según modelos de pronósticos, comenzará a disminuir a partir de este lunes 24 y el martes 25.
El meteorólogo Elier Pila Fariñas, del Instituto de Meteorología, refería a la revista Alma Mater en días recientes https://www.facebook.com/almamaterrevista que “Este es un fenómeno que ha ocurrido desde tiempos inmemoriales y en los últimos años por la tecnología de observación disponible se ha ido ganando en información, tanto el público como la comunidad científica”.
El experto refirió que en nuestra área su influencia se centra entre los meses de julio y agosto, fundamentalmente hasta la primera quincena de agosto, y recordó que el año pasado tuvimos esta presencia durante gran parte del mes de agosto, lo que limitó la ocurrencia de ciclones tropicales.
Es polvo, no arena
Aclaró que se trata de polvo, no de arena, polvo –reiteró- proveniente de las tormentas que ocurren sobre el desierto del Sahara y que es trasladado a miles de kilómetros sobre nuestra región por corrientes en los niveles altos y medios de la atmosfera.
“En el caso de los ciclones es un factor en contra porque al ser un aire tan seco y cálido limita la formación de nubosidad y también de lluvia. Y cuando esto entra en la circulación de un ciclón tropical lo puede debilitar o puede evitar que se forme”, explicó Pila Fariñas.
En consecuencia, vivimos días muy calurosos –como ha sido la norma en este mes-, con la diferencia de que, debido a las concentraciones de partículas, aun cuando no son muy elevadas, sí influyen en que la coloración del cielo se vea algo brumoso, sobre todo en los amaneceres y atardeceres.
Foto: tomada del perfil de Facebook Holguín en fotos
Pila Fariñas comentaba que a otras islas del Caribe como Puerto Rico y el arco de las Antillas Menores, que están más hacia el este, este polvo les llega con mayor concentración y por eso requieren de medidas más estrictas.
En el caso de Cuba, ocurre solo un ligero incremento de las concentraciones de material particulado, por encima de los valores habituales.
No obstante, como dicho polvo sahariano porta numerosas partículas minerales como hierro, calcio, fósforo, sílice, arcilla, también bacterias, hongos, ácaros y polen –según explicó la doctora Mirta Álvarez, especialista de I Grado en Medicina General Integral y II Grado en Alergología, citada por Cubadebate-, se recomendó a la población tomar determinadas medidas de protección.
Entre tales sugerencias se incluyen el evitar dentro de lo posible las exposiciones prolongadas al aire libre, en particular durante las horas de una mayor intensidad de la radiación solar, hidratarse frecuentemente y atender cualquier síntoma respiratorio u otro, que se detecte durante estos días, sobre todo en el caso de las personas alérgicas y vulnerables.
Se sugirió asimismo, llevar mascarilla –nasobuco- así como espejuelos, ya que ambos accesorios se erigen en barreras que evitan el contacto del polvo con los ojos, la nariz y la boca.
Foto: Betty Beatón/Trabajadores (archivo)
Un nuevo Día Internacional
La Organización Meteorológica Mundial (OMM), con motivo de la celebración del primer Día Internacional de Lucha contra las Tormentas de Arena y Polvo, el pasado 12 de julio, destacó los esfuerzos para hacer frente a tales fenómenos.
Coincidiendo con otra gran intrusión de polvo sahariano en el Mediterráneo y a través del Atlántico hasta el Caribe, tuvo lugar ese primer Día Internacional “para llamar la atención sobre los impactos significativos de tal fenómeno en el medio ambiente, el bienestar socioeconómico y la salud”.
Imagen: Internet
La Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó en junio la resolución que establece el 12 de julio como fecha anual que tribute al aumento de la cooperación mundial y regional en gestionar y mitigar los efectos de las tormentas de arena y polvo.
El representante de Cuba, al presentar el texto en nombre del “Grupo de los 77” países en desarrollo y China, subrayó que la acción resiliente para combatir y reducir las tormentas de arena y polvo requiere una mejor comprensión de sus severos impactos multidimensionales en las personas y el medio ambiente.
La ONU recuerda en su sitio oficial a propósito del Día Internacional de la Lucha contra las Tormentas de Arena y Polvo, que las mismas “son un elemento esencial de los ciclos bioquímicos naturales de la Tierra, pero también obedecen, en parte, a factores inducidos por el ser humano, como el cambio climático, la gestión insostenible de la tierra y el uso del agua.
De igual forma, contribuyen al cambio climático y a la contaminación atmosférica y afectan a todas las regiones del mundo, tanto a los países desarrollados como a los que están en vías de desarrollo, y plantean graves problemas para la consecución de once de los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Cada año, se estima que 2000 millones de toneladas de polvo se elevan a la atmósfera. Según el informe Efectos de las tormentas de arena y polvo en los océanos, incluso los elementos más pequeños pueden tener efectos sustanciales en el funcionamiento de los ecosistemas y en el sistema terrestre en general.
Efectos de las tormentas de arena y polvo en los océanos. Foto: Iuliia Tarabanova / Shutterstock
Las tormentas de arena y polvo transportan anualmente a los océanos un promedio de 500 millones de toneladas de minerales y nutrientes, materia orgánica e inorgánica, lo cual tiene una serie de efectos sobre la biodiversidad marina.
Limpiando Playa del Carmen, México, de sargazos, que proliferan a causa de las nubes de polvo del Sahara. Foto: Kamira/Shutterstock
Al menos la cuarta parte de las emisiones mundiales de polvo proceden de la actividad humana y, en algunas zonas, el polvo del desierto se ha duplicado desde el siglo XX. Los efectos de este fenómeno son difíciles de controlar, ya que la intervención del hombre en una parte del mundo puede provocar tormentas de arena y polvo en otra región.
Sin embargo, precisa la resolución de la ONU, del mismo modo, las tormentas de arena y polvo también pueden reducirse gracias a la intervención del ser humano.
Foto: Shutterstock
Para combatir y reducir las tormentas de arena y polvo con medidas de resiliencia que sean en verdad efectivas, es necesario que se comprendan cada vez mejor las consecuencias graves y multidimensionales de dichas tormentas, en particular las referidas al posible deterioro de la salud, del bienestar y los medios de vida de las personas, el aumento de la desertificación y la degradación de los terrenos, la deforestación, la pérdida de diversidad biológica y de productividad de la tierra, la amenaza a la seguridad alimentaria y sus efectos en el crecimiento económico sostenible.
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