DE LA HISTORIA DEPORTIVA: Kuts a pesar de la muerte

DE LA HISTORIA DEPORTIVA: Kuts a pesar de la muerte
Fecha de publicación: 
2 Diciembre 2021
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La mano derecha es caricia en la cabeza del nietecito; ahora, agarra el periódico. Los ojos hacia la página deportiva donde un título grita: "Murió Vladimir Kuts ayer". El anciano australiano bebe la información, observa la foto del gran atleta, siente tristeza, recuerda. El niño se da cuenta, pregunta; la respuesta viene con una narración.

“Fue el mejor de la Olimpiada que se celebró aquí. ¡Qué soviético aquel! Tenaz, seguro. Era una delegación tremenda, logró más medallas que la norteamericana. Pero el marinero férreo, así le nombraban, me llegó más que ninguno de sus integrantes, con su cara seria y amistosa a la vez, con sus zancadas firmes. Al conquistar la victoria, hablaba a besos de su patria, le dedicaba el triunfo. Muchacho, fue el héroe de los Juegos: se echó en el bolsillo los 5 000 y los 10 000 fajado con los mejores de la época; todos vinieron a Melbourne”.

Sigue rememorando: “Estaban los ingleses Gordon Pirie, Christopher Chataway y Derek Ibbotson; por nosotros se batieron Lawrence, Power y Stephen, también se batió un polaco, sí: ya me acuerdo. Ah, su nombre lo trae el comentario de la publicación y me salva porque cuesta trabajo decirlo: Krzykkewiak. Me faltan el coterráneo de Vladimir, Cherniasvki, y un argelino que corrió por Francia, Mimoun...”

Malicia al sonreír: “Muchos no creían en Kuts. En vísperas de los 10 000, en uno de nuestros diarios se podía leer un trabajo que dudaba de  la calidad de la estrella. Más o menos decía así: ¿Podrá un robot derrotar a un atleta que piensa? En una batalla de ingenio, de inteligencia, con táctica, Kuts está perdido.  Hasta el recordista mundial de la milla, Roger Bannister, se equivocó: llegó a opinar que Kuts es solo una despiadada máquina de correr. El aludido les hizo tragar las palabras de este tipo a quienes no creyeron en él.”

Yo estaba en el Cricket Ground la tarde cuando se burló de los incrédulos en los 10 000. No pude asistir a la otra distancia porque no tenía más dinero. Más de cien mil personas lo vieron vencer, brincar de alegría y abrazar a los rivales. Con los brazos en alto contestaba afectuosamente a los aplausos.
 
El periódico donde salió aquel artículo publicó una foto del nuevo as acompañado de algo así: El fabuloso Kuts ha conquistado el corazón de los australianos. Bannister pediría disculpas en un escrito. No lo comparó más nunca con una máquina: reconoció que el campeón no era únicamente poder físico, sino, además, cerebro bien dotado. Sí, yo estaba aquella tarde de su victoria...”.  Se acaricia el pelo. Cruza los brazos. Rememora. Sueña. El narrador se ha quedado dormido. El adolescente coloca una almohada debajo de la cabeza del abuelo.

PRESENCIÉ AQUELLOS 10 000

Viernes 23 de noviembre de 1956. Son 23 los fondistas que disputarán el cetro de los 10 000 olímpicos en representación de 13 naciones. ¡El disparo...! Kuts se sitúa al frente. Avanza, avanza... ¿Qué es esto? El ritmo es bueno para los 1 500, pero en esta distancia...  ¡Está loco! Primera vuelta. La hizo en un minuto y 4 segundos. Faltan 24. El británico Pirie acepta el reto. Entra pegadito... En el torneo europeo albergado por Noruega le siguió los pasos en los 5 000, le quitó la fuerza y, al final, lo sobrepasó para llevarse la presea dorada e imponer récord del orbe.
 
Vladimir se mantiene fuerte. Próximas vueltas: 1:8.6; 1: 8.8 y 1:8. Aprieta en la quinta: 1: 4.8. Gordon se rezaga... Falsa alarma: en la sexta se aproxima. La velocidad ha bajado: 1: 11. 6. A los dos de la vanguardia se les unen Kovacs, Lawrence y Cherniasvki. Séptimo recorrido: Kuts invita a Pirie a encabezar la lucha: éste no acepta: 1: 8.8. Llegan a los 5 000. ¿En cuánto...? ¡Cómo! Han igualado la marca del clásico para la distancia en poder de Zatopeck: 14 minutos, 6 segundos y 6 décimas. Pirie a la sombra de Vladimir cual gato que espera el momento para saltar.
 
¿Qué le pasa al soviético? ¿Se habrá cansado? En esa vuelta, la decimosexta, casi ha cesado de correr, se aparta a la derecha, vuelve el rostro hacia su enconado contrincante. Le señala que se ponga al frente. No quiere. La vuelta en 1: 13. ¡Miren...! Kuts acelera...  

El de Inglaterra no cede. Va muy cerca en la decimoséptima. Son dos bravos.  Pasan: 1:8.6. Pirie con las mejores posibilidades por su final superior. Vuelta 20: ¡Pirie al frente! Lleva 100 metros de ventaja. En la 21, otro golpe de Kuts: aprieta de nuevo. El inglés... ¡No puede! Las piernas le pesan un mundo; la faz es la tristeza, la fatiga, la derrota. Lo dejan atrás Kovacs, Lawrence, Krzykkewiak, Norris, Cherniasvki, Power...
   
La 25, la última. Vladimir Kuts mantiene su paso. Los oponentes, lejos. A centímetros de la meta... ¡La cruza! La corona, récord olímpico con 28: 45.6. Vicetitular: Josaef Kovacs con 28: 52.4; tercero, Allan Lawrence por  28:53.6.  ¡Silencio! Pirie declara a la prensa: “Me ha matado. Es un contrario con el que no puedo competir; es un corredor al que jamás podré superar”.
 
Aprende su lección. En los 5 000, se contenta con el segundo lugar, por debajo de su oponente 13: 39.6 por 13: 50.6.

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