EDITORIAL: El mismo Partido, la misma Revolución

EDITORIAL: El mismo Partido, la misma Revolución
Fecha de publicación: 
19 Abril 2021
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El recién electo primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), Miguel Díaz-Canel Bermúdez, no es un improvisado. Es un revolucionario que ha desempeñado con rigor y alto sentido de la ética importantes responsabilidades en el Partido, el Estado y el gobierno. Es ejemplo de la aplicación de una efectiva política de cuadros, que debería ser referencia en todos los niveles. Es un servidor público. 

Lo que para los eternos adversarios de la Revolución Cubana es su principal defecto, resulta en realidad un valor: Miguel Díaz-Canel Bermúdez es "el continuador". A los que apostaban por una ruptura, por el desconocimiento "pragmático" de los principios fundacionales del PCC, el VIII Congreso les ha respondido con la preservación de una matriz ideológica, en permanente diálogo con las peculiaridades de la época, del contexto. Esa es la esencia de un concepto que se ha repetido mucho: "continuidad".

Continuidad no es inmovilismo. Es coherencia. Es dialéctica. El país ha cambiado y el Partido asume el desafío permanente de marchar con los tiempos. Pero eso no significa cambiar el rumbo, porque ese rumbo ha sido trazado, en un proceso ciertamente arduo, por la vanguardia política de la nación. Y ha sido la voluntad popular, la mayoritaria. La soberanía no se puede negociar. La dignidad es irrenunciable. El legado de los próceres, sagrado. Y es dable una sociedad cada vez más justa, más solidaria. Luchar por ese futuro es el camino que ha elegido Cuba, con conciencia de los muchos obstáculos del presente.

El PCC es, utilizando una metáfora, el crisol de esas aspiraciones. Su rol es guiar el proceso para su concreción, en dinámicas diáfanamente democráticas. Y promoviendo siempre la unidad nacional, que es la principal garantía para un proyecto de sociedad próspera y sostenible. 

Sin políticas concretas todo lo anterior pudiera parecer pura retórica. El Congreso ha explicitado lineamientos que deben encontrar vías de implementación en los diferentes ámbitos de la vida nacional. Hay muchos desafíos: Que el ejercicio legislativo, administrativo y de control estén a la altura de las demandas de la ciudadanía. Que se consoliden cada vez más espacios para el diálogo e incluso la honesta confrontación de ideas, en un estado socialista de derecho y una democracia genuinamente participativa. Y al mismo tiempo, que se afiancen principios de autodeterminación, la defensa de una identidad, ante el embate de un nuevo imperialismo económico, político y cultural, cada vez más voraz.

Como se puede apreciar, es una misión compleja. Y así la entiende la nueva dirección del PCC. Asumir el relevo de la generación histórica no es un simple premio o un regodeo vanidoso: es un compromiso, una responsabilidad histórica. 

Y no solo de los principales dirigentes partidistas, sino de toda la militancia. Porque esa militancia, en definitiva, forma parte del pueblo. Es pueblo. El Partido Comunista de Cuba no debe ser entendido como entidad elitista y desvinculada de las bases sociales. En esas bases están las raíces y deben estar los frutos.

Este sigue siendo el Partido de Fidel Castro. El Partido de Raúl. El que atesoró y no dejó morir la tradición de lucha que iniciaron los primeros próceres. La Revolución de Fidel es la de Céspedes y Martí. Y este es el Partido de la Revolución. Por lo tanto, es (tiene que seguir siendo) el Partido del futuro.

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