RACISMO: El tema de nunca acabar con Vinicius

Hace unos meses comentamos sobre el ambiente hostil en el que se mueve el delantero brasileño Vinicius Jr. en los estadios españoles. Salvo en el cuartel general del Real Madrid, son muy pocas las instalaciones en las que el atacante puede jugar de manera normal, como el resto de los futbolistas de este mundo.

La tanda de improperios que recibe, que él mismo hace crecer luego con sus respuestas, le hacen vivir cada partido en un torbellino del que no siempre sale bien parado.

Dijimos en aquella ocasión que es perjudicial para él caer en las provocaciones porque tiende a irse del encuentro, a reclamar de más a los árbitros y hasta a desafiar a la afición rival, esto último imperdonable. Lo cierto es que se han vuelto cotidianos los mensajes de odio, pocos o muchos, pero siempre, y eso es lamentable.

Este domingo se vivió un capítulo más en esta desagradable historia en el choque ante el Valencia, donde el sudamericano terminó expulsado, pero vayamos por el principio, porque hoy nadie habla de la importante victoria conseguida por los locales, y eso es fatal hasta para ellos, para la Liga, y para España.

De entrada, Vinicius es un futbolista que necesita la adrenalina para sacar su mejor versión, pero ya los contrarios saben que se deja provocar y por eso lo buscan constantemente, como la vía más fácil de enfrentar sus innegables cualidades futbolísticas.

No empezaron los insultos con el juego, comenzaron desde la entrada del equipo al estadio, y de alguna manera, el jugador se ve indefenso porque nada sucede y eso lo enerva.

Los aficionados también lo saben, y a la primera protesta por alguna falta recibida que, en su criterio, debió ser marcada por el árbitro (algo en lo que debe acabar de madurar), resurgen los improperios desde las gradas. 

Eso no es nada nuevo, no le ocurre solo a él, y creo que existirá por mucho tiempo más, pero ya cuando se lanzan insultos racistas, las cosas van a más. En Mestalla Vini llegó a identificar a quien le gritó «mono» e insistió en que lo sacaran del estadio. La situación se extendió por varios minutos y luego supimos que el propio atacante quiso dejar el desafío, pero su entrenador le pidió que se quedara.

Luego el portero Thibaut Courtois dijo que vio el enfado de su compañero, y que si decidía marcharse a los vestuarios, lo hubiese acompañado. Imagínense lo grave de la situación, con jugadores negándose a continuar en cancha, pero no sé si algo tan drástico puede ser la solución. Lo cierto es que se repiten los escenarios, y la soga siempre revienta por el lado más débil.

Minutos después, se produce una reyerta y Vini se lleva la roja por darle un puñetazo a Hugo Duro, pero las cámaras mostraron que el español lo tuvo agarrado del cuello durante varios segundos y esa fue la reacción del carioca. Es el tema de nunca acabar, el huevo o la gallina, sancionamos al iniciador del problema o al que reacciona, y casi siempre es esto último, a pesar de que las cámaras no mienten.

Sigo pensando que la solución la tienen en sus manos los árbitros, porque entre sus misiones fundamentales está proteger a los futbolistas. Si no dejan pasar entradas fuertes, como ha sucedido, el futbolista no se sale de sus casillas. Vini tiene que trabajar su autocontrol, pero hay que ponerse en su pellejo también de vez en cuando, no olvidemos que es un chico de 22 años.

No se puede permitir que sea el foco de la ira de buena parte de los aficionados rivales por su raza o su color de piel, y en eso los clubes tienen que tomar medidas, porque se está normalizando algo que no lo es. No hace falta que le extiendan una alfombra roja, sino que le respeten como el ser humano que es.

De otra manera, acabaremos con la alegría en el fútbol.

 

 

 

 

 

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