El Club Antiglobalista: Para que Rockefeller coma, nosotros tenemos que morir
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¿Un carro, una casa y una mujer bella?
¿Cómo imaginamos la economía del futuro?, a juzgar por lo que publica la página web del Foro Mundial de Davos, habrá un planeta basado en la propiedad colectiva, donde nada será de nadie y todo lo que se use o consuma tendrá la marca de un servicio público. Por ello la élite habla hoy incluso de socialismo o de capitalismo de partes interesadas o con rostro humano. Más allá de esos cuentos de hadas, pintados con colores en las reuniones de Davos, el reseteo de la economía de mercado tiene como causa el simple hecho de que los multimillonarios saben que los recursos tienen fecha de caducidad y deberán ellos mismos ponerle fin al actual sistema, so pena de desaparecer. Varios estudiosos del tema reconocen que esa élite, entre ellos los integrantes del Comité de los 300, quiere incluso desaparecer el dinero, con lo cual las transacciones serían aún más invisibles, controladas y en manos de unos poquísimos privilegiados.
Ocurre que, como bien saben los amos del mundo, el dinero no existe, sino que se basa en la voluntad especulativa de quienes detentan la propiedad sobre los casinos, dígase bolsas de valores, donde se apuesta día a día por cada cosa considerada un producto mercantil. Ni el dólar, ni el euro, ni la libra representan necesariamente la economía, sino que son el humo que encubre el verdadero poder, que es la capacidad de decidir sobre los recursos y la gente. John Coleman, un antiguo agente de las élites, retrata en su libro “El Comité de los 300” el papel que tienen los bancos en el lavado de dinero y la evasión fiscal, dos procesos sin los cuales hoy no existieran buena parte de las fortunas. Allí se relata cómo hay dos mecanismos esenciales para sostener el actual sistema, uno es la droga y otro son las deudas de las diferentes naciones.
Los procesos de dominación vigentes se dan mediante la destrucción de los Estados Naciones, a través de ingenierías sociales que los colocan a merced de los capitales foráneos. La droga, por ejemplo, no solo doblega la voluntad de los pueblos, creando caos e ingobernabilidad (como pasó en el pasado con la China de las Guerras del Opio y en el presente con Colombia), sino que sirve como pretexto a las potencias para intervenir con las armas en esos territorios para “imponer el orden”. La deuda externa realiza una operación similar, ya que se basa en que el débito sea impagable y que los gobernantes de los países queden al servicio de la banca internacional y los caprichos de quienes detentan las mayores acciones, o sea los magnates financistas.
Para Coleman, el laboratorio donde se toman las decisiones en torno a estos asuntos reside en el Comité de los 300, un grupo de súper banqueros, empeñados en controlar el flujo de las transacciones que rigen al mercado. La antigüedad de esa élite hay que remontarla a los inicios de la expansión capitalista y el surgimiento de los grandes préstamos, no obstante, fue en tiempos de las Guerras del Opio a mediados del siglo XIX, cuando se creó el Comité de los 300, con el fin de manejar el negocio de la droga del Medio Oriente, cuestión que aún realiza en todo el mundo. Para el periodista Daniel Estulin, autor de La verdadera historia del Club Bilderberg, el engranaje real que hace moverse a la economía financiera es precisamente el negocio de la droga, cuyas ganancias se lavan en los bancos, a través de actividades financieras, como pueden serlo los mismos préstamos a los países subdesarrollados, en forma de “ayudas filantrópicas”.
La maquinaria del mal
Una nota en la agencia rusa RT publicada el 3 de marzo del 2014 daba cuenta de las declaraciones de una ex jurista que estuvo al servicio del Banco Mundial. Karen Hudes, con más de veinte años de asesoría y acceso a las fuentes esenciales del sistema financiero, da cuenta de que, lo que dice, no es una teoría de la conspiración. Según declara, la élite usa un núcleo duro y secreto de instituciones y grupos corporativos, que dominan el mundo tras bambalinas. “Lo que realmente sucede es que los recursos son propiedad de muy pocas personas”, aseveró. Además, dijo, lo que ya muchos sabemos, que a los medios de prensa no se les está permitido adentrarse en esos mecanismos, pues forman parte de esa inmensa propiedad corporativa.
La ex jurista formó parte de una investigación del Instituto Federal Suizo de Tecnología, el cual arrojó como resultado que existe una súper entidad de 147 megacorporaciones que maneja al menos a 37 millones de empresas en todo el mundo, lo cual es, al menos el 40 por ciento de la economía de todo el globo. Según Hudes las élites controlan muchísimo más, entre otras tantas, las entidades no elegidas y que no rinden cuentas, pero que rigen el mercado de valores de los países, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), así como los principales bancos centrales como la Reserva Federal Estadounidense. En esas instancias se decide la cantidad de dinero a imprimir, así como el valor real de esas monedas con respecto al mercado y los productos. Todo esto ocurre por fuera de mecanismos democráticos o legales, donde los afectados, los pueblos, puedan fiscalizar, pedir cuentas o hacer sondeos, siendo esta la verdadera cara del sistema neoliberal que se auto proclama paladín de los derechos y libertades.
Según Hudes, el banco de todos los bancos, muy poco mencionado para evitar miradas indiscretas, es el de Pagos Internacionales (BPI) con sede en Suiza y con varias sucursales en todo el planeta, así se controla secretamente la emisión de dinero en todo el mundo. Tiene total inmunidad de impuestos, por lo cual sirve para el lavado de activos financieros y tampoco es una entidad elegida, ni que se fiscalice por ningún gobierno u organismo internacional. Según Hudes, hoy 58 bancos centrales están sujetos a este poder que tiene más control sobre la economía de los Estados Unidos que cualquier partido o político. Las reuniones del BPI tienen lugar cada dos meses y ahí se decide el destino de todos los seres humanos, sin que tan siquiera lo sepamos. Esta entidad de la élite es la piedra angular del futuro sistema financiero integrado o gobierno mundial, que se prepara con la desaparición de las monedas físicas y el surgimiento de una única forma electrónica de participar en las operaciones del mercado.
Esclavos de la deuda
Ya en el siglo pasado se le llamó eterna a la nombrada deuda externa, porque su objetivo, más allá del discurso de los financistas, es la sujeción de los países desde la economía. Hudes declaró acerca de esto: “Quieren que seamos eslavos de los débitos, que nuestros gobiernos se dobleguen mediante la financiación de las campañas de los políticos”. Un fenómeno que ya viene ocurriendo hace décadas y que convierte en inoperante y vacío el voto popular por uno u otro candidato, cuando ambos representan al mismo sistema que les paga sus gastos de ascenso al poder.
Hacia el tercer mundo, países con eterna necesidad de créditos bancarios, los poderes globales se comportan aún más rapaces, ya que no solo pagan a sus propios políticos mediante los gastos de campaña, sino que la deuda estatal convierte el mecanismo de la democracia en un simple juego televisivo. En la página web de la Open Society de George Soros aparecen como personal confiable en la Argentina tanto políticos de la derecha, como de centro e izquierda, a través de los cuales se impulsan agendas que beneficien los intereses del gran capital prestamista.
Todo el espectro ha sido cubierto por los intereses del Estado Profundo Mundial, que es el verdadero poder detrás de los gobiernos, de hecho, hoy quien maneja la deuda de Argentina y uno de los mayores compradores inversionistas de los bienes naturales de ese país, es Soros.
El experimento es vaciar de contenido a los Estados haciéndolos inoperantes, para que luego aparezca la banca mundial como la salvadora, saliendo de este proceso nuevas formas de entender el sistema donde se consolida el poder de la élite sobre la propiedad de los pocos recursos naturales que vayan quedando. Como dice Daniel Estulin, para que Rockefeller coma, nosotros tenemos que morir.
Un carro, una casa, una mujer bella
A la vez que existen esos poderes fácticos en lo concerniente a lo financiero, el trabajo cultural desde los medios propagandísticos ha sembrado estereotipos de vidas funcionales al consumo, que permiten al sistema seguir vendiendo mientras haya recursos que explotar. El poder de las imágenes genera un cúmulo de personas que actúan por compulsividad y no racionalmente, haciendo que estas se endeuden y les paguen a crédito los productos a las compañías, en un proceso en espiral que no tiene fin. Muchos mueren en el llamado primer mundo, debiendo un monto tan impagable, que no les alcanzaría con esta vida ni con dos más para saldar. El sistema lo sabe, pero tiene que vender, ahí reside el motor y también la debilidad de la actual economía, en que todo se basa en imágenes: un carro, una casa, una mujer bella. Las ambiciones ya no son metas concretas, sino fantasmas creados a partir de la industria cultural.
En medio de la decadencia del sistema extractivo, que surge porque los recursos no son infinitos, los dueños del financismo internacional hablan del reseteo de la economía y de un supuesto socialismo. En realidad se trata de sujetar más fuerte aún los recursos y las personas, cuando se acaben productos como el petróleo y haya que traspasarse a un nuevo paradigma tecnológico, uno que no va a requerir de tanta mano de obra y donde el dinero va a estar casi exclusivamente en manos de una pequeñísima élite. El actual orden, llámesele capitalista o neoliberal, no es eterno, y sus dueños lo saben. Solo que ellos, los amos, quieren seguir detentando las riendas del futuro, cueste lo que cueste, y lo harán generando nuevas maneras de dominación.
Un mundo que deberá unificarse en un único Estado, bajo el poder de transacciones invisibles en manos de la élite, no está lejos, si analizamos que hoy los gobiernos no se manejan ellos mismos, sino que dependen del favor y del mando de la deuda por parte de los acreedores internacionales. ¿El principio del fin?, mucho se especula en torno a lo que sucederá con este sistema decadente, donde se ha querido incluso decretar el fin de la historia.
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Yovanis
Lin
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