El Club Antiglobalista: ¿Quién quiere censurar esta columna?

El Club Antiglobalista: ¿Quién quiere censurar esta columna?
Fecha de publicación: 
27 Febrero 2021
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Nadie ha visto nunca al Gran Hermano”.

George Orwell (1984)

Mientras escribo este artículo, mi cuenta de Facebook cumple el penúltimo de siete días de sanción sin derecho a comentar, dar like o pedir amistad. Desde que se iniciara el gobierno de Joe Biden, las protestas de los usuarios, debido al gatillo alegre de los supervisores de las redes sociales, van en aumento. La respuesta que ofrecen en Sillicon Valley es poco convincente: se ha reducido el personal en las oficinas y por ello aumenta la toma de decisiones drásticas, sin que haya mucha deliberación en torno a conflictos de contenido.

Lo cierto es que la administración Biden comenzó con un hecho de censura que pudiera ser paradigmático y ante el cual se pronunciaron varios gobernantes del mundo: el cierre de las cuentas en redes de Donald Trump. Sabido es que el ex presidente se caracterizaba por lanzar teorías de la conspiración, relatos alternativos y campañas de descrédito, pero ni era el único ni el peor, ya que esos espacios se han convertido de hecho en hervideros de mentiras, linchamientos mediáticos, ajustes de cuentas. Una ojeada al libro “Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato” de Jaron Lanier, nos arroja que, lejos de ser colateral, episódico, aislado, el fenómeno de los fake news deviene motor impulsor de interacciones que elevan la viralidad y  por ende la ganancia comercial de los dueños de compañías de redes sociales. La eliminación selectiva de discursos no responde necesariamente a una ética consensual, sino a intereses empresariales y políticos que están imbricados con el universo digital.

Esta vez censuraron una portada de la novela “1984” de George Orwell que acompañaba mi última columna de Cubasí. La red social primero tapó la imagen, con un mensaje que la declaraba ofensiva, luego me restringió por 24 horas y por último, sin previa advertencia, extendió la sanción a 7 días. Lo peor de estas redes sociales es que ya definen qué es lo políticamente correcto, con lo cual ello tiene un impacto en el mundo real y en la construcción de un consenso ético y práctico en torno al comportamiento de los sujetos sociales. No es la primera vez que me censuran, solo llama la atención que ejercen dicho poder sobre una columna donde se hablaba del libro de Lanier, así como de la eficacia en términos de control, del concepto de redil o sea cuando te unes a una red social y no puede escapar de sus administradores pues ellos manejan todos los datos de tu vida, incluyendo chats, correos, detalles íntimos.

Producto de la politización del tratamiento del tema Cuba en redes, determinadas personas en la isla sufren persecución por casi cualquier contenido que suban a Internet. Los operadores web, que trabajan anexos a los servicios de inteligencia norteamericanos, quieren, sin dudas, establecer una cultura de la cancelación manejando el volumen de voz de quienes se expresan. Para unos, los que convienen, habrá toda la libertad del mundo, para otros, solo el silenciamiento, la persecución y el boicot en forma de violencia simbólica y chantaje. El gran error de la humanidad ha sido entregarle a un grupo de personas, llámense los dueños de las redes, el poder sobre la totalidad de la vida. Ello genera una diferencia  insalvable, en la base de la cual está el concepto de propiedad privada y el impacto sobre la esfera pública.

Ya lo real no es lo real, sino lo virtual. El motor de búsqueda de Google ha sustituido a la moralidad práctica cotidiana y pretende hacerlo también con los poderes fácticos y judiciales de este mundo. Ray Kurzweil, el ingeniero desarrollador de Sillicon Valley,  ha presentado un proyecto, el “metaverso”, donde le cedemos a la compañía el derecho a nuestra identidad luego de la muerte para fabricar un ente a partir de la inteligencia artificial. Pasaríamos así a ser programas digitales bajo el control de un algoritmo. Kurzweil es uno de los impulsores de la filosofía llamada transhumanismo, que propone la creación de ciborgs, posthumanos y de una Matrix electrónica o especie de universo alternativo que sustituya el mundo físico. Los beneficios estarían en alcanzar varias metas que hasta ahora son sueños irrealizables: la súper longevidad, la súper inteligencia y la súper salud corporal. Sin embargo, el precio a pagar será la pérdida de la vida privada, pues como casi siempre acontece en la historia, estaríamos cambiando la libertad por la seguridad.

Kurzweil toma medicamentos que le retrasan el proceso degradativo de la vejez y declara que lo hace para llegar vivo al momento en que su idea se lleve a la práctica que será, según dice, muy pronto. Pero para ir ensayando esos mecanismos que conducen al control social y a ejercer un concepto de redil sobre los usuarios, las redes endurecen su poder sobre lo que es o no considerado como verdad, como moral y digno de existir. Se han creado comandos en torno a dichos conceptos que no son ya salidos de un consenso y una tradición democrática de la política, sino de caprichos directos, de comandos de las élites que teledirigen la realidad virtual.

La censura en Google

Varias de las noticias en torno a fake news urdidas desde Occidente en contra de Rusia, se desmontaron en medios como Sputnik y RT, sin embargo los buscadores han aplicado la eliminación selectiva de contenidos. Los despachos rusos que desmienten las matrices de desinformación han sido retirados por las compañías de las redes. Para paliar esto último, los medios vinculados a Moscú desarrollaron una manera muy curiosa y humorística de evidenciar la censura y seguir denunciando. Por ejemplo, si buscamos un artículo sobre el vínculo de Soros con el pago a periodistas para que hablen mal de Putin, veremos que el enlace fue censurado y que conduce a una imagen donde el medio Sputnik dice: “La página que estás buscando no existe, como tampoco existen evidencias de injerencia rusa en las elecciones de Estados Unidos en el año 2016”.

Y es que el propio Putin ha denunciado, así como su canciller Lavrov, el poder corporativo que sobresale de Sillicon Valley y que impacta en la política. Ya compañías como Facebook se comportan como Estados fuera de toda regulación y que lanzan bulas y líneas de propaganda a nivel global. Otro gran error de la humanidad ha sido dejar que el concepto filosófico de verdad pase de la voluntad práctica a las redes, con el consiguiente peligro que ello implica. De tal manera, Mark Zuckerberg posee el potencial más que nadie en la historia para ejercer un biopoder cuasi religioso, a partir del manejo de identidades, con lo cual el dinero no es lo que interesa en el mundo que ya está naciendo, sino una especie de feudalismo donde unos seres humanos viven con más jerarquía que otros y eso se mantiene invariable.

Bill Gates asoma el rostro

En un video que se hizo viral, el propietario de Microsoft devenido en el principal beneficiario y accionista de vacunas contra el coronavirus, dijo que había que endurecer la censura en las redes sociales en contra de lo que llamó teorías de la conspiración en su contra. Con un evidente enojo, Gates dejaba ver de esta manera su poder personal sobre lo que es o no considerado real o ético en la web, con lo cual se disparaba en el pie en términos lógicos. ¿Cuánta gente tiene la oportunidad para decir públicamente que Facebook debería retirar este o aquel contenido?, muy poca. El magnate quería mostrar que todo lo dicho contra él era incierto y lo hizo evidenciando la fuerza que posee para estigmatizar y perseguir disidentes a través de los sitios de internet. Y es que las protestas en las calles están disminuyendo el interés del pueblo por las vacunas que provienen del financiamiento privado, toda vez que se evidencia la especulación y el beneficio monetario generados por el coronavirus.

Unas pocas semanas después, Facebook colocó, junto a las medidas contra el acoso, el bullyng o la difamación, la prohibición de hablar en redes sobre la Covid 19, con lo cual se abrogan el derecho a los relatos correctos en torno a la más reciente pandemia. El gesto no ha sido denunciado ni por Naciones Unidas, ni por ningún organismo internacional en torno a la gobernanza de Internet. Bajo esta sombrilla, cualquier medio o periodista podrán ser acusados y perder toda la información que suban a sus sitios. Obviamente una medida como la tomada por Zuckerberg solo aumenta el número de teorías de la conspiración, a la vez que tiende a darle credibilidad a las acusaciones que se hacen contra Bill Gates y todo el lobby corporativo de Sillicon Valley.

El ojo omnipresente de la agenda globalista

La pandemia ha servido para avanzar un nuevo proyecto político global, uno que no se basa en el dinero tal y como lo conocemos, sino en el control sobre las masas. El nuevo orden intenta sostener todas y cada una de nuestras interacciones y convertirlas en resortes para el poder de otros. Este feudalismo electrónico cuenta con sus fieles cancerberos, periodistas y agencias de comunicación, que hacen el coro y participan de forma interesada.

Uno de los peligros que ya se palpan es la creación de índices o listas negras. Las más recientes se refieren a sitios donde se habla de la agenda globalista. Se coloca en la picota a medios de prensa y periodistas del mundo y se intenta un ejercicio de desprestigio e intimidación. Naciones Unidas, por otro lado, acaba de pedir un informe pormenorizado de aquellos que critiquen la agenda de género o sea de quienes no acepten determinados enfoques tóxicos llevados adelante sobre todo por la Open Society Foundations de Soros. De tal forma, los espacios offline se impregnan y politizan, en franca violación de la política consensuada y real que hasta el momento existía más o menos.

Se impone el linchamiento mediante la exposición de las personas en las redes o en los motores de búsqueda, el asesinato de imagen y la presión mediática, el uso de listas negras, el fin de la política como la toma de decisiones mediante votos y el inicio de un estilo donde lo virtual determina qué es correcto y democrático.

Analistas y politólogos desarrollan la línea de que ya no es posible seguir hablando de los conflictos de forma local o en términos de polaridad. Lo que está surgiendo es un nuevo orden globalista que comienza en lo doméstico y que abarca cada detalle de la vida pública. El régimen no hará excepciones y aplastará el viejo orden en la medida en que la dependencia hacia las tecnologías aumente y dejemos atrás las maneras tradicionales de vivir. Se trata de globalismo contra soberanía en lo nacional y lo privado y la pelea es dispareja, asimétrica y aún no se ha comprendido ni interiorizado.

Más sanciones

Mientras no seamos usuarios dóciles que aceptemos las líneas ideológicas que baja Facebook, estaremos en índices y listas negras y nuestras ideas serán motivo de persecución, burla y censura. El gran salto está en darnos cuenta de que eso está sucediendo y no mirar el uso de estos medios virtuales como un simple ejercicio lúdico, ni con la ingenuidad de antaño. Las 20 mayores fortunas que crecieron gracias al coronavirus en el año pasado, se lo deben al aumento de las interacciones en las redes e Internet. Una fusión de poderes biopolíticos, tecnológicos y factuales, está a la vuelta de la esquina.

Pareciera que el gobierno de Biden fuera una premonición, el anuncio de lo que nos viene encima. Eliminar las cuentas de Trump tuvo un significado muy claro: “no haremos distinciones, nosotros decidimos sobre el mundo”. ¡Ay de quienes no hayan entendido! Mientras, esperemos que en el transcurso de los próximos años las redes se transformen en un mecanismo con más sanciones que verdades, con más linchamiento que debates, con seres humanos de primera categoría y otros de segunda...

 

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