El Club Antinglobalista: Consideraciones sobre un golpe de Estado vikingo en Washington

El Club Antinglobalista: Consideraciones sobre un golpe de Estado vikingo en Washington
Fecha de publicación: 
9 Enero 2021
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Los bárbaros llegaron hasta el Capitolio. Nada pudieron hacer la guardia pretoriana, ni las leyes ni políticos de uno y otro partido. El aluvión vino desde las calles disfrazado de animal salvaje, con el aullido de los rabiosos y la fuerza de los impotentes. Personas de clase media baja y pobres en su mayoría, conspiranoicos de Internet, asaltaban las sillas del poder, sentándose en el sitial del líder del Congreso o entrando en las oficinas de las dependencias, como si hubiese caído para siempre la civilización. La correría vikinga enarbolaba las banderas del sur norteamericano y el nombre de Donald Trump, los símbolos de la Norteamérica blanca y supremacista. Casi diríamos que estos bárbaros, sin nombre ni batallas, eran los sucesores posmodernos de Jefferson Davis y las huestes que en el siglo antepasado reivindicaran la separación y el caos.

¿Qué ha sucedido en el Congreso norteamericano?, por más que se lancen análisis, teorías de la conspiración y series televisivas, el fenómeno tuvo dos dimensiones. La primera, hechológica, con su origen en el discurso que realizara Trump, llamando a desconocer una vez más las elecciones y su certificación en la cámara legislativa, lo cual generó en sus seguidores envalentonamiento y determinación al asalto. La segunda causa se hunde en un país que no ha logrado saldar deudas de desigualdad, racismo y xenofobia, con el consiguiente golpe que ello acarrea hacia un sistema político cuya estructura es federativa. O sea, una unión de estados o países no debiera, por fuerza de la lógica, poseer un único paradigma cultural legítimo a nivel de política ni de discurso social. Con el asalto de los bárbaros, representantes de los setenta millones de votantes de Trump, la Norteamérica blanca volvió a dejar claro que no entiende la derrota y que sacará su rifle, como en los viejos tiempos del salvaje oeste, o el hacha en la lejana era de Erick el Rojo.

Crisis estructural

Ambos partidos, demócrata y republicano, azuzan los odios y las divisiones, segmentando a los votantes a su favor, en un rejuego político. Más hacia el espectro liberal de izquierdas, personas como el electo Joe Biden usan el discurso de la inclusión y la diversidad para promover una imagen de respeto a los derechos humanos. Sin embargo, recordemos que esa treta, durante la administración Obama, no solo sirvió para fines electorales, sino para echar abajo otros gobiernos, justificando así invasiones y genocidios donde bien poco se respetó el derecho elemental a la vida y la soberanía.

El Partido Demócrata, fuertemente financiado por pesos pesados del globalismo como George Soros, se apega a una estrategia que apuesta por la implosión desde adentro, utilizando la segmentación diversa y de apariencia emancipatoria. En cuanto a sus contrarios republicanos, conocen etnográficamente la Norteamérica profunda, con el legado de supremacismo blanco que ello conlleva, y saben azuzar las frustraciones y las rabias a partir de la creación de corrientes racistas de acción y pensamiento.

¿Adónde van a llevar ambos partidos esta polarización?, quizás a una guerra civil o el desmembramiento del país. La manera de hacer política en este sistema ha abandonado los cauces democráticos burgueses y asumió hace tiempo el discurso del vale todo, de la post democracia y la post verdad. Poco importan los hechos, lo que interesa es conservar el poder, aunque ello implique el desconocimiento de las reglas. Por eso Trump apeló a las masas y la lucha de calle cuando se vio perdido. La caída en picada de los mecanismos y del prestigio de una manera de gobernar poco importa, cuando se tiene una visión de élite de la política. Aunque los medios globalistas se encarguen de decir mentiras, negándolo, tanto Antifa como Black Lives Matter cumplieron una función electorera y de caos, financiada por los demócratas. La violencia y el odio, desatados en los últimos meses, pudieran no tener vuelta atrás, pero dicho impacto sociológico poco les importa a los políticos y al establishment. Los supremacistas blancos, enarbolados en las redes sociales por Trump, promueven un movimiento cuyo callejón sin salida se hace evidente en un país donde cualquiera tiene armas de fuego.

Vistos estos factores, es casi comprensible la invasión bárbara al Capitolio, el primer intento de golpe de Estado que se conozca en Norteamérica. El terror ante las consecuencias de lo sucedido se vio de inmediato en el rostro de los congresistas, que salieron huyendo por los túneles del recinto. Ni ellos mismos, miembros de la cúpula del sistema, escaparían a un linchamiento de esas tropas de asalto facinerosas y sin límites, que llevaban una versión 3.0 del Destino Manifiesto.

Paralelismos

Los errores de algunos analistas situados a la izquierda están en colocar a los seguidores de Trump dentro de una élite o clase media alta, que se confabula contra negros y emigrantes. En realidad, los votantes del saliente presidente son en su mayoría pobres, lo que en el argot clasista se conoce como White trash, norteamericanos blancos con problemas económicos, a los cuales la derecha les ofrece una explicación alternativa y falsa de la crisis. Estos ciudadanos están entendiendo, a su manera básica de pensar, que el sistema les ha dado una puñalada trapera y que es hora de actuar por fuera de las reglas, colocando a un hombre fuerte en el poder, que les devuelva la grandeza y seguridad perdidas. Si bien es cierto que la élite globalista mundial se confabula para destruir y someter al resto del 99 por ciento de la humanidad, ello tiene una explicación clasista y de supervivencia del régimen más que desde las historias alternativas echadas a rodar por la derecha nacionalista tipo Trump.

El paralelismo con la Alemania posterior a la Primera Guerra Mundial es inevitable, si analizamos la presencia de la misma idea común en germanos y estadounidenses blancos: los de afuera, los extranjeros, los conspiradores, nos quitaron lo que somos y que antes poseíamos. Entonces, ¿para qué respetar las reglas? ¡Al ataque! El nazismo alemán fue más un producto sociológico del odio del pueblo llano que un fenómeno de millonarios, si bien hay que apuntar la participación de los banqueros, industriales y la élite internacional en el rearme alemán de entreguerras. Con el mayor ejército del mundo aún y con una población que dispone de rifles al por mayor, Estados Unidos pudiera ser el escenario de un movimiento antisistema en el mal sentido, o sea en el de las historias alternativas de la derecha racista. Ya de hecho Trump habla de continuar la lucha política en las calles y de una tercera fuerza para regresar en el 2024. Ello, de concretarse y tener pujanza, quebraría también el bipartidismo norteamericano.

En cuanto al uso de los medios de prensa, hay una semejanza entre el papel de la radio en el ascenso de Hitler y la función que, en las redes sociales, juega Trump. No podrá analizarse a esta Alt Rigth (derecha alternativa, como se la conoce), sin que se tengan en cuenta los foros y sitios de discusión donde se cuecen teorías conspiranoicas, todas en torno a la leyenda de la puñalada trapera y la llegada del mesías salvador. Las masas siguen esperando un caudillo, un populista, que las lleve a un estadio de restauración del paraíso perdido o de la utopía o el sueño americano en este caso. Hitler y la radio en su momento, con los discursos electrizantes y dramáticos. Trump y las redes, con el impacto de ideas sin base, pero que ruedan hasta volverse “verdades”.

Fuera de control

Lo peor es que los globalistas plantean acelerar lo que llaman el Gran Reseteo de la Economía, que incluye, entre tantas otras metas, la abolición del dinero y el ascenso de una cripto moneda única. Para hacer esto, solo deben ponerse de acuerdo las reservas de divisas mayores del mundo, incluyendo a la federal norteamericana. Bajo el gobierno nacionalista de Trump tal acuerdo era imposible, pero probablemente Biden sí le dé el visto bueno. El Partido Demócrata tiene una proyección mucho más sistémica y funcional dentro de la maquinaria de reciclaje del capitalismo.

¿Qué implica dicho acuerdo financiero?, el fin de las reglas impuestas durante la Conferencia de Breton Woods, cuando el dólar se erigió como divisa universal. Con ello, la artificiosa economía norteamericana experimentará una caída en picada, ya que dejará de pagar con papel, impreso sin costo alguno, la adquisición de bienes de consumo y servicio. Se calcula que el descenso en el nivel de vida del ciudadano medio será hasta un 22 por ciento, con lo cual Estados Unidos deberá vivir de su propia fuerza como país, y no más de una economía inflacionaria. La relación entre desempleo, pobreza y caída del nivel adquisitivo y el ascenso del ultranacionalismo de Trump pudiera volverse una espiral recurrente, en la cual queden abolidas las reglas democráticas formales y se le dé paso a un populismo fuerte, apoyado por millones, con la falsa ilusión de “hacer a América grande otra vez”. El ciudadano medio de aquel país, difícilmente aceptará con tranquilidad y resignación las consecuencias de un nuevo Breton Woods.

El cambio que desean los globalistas está provocando, sobre todo desde que inició la pandemia, que muchos propietarios cambien sus fortunas por bienes raíces, oro y plata así como que Rusia y China hagan lo mismo, dado el efecto dominó que ello tendría sobre sus economías. De hecho el gigante asiático posee las mayores reservas de dólares, por lo que se vería afectado. La agenda globalista, con la cripto moneda, haría pues una jugada perfecta contra sus enemigos proteccionistas de derecha e izquierda. Estamos hablando de familias a las cuales poco les interesa otra ideología que no sea la autoconservación de su poderío, el cual se basa en la banca. Ante el peligro de que la burbuja de dólar los llegue a afectar, el Club Bilderberg y el Foro de Davos prefieren hundir a Estados Unidos en el caos y la decadencia. El capitalismo no tiene patria.

Fuera de control, el odio de las masas podrá sobrepasar cualquier predicción. Este desenlace ya se veía venir desde que Trump, invitado de honor a Davos en 2018, dejara claro que no entraría en el reseteo económico y que sería proteccionista con los fondos y privilegios de imprenta de la Reserva Federal, último reducto a fin de cuentas del poder norteamericano sobre el resto del mundo. Aquella postura marcó el resultado de las elecciones del 2020, los globalistas buscaron la manera de una transición, al precio que fuese. La respuesta será más caos, violencia, confusión y, por supuesto, la continuidad de la lógica de la muerte y el saqueo.

Lo visto en Washington es solo el principio, la masa será utilizada como lo fue en Alemania, porque los medios están dispuestos para eso de uno y otro bando dentro de las pugnas del poder. La primera víctima, como en toda guerra, es la verdad.

 

Comentarios

Banana Republic, ahora lo que tienen que hacer es invadirse ellos mismos con las divisiones aerotranportadas bajo el apoyo de la OEA,como han hecho a lo largo de la historia en otros países en defensa de la democracia.
osmanimm64@nauta.com.cu

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