La Dignidad del Cerro Pelado sigue navengando

La Dignidad del Cerro Pelado sigue navengando
Fecha de publicación: 
8 Junio 2021
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«Posiblemente a ninguna delegación nuestra Patria tenga que agradecerle tanto como a esta, por la batalla que libró, por los triunfos que obtuvo en los momentos más difíciles, por la dignidad que ostentó en todo momento…».

Así expresó el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la bienvenida a los heroicos atletas, entrenadores, directivos, médicos y periodistas cubanos participantes en los X Juegos Centroamericanos y del Caribe, disputados del 11 al 25 de junio de 1966 en San Juan, Puerto Rico.

Aquella proeza tuvo entre sus escenarios al buque Cerro Pelado, al Mar Caribe y a la capital boricua desde antes que los cubanos, con su abanderado Enrique Figuerola Camué, desfilaran en el estadio Hiram Bithorn.

«Pocos conocían que el traslado sería por mar. Era un secreto bien guardado porque el gobierno de Estados Unidos, que nos había negado la entrada a la Isla, y la gusanera cubana querían saber todo para evitar nuestra presencia», expresó a JIT Teodoro Pérez Martineaud, directivo de aquella histórica delegación de 315 atletas.

«El Comandante había trazado la estrategia de no viajar por avión desde La Habana, sino por barco desde Santiago de Cuba. De eso tenían conocimiento solo José Llanusa Gobel, presidente del Inder y jefe de la delegación, Fabio Ruiz Vinageras y unos pocos dirigentes», explicó.

«De La Habana viajamos por aire a Camagüey y de ahí en ómnibus hasta Santiago de Cuba. Hubo quien hizo el trayecto directo de última hora por tren hasta Oriente», rememoró el veterano e inquieto ejecutivo.

«Abordamos el barco en la tarde. Antes, el primer secretario del Partido en Oriente, Armando Acosta Cordero, nos entregó la bandera que llevaría la delegación. El pueblo santiaguero nos dio tremenda despedida», comentó el primero de nuestros hombres ganador de una presea tras el triunfo de la Revolución en 1959, Lázaro Betancourt Mella.

En su apartamento del Vedado, el vallista dorado en los I Juegos Atléticos Iberoamericanos de Chile 1960 sirvió de fiel testimoniante de la proeza del Cerro Pelado, junto a Teodoro Pérez y Figuerola, el Fígaro, este último a través de la línea telefónica abierta.

Figuerola, primer medallista olímpico de la Revolución, participó desde su morada en el Cerro, cumpliendo la indicación de no salir de casa en tiempos de pandemia. «Hay que cuidarse como gallo fino, que la covid-19 no cree en campeones», dijo en tono jocoso esta leyenda viva del atletismo cubano.

«Realmente hicimos una travesía difícil en un mercante que había sido acondicionado para nosotros. Para la gran mayoría era su primera vez en un barco. Lo capitaneaba Onelio Pino Izquierdo, quien trajo el yate Granma a costas cubanas con los 82 expedicionarios liderados por Fidel», significó Betancourt.

«Allí todo el mundo se mareó o vomitó, y aun así se entrenó sobre cubierta y en las bodegas, en dependencia del deporte. Pusimos equipos de gimnástica y pesas, y los ciclistas hicieron sprint. Reinaba el entusiasmo y los deseos de bajar a tierra y ganar», abundó.

PRIMER TÍTULO: VINDICACIÓN DE DERECHOS

«Sabíamos que no iba a ser fácil entrar a Puerto Rico. Teníamos información de que el gobierno de Estados Unidos no lo iba a permitir y que la gusanera se organizaba para sabotear nuestra presencia allí», exteriorizó Pérez Martineaud.

«Estábamos decididos a pelear por el derecho de participar. Por ello no transamos jamás, ni aceptamos que nos pisotearan con maniobras contrarias al espíritu de los Juegos», manifestó el veterano dirigente deportivo.

Llanusa envió un cable a La Habana en que informaba de la firme moral de los atletas y todo el personal, decididos a competir en la Isla del Encanto.

«Estamos llegando al objetivo. Entre tres y cinco millas de San Juan fondearemos y desde allí exigiremos que se reconozca nuestro derecho a participar en los Juegos Centroamericanos de acuerdo con la igualdad de todos los participantes sin injerencia de ninguna clase o se retira el auspicio de los Juegos a Puerto Rico. Recibimos mensajes dejados caer por el avión yanqui que comenzó a volar sobre nosotros al amanecer», se leía en el cable.

Las notas lanzadas desde el avión decían: Barco Cerro Pelado su entrada en aguas territoriales de los Estados Unidos o dentro de San Juan o cualquier puerto de Puerto Rico, es prohibida, repito prohibida. Se le hace saber que la entrada resultará la confiscación del barco. Las aguas territoriales se extienden a tres millas náuticas de la costa.

«A las nueve de la mañana del siguiente día de haber recibido esa comunicación fondeamos frente a las costas de San Juan. Estábamos rodeados de guardacostas y nos sobrevolaban aviones y helicópteros de la marina estadounidense», apuntó Figuerola, dorado en los 100 metros con tiempo de 10,1 segundos.

«Después de muchas negociaciones vinieron unos dirigentes olímpicos boricuas y nos propusieron desembarcar en el crucero Aurora. Respondimos que de los americanos no queríamos ni el agua. Todo eso provocó lo que hoy se conoce como la Declaración del Cerro Pelado, el 10 de junio», rememoró el abanderado de la representación cubana.

CUBA DESFILÓ EN EL HIRAM BITHORN

«El trasbordo del buque a las lanchas para participar en el desfile comenzó tres horas antes de lo previsto. Fue una odisea por lo alto del barco. Pero después de sortear las dificultades, y vestidos de blanco, desfilamos. En la ruta al estadio y ya dentro sentimos la solidaridad del pueblo boricua, que siempre nos acompañó, como la de los dominicanos, quienes sufrían por la intervención yanqui», declaró Betancourt.

«En ese desfile inaugural viví el orgullo de llevar nuestra bandera al frente y también en la despedida. Todos estábamos atentos a que no apareciera un apátrida a arrebatárnosla. Tuvimos momentos tensos con la bandera, incluso después hubo un incidente en el juego de baloncesto contra el equipo de Puerto Rico. Fue uno de los encontronazos que tuvimos con la gusanera, fundamentalmente», manifestó Figuerola, quien escoltó a Llanusa para solucionar con la policía local uno de esos incidentes.

«Acompañamos a Llanusa, por su solicitud, hasta una estación de policía para que liberaran a compañeros nuestros que habían tenido un encontronazo con gusanos. Nos dijo que éramos bien conocidos por la prensa y los amantes del deporte boricua, especialmente Figuerola por su medalla de plata olímpica en Tokio 1964. Y sacamos de la estación a los compañeros», advirtió Betancourt.

FIDEL LLEGÓ AL BARCO EN UNA LANCHA

«El regreso fue de felicidad. Habíamos competido, derrotado al gobierno yanqui y a la gusanera, y desde el punto de vista deportivo crecimos en relación con los Juegos de Jamaica», subrayó Teodoro.

«Soy de los que piensan que Jamaica primero y Puerto Rico después gestaron la hegemonía que disfrutamos en las citas regionales desde Panamá 1970. Si estudias el comportamiento de Cuba en esos Juegos constatarás lo que digo», alertó.

«La gran sorpresa la tuvimos en la bahía de Santiago de Cuba, pues vimos al Comandante en Jefe viniendo hacia nosotros en una lancha, pilotándola. Subió y la felicidad aumentó. Tuve el privilegio de presentarle a varios de los compañeros, según el deporte. Se veía contento», recordó.

«Calificó de muy buena la actuación de los atletas y habló de su integridad y entereza. Inolvidable aquel encuentro. Había triunfado la estrategia trazada para entrar y competir en San Juan», sentenció.

Después, en el recibimiento oficial a la delegación, celebrado en el hoy Estadio Latinoamericano, Fidel resumió toda la proeza y trazó pautas para lo que sería un orgullo de América: Cuba, potencia deportiva.

«Esos días del Cerro Pelado son únicos en nuestras vidas. Tengo la certeza de que competir en esos Juegos nos hizo a todos —no solo a los que asistimos— más revolucionarios, más fidelistas, más cubanos», recalcó Pérez, quien ha vivido siempre por y para el deporte cubano.

 

 

 

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