El mito de la supremacía de EEUU en el fútbol femenino llega a su fin
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Estados Unidos llegó a la Copa Mundial Femenina con la moral por las nubes en cuanto a sus posibilidades de ganar un tercer título consecutivo, que no habría tenido precedentes, pero su eliminación en octavos de final a manos de Suecia demostró que su campaña se basó más en la esperanza que en la sustancia.
Después de ganar dos Mundiales consecutivos bajo la dirección de Jill Ellis en 2015-19, los esfuerzos de Vlatko Andonovski por regenerar a las tetracampeonas se considerarán un fracaso tras su derrota por 5-4 en la tanda de penales del domingo en Melbourne.
Estados Unidos sufrió su eliminación más temprana en la Copa Mundial con largueza, ya que nunca había faltado a una semifinal en los ocho torneos anteriores.
La brillante carrera internacional de Megan Rapinoe termina con una nota amarga y la derrota de Suecia escocerá a otras compañeras de una generación dorada, la que probablemente no aguantará hasta el próximo Mundial dentro de otros cuatro años.
La Copa Mundial de 2019 en Francia se verá ahora como el cénit de un equipo que una vez fue incomparable y que parecía más no tener rival durante gran parte de la década.
El fútbol ha cambiado irrevocablemente desde que Estados Unidos se impuso a Holanda por 2-0 en la final de Lyon y el aumento de la inversión en el fútbol femenino ha dado sus frutos en Europa.
La Liga Nacional de Fútbol Femenino (NWSL), con sede en Estados Unidos, ya no es el destino más atractivo para los mejores talentos del mundo.
Muchas jugadoras aspiran ahora a lucrativos contratos con clubes europeos de renombre y al sueño de un trofeo de la Liga de Campeones ante enormes multitudes.
Las leales estadounidenses se han quedado en un campo nacional cada vez más débil y cabe esperar una mayor dilución con los planes de nuevos equipos en los próximos años.
Las preocupaciones quedaron enterradas bajo una narrativa hiperbólica sobre la supremacía del fútbol femenino estadounidense, un mito que perduró hasta el torneo de Australia y Nueva Zelanda.
'No sólo jugamos en el fútbol mundial. Lo controlamos', dijo Brandi Chastain, dos veces campeona del mundo, en una promoción de la NWSL previa a la Copa Mundial.
A pesar de todas las fanfarronadas, las grietas han estado a la vista durante años.
Bajo la dirección de Andonovski, Estados Unidos se quedó fuera de las semifinales en los Juegos Olímpicos de Tokio y tuvo que confiar en las veteranas Rapinoe y Carli Lloyd para colgarse la medalla de bronce.
El año pasado encadenó una larga racha de victorias contra una sucesión de rivales modestos, pero quedó en evidencia ante la campeona de Europa, Inglaterra, a la que siguieron otras derrotas ante España y Alemania.
La victoria en la Copa SheBelieves a principios de año resultó ser una quimera más que la prueba de que el equipo había recuperado su mejor nivel.
Sin duda, las lesiones complicaron su misión en la Copa Mundial, ya que la capitana Becky Sauerbrunn y la delantera Mallory Swanson quedaron fuera de la convocatoria.
Sin embargo, Estados Unidos nunca dio la impresión de ser ganadora de la Copa Mundial en el arranque del torneo.
Empataron 1-1 con Holanda y habrían sido eliminadas por la debutante Portugal en la fase de grupos si el poste no las hubiera salvado en el empate a cero.
La imagen de Rapinoe y otras jugadoras bailando y sonriendo sobre el terreno de juego tras haberse salvado con Portugal enfureció a la ya retirada Lloyd, ahora comentarista de televisión, quien sugirió que el equipo estaba en negación.
Era difícil pensar lo contrario cuando Rapinoe dijo que tenía una 'confianza ciega' en sí misma y en sus compañeras, y que Estados Unidos sólo podía mejorar.
El domingo, Rapinoe estrelló su lanzamiento en el larguero, una de las tres estadounidenses que fallaron en la tanda de penales.
La eliminación de la Copa Mundial deja al fútbol femenino estadounidense en una encrucijada, y reflexionando sobre cómo puede salir del fango.
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