Mijaín López: Con la bandera en el corazón
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Aunque no portó la enseña nacional en su viaje sobre las aguas del Sena el pasado 26 de julio, nadie ha defendido mejor la bandera de la estrella solitaria que Mijaín López en los últimos 15 años.
Sin nada que perder, porque sucediera lo que sucediera en París era ya una leyenda del deporte mundial, el pinareño salió con casi 42 años como si tuviera 20, en plan arrasador contra quienquiera que se le pusiera enfrente.
La ausencia de su gran rival en los últimos años, el turco Riza Kayyalp, no le dejaba un camino de rosas hacia su quinta corona olímpica porque había otros de calidad en su peso, pero todos sabían que si en la balanza el gigante de ébano hacía el grado, había que batirse por la plata y los bronces.
En Beijing quise tirarme una foto con el ruso Alexander Karelin pensando que me estaba inmortalizando con el mejor luchador de todos los tiempos, sin saber que ahí mismo estaba naciendo la impronta del mejor de todos.
Yo no quise calentarme demasiado con ese pronóstico de Sport Illustrated, porque además de que no es la lucha el deporte fuerte de esa prestigiosa revista a la hora de aventurarse a adivinar los podios de cada cita bajo los cinco aros, el ídolo de Herradura estuvo perdido todo el ciclo. En mi casa no tengo ninguna medalla de bronce, respondió cuando alguien quiso pincharlo con esa pregunta.
Quiso el destino que la final fuera algo así como un sparring, con el hombre con quien entrenó durante más de una década en el Cerro Pelado (Yasmany Acosta parecía tan feliz como él de ser testigo de primera mano de uno de los hechos más impresionantes de la historia olímpica), pero solo él sabe todos los sacrificios que tuvo que hacer, sobre todo en estos últimos meses, para completar su hazaña nada menos que ante el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), el alemán Thomas Bach, quien mandó a retrasar la final para poder llegar a tiempo, porque no quería perderse ese momento histórico.
Se trata nada menos que del único deportista en la historia en ganar títulos en cinco Juegos Olímpicos, el más longevo en subir al podio en la lucha con sus casi 42 años y por supuesto, el único gladiador con cinco oros.
En cada presea hay un pedacito para muchas personas, desde el propio Yasmany hasta todos los demás que sudaron con él en los entrenamientos, de los difuntos Pedro Val y Gustavo Rollé, que allá por el año 2000 me aseguraron que ese moreno llegaría bien lejos, de los médicos y fisioterapeutas que han trabajado con él durante toda su carrera, de su actual preparador Raúl Trujillo y, por supuesto, de sus familiares, que han sido su principal acicate y apoyo a lo largo de estos más de 30 años, desde que pisó un colchón por primera vez.
Esas zapatillas que quedaron en el centro de la Arena Campo de Marte representan mucho más que un retiro un ascenso al Olimpo eterno de los Dioses.
Desde el cielo, el viejo Bartolo sonríe henchido de satisfacción por la nueva hazaña de su benjamín.
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