“La Historia no puede ser encartonada ni dogmática”

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“La Historia no puede ser encartonada ni dogmática”
Fecha de publicación: 
19 Junio 2021
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La Calle San Rafael, en La Habana, antes del triunfo de la Revolución

En el orden de las ideas, uno de los desafíos de la Cuba de hoy transita por la enseñanza y el conocimiento del pasado. El modo institucional de contar la historia de la nación en ocasiones queda rezagado y poco eficaz frente a las actuales tendencias de consumo, mediadas estas últimas por los nuevos códigos y tecnologías de la infocomunicación. Del otro lado, existe una maquinaria ─que tiene su mayor expresión en el entorno virtual─ enfocada en tergiversar la historia y ensuciar la imagen de héroes y figuras prominentes para romper paradigmas.

 

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La Doctora en Ciencias Históricas María Caridad Pacheco.

Ante este escenario, ¿cuál sería el modo apropiado para perfeccionar la instrucción de tópicos históricos? Sobre este tema expone la Doctora en Ciencias Históricas María Caridad Pacheco. Esta profesora e investigadora, miembro de la dirección de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba y colaboradora del sitio Partido Comunista de Cuba, explica cómo adecuar la enseñanza de la historia a las condiciones de estos tiempos.  

¿Cuál es la importancia del estudio de la historia de Cuba para las generaciones más jóvenes?

Yo diría que es fundamental, esencial. No se puede crear un proyecto de vida presente ni futuro sin conocer el pasado.

Muchas veces se desconoce cómo fue la vida anterior al triunfo de la Revolución y, porque se desconoce, no se aprecia justamente lo que se ha avanzado y el sacrificio de millones de personas. Este es un pueblo que ha luchado por más de 60 años por la soberanía nacional y por mejorar las condiciones del país.

La Historia no puede ser encartonada ni dogmática; tiene que ser verídica y dar los matices que toda Historia tiene. Tenemos que preparar a los maestros. Hoy día los jóvenes, ante las nuevas tecnologías, conocen más a través de la imagen. Nosotros tenemos que adecuarnos a esas realidades. No podemos rehuirlas. Rehuir es fracasar; y no podemos fracasar. En esto va, incluso, el sostenimiento del proyecto social.

Como dijo un viejo profesor: “la Historia es pasión, es ciencia, pero también es arte”. O sea, un profesor también tiene que ser un poco actor: actuar para los estudiantes, para crearles sentimientos patrióticos, revolucionarios, valores… Eso no se puede hacer de una forma fría.

¿Considera que la instrucción de la Historia en las instituciones docentes tiene alguna deuda con el público, es decir, con los receptores, los estudiantes?

Puede haber alguna, indiscutiblemente. Por ejemplo, en la historia de la Revolución todavía nos quedan parcelas de las que se conoce poco. Y los estudiantes tienen que conocerla. No solamente la de la Revolución, sino también la del período anterior.

Últimamente en las redes sociales aparecen, como elementos de prosperidad y gran desarrollo antes de 1959, los casinos, los lugares de recreación, los grandes edificios lujosos, sobre todo en La Habana. Pero los jóvenes deben conocer que al lado de esos grandes edificios, de los automóviles, de la televisión ─fuimos pioneros de la televisión en el continente─, había millones de personas empobrecidas.  

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Había grandes contrastes. Muchos autos, pero pocas bibliotecas públicas. A las personas que vivían en el interior les era muy difícil, más si eran de una familia con pocos recursos, estudiar una carrera como Medicina. Hoy hay facultades de Medicina en todo el país, y cualquiera, independientemente de a qué familia pertenece, si tiene las condiciones, puede acceder a esos conocimientos. Para los negros estaban reservados los peores trabajos, los menos remunerados. Era inconcebible ver personas negras en bancos, oficinas comerciales o grandes tiendas por departamentos.

¿Qué importancia le confiere a los matices?

Voy a poner un ejemplo. Hace algunos años un amigo historiador estaba haciendo una biografía de Batista. Lo entrevistaron y él dijo que Batista era un hombre inteligente. Eso trajo una oleada de críticas. ¿Y qué valor puede tener una revolución que haya derribado a la dictadura de un imbécil? Uno de los valores de la Revolución es haber derrocado una tiranía sangrienta ─Batista enlutó a este país─, pero de un hombre que era inteligente.

¿Por qué no plantearnos cosas? No se puede negar la existencia de determinados conflictos, de polémicas que existieron en los años 60 y 70, sobre todo en el área cultural. Ahí están los documentos, las entrevistas, la prensa de la época. Nosotros lo que tenemos es que explicarlas, estudiarlas y analizar esas polémicas.

Una de las cosas que a veces nos faltan a los historiadores en el aula es explicar los contextos. Hacerlo es fundamental para saber por qué sucedieron los hechos. Es clave y fundamental para cualquier etapa histórica. Incluso, conocer lo que dice el enemigo de los hechos nos da información y herramientas para profundizar.

Hay que estudiar, investigar y conocer profundamente la historia del país para crear ciudadanos más conscientes y cultos.

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