Karen frente a la Covid-19, una historia de amor
Cuando Karen Paz decidió estudiar Medicina, sabía muy bien «en lo que se estaba metiendo». Muy cerca le quedaba toda una vida de guardias, partos que no distinguen entre miércoles y domingo, preocupaciones y vidas salvadas. Lo había visto todo a través de su abuelo, especialista en Ginecología y Obstetricia, y el único miembro de la familia que la apoyó en la hora cero: cuando aún sin estrenar su bata de galena, Karen fue llamada a participar de la pesquisa activa para detectar posibles casos de la Covid-19.
Y no es que el resto de la familia sea indolente, es que «la niña» padece del corazón, lo cual la hace más vulnerable, pero ella defendió su derecho a crecer: «para eso escogí esta carrera, para dedicarme a los demás». Así lo asume, como si crecerse fuera, también, un deber. Una historia de amor multiplicada que conocimos sin salir de casa.
—¿No sientes miedo?
—Miedo uno siente cada vez que se levanta, al salir a la calle día a día, pero no es el principal sentimiento que tenemos, sino las ganas de hacer el bien y de que se elimine esta enfermedad lo más rápido posible; eso es lo primero para nosotros.
—¿Nos cuentas alguna anécdota, algo que te haya sucedido durante tus pesquisas?
—Como en la viña del señor, hay de todo: están los que te tratan muy bien y te agradecen lo que haces, y otros que no. El otro día estaba llamando a una persona en un segundo piso y yo, desde abajo, escuchaba que llamaban a la dueña de la casa, pero como nosotros tenemos prohibido entrar, no salían afuera para atenderme. Estuve al sol casi 15 minutos, pero era imprescindible visitar esa casa porque a ambos lados había casos aislados por sospecha. Lo que ellos no esperaban era que yo me arriesgaría a subir, pero lo hice, y todos los de la casa estaban sentados en una mesa conversando. Cuando me vieron parada en la puerta, la cara, de la pena, se les caía.
«Se disculparon, pero es necesario que la población tenga en cuenta que nosotros, a pesar de ser estudiantes, merecemos respeto, porque ponemos nuestra vida y la de nuestras familias en riesgo por cuidar la de nuestra población en general.
«Otra anécdota es que nuestro dúo pesquisó a la niña Jennifer y su familia cuando llegaron de Guyana, porque ellos están en nuestra población del Consultorio del Médico de la Familia con el que estamos trabajando aquí, en Santa Marta; al igual que el animador que resultó fuente de contagio para varias personas en Matanzas estaba alquilado en una de nuestras casas, y les realizamos el seguimiento a los dueños de dicha vivienda».
—Hablas en plural, ¿te refieres a tus compañeros? Son muchos los estudiantes de Medicina involucrados hoy en esa tarea...
—Esta tarea que se nos ha asignado es dura y sacrificada, y lo primero que tenemos que tener en cuenta es que debemos extremar nuestras medidas higiénicas, pero me tomo el atrevimiento de hablar en plural porque creo que nuestro humanismo y amor hacia nuestra carrera y los demás ha aumentado.
—¿Cuál sería tu mensaje para la familia cubana?
—Mi mensaje para toda la familia es que extremen todas la medidas higiénicas, que en estos momentos todos los cuidados son pocos, y que esta es solo una triste etapa de nuestra historia que pasará dentro de pocos meses y por eso, para que pase más rápido, tenemos que hacer conciencia de que es una enfermedad más que letal, contagiosa, por lo que nuestra manera de demostrar nuestro amor es el aislamiento y el distanciamiento social.
Karen apenas rebasa los veinte años y cumple su quinto curso de Ciencias Médicas. Alguien podría verla como «una chiquilla», «la niña» que ni sus propios padres habían notado quizás cuánto creció. Ella es responsable y optimista, al mismo tiempo. Como tantos y tantas jóvenes que le plantan cara a esta pandemia hoy, niños y niñas que se nos han hecho grandes entre las manos y escriben hermosas historias de amor a la humanidad, a la vida. También por ellos #QuédateEnCasa.
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