«The Beatles Get Back» y el eterno retorno de la beatlemanía

«The Beatles Get Back» y el eterno retorno de la beatlemanía
Fecha de publicación: 
2 Diciembre 2021
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Sucedió este último fin de semana. Durante los días 25, 26 y 27 de noviembre se produjo el esperado estreno de la miniserie documental The Beatles Get Back, dirigida por el realizador neozelandés Peter Jackson (El Señor de los Anillos) y producida por la plataforma online Disney+, sobre las sesiones de trabajo de la banda más famosa de todos los tiempos en la preparación del álbum Let It Be, que culminaron con su último concierto en vivo en la azotea de un edificio londinense el 30 de enero de 1969.

Ningún regalo de fin de año mejor para los beatlemaníacos de todo el planeta, que siguen sumando millones a pesar de las cinco décadas transcurridas desde la desintegración del cuarteto, y que en 2020 estuvieron aguardando por un estreno en las salas que nunca se produjo por causa ―una vez más― de la pandemia.

The Beatles Get Back les llega ahora como un presente televisivo de Navidad, fruto de cuatro años de trabajo de Jackson y su equipo con 150 horas de audio y 60 horas de imágenes originalmente grabados con dos cámaras de 16 mm y dos grabadoras Nagra, que fueron sometidos a un laborioso proceso de restauración en estudios de Nueva Zelanda y que dieron como resultado, luego de las 18 horas del primer corte, una miniserie de tres capítulos con más de dos horas de duración cada uno.

Esta serie tiene su historia, que se remonta a enero de 1969, cuando por primera vez se le brindó acceso a un equipo de cine, dirigido por el realizador Michael Lindsay-Hogg, a las sesiones de ajustes finales de canciones, ensayos y grabaciones del conjunto, en lo que constituyó un excepcional testimonio de su mecánica interna de trabajo, de la interacción creativa entre sus miembros, de genialidades y frivolidades y, en general, de un ambiente de distensión y regocijo que a duras penas delata las diferencias y fisuras ―la deserción por algunos días de George Harrison― que desde hacía algún tiempo anunciaban el fin de Los Beatles.

Los ya maduros “chicos de Liverpool” tenían menos de tres semanas para terminar de escribir y grabar las 14 canciones de su nuevo álbum. Se planeaba darlas a conocer en un concierto para la televisión del cual se haría posteriormente un documental. Hacía tres años que Los Beatles no ofrecían un concierto en vivo.

Obviamente, las escenas y diálogos de ese maratón de horas filmadas nos muestran a unos Beatles conscientes de que están siendo grabados, y para quienes como ellos estaban entrenados en la actuación cinematográfica (A Hard Day's Night, Help!, Magical Mystery Tour, además de las que interpretaron por separado) no resultaba difícil incurrir en la tentación de posar, incluso aunque no lo hicieran frente a cámara.

Ello condiciona y mediatiza una “intimidad” que no es absoluta, pero que aun así crea suficiente rapport entre cineastas y músicos como para desvelar facetas de personalidades y relaciones que nos permiten conocer mejor algunos mitos y desmitificar otros.

En realidad, el mérito principal de este material que ahora da a conocer Disney+ está en su origen, al que ahora se le ha añadido la ampliación, remasterización y, sobre todo, un enfoque más afín a la glorificación del ocaso visto en retrospectiva que a la visión más sombría del momento en que se produjo el documental original de Lindsay-Hogg, Let It Be (1970), considerado entonces como un incómodo testigo del inminente desenlace.

Efectivamente, estrenado poco después de la salida del álbum homónimo, el filme coincidió con la debacle pública del conjunto. Nominado a los premios Óscar de ese año, ninguno de los cuatro autores e intérpretes fue a recoger la estatuilla que ganaron por la mejor banda musical original, la cual fue recibida en su nombre por Quincy Jones, director de la orquesta que acompañaba la ceremonia. Tampoco asistieron a las respectivas premieres del documental en Nueva York y Londres.

Let It Be se convirtió en una película maldita de la que los primeros que no querían saber eran sus propios protagonistas, demasiado ocupados en los trámites de la ruptura. La crítica, por su parte, le fue adversa. Desde 1980, desapareció de los catálogos de Home Video y no fue relanzada en DVD o Blu-ray. Afortunadamente, se informa que se le hará justicia con una copia remasterizada que saldrá al mercado a propósito del estreno de The Beatles Get Back.

Los dos primeros capítulos de la miniserie nos revelan abrumadoramente una verdad incuestionable: las relaciones entre John, Paul, George y Ringo podrían estar lo malas que se quiera, pero su creatividad y talento musical estaban en la cúspide. A diferencia de otras agrupaciones que desaparecen por agotamiento, Los Beatles se disolvieron en plena potencialidad de su arte y sus facultades.

Así lo demuestran esas intensas jornadas en que ensayan, improvisan, hacen arreglos, se corrigen mutuamente, se disgregan y vuelven al centro, desmenuzan letras y pentagramas, discuten la mejor opción para reaparecer en público o la posición de los altavoces en el estudio, tocan una nota que da pie a toda una descarga de acordes y voces y elogian la maestría del tecladista norteamericano Billy Preston, quien se sumó a esas grabaciones y fue luego acreditado como el “quinto Beatle”. Todo ello bajo la supervisión del productor musical George Martin y el gestor de conciertos Mal Evans.

Paralelamente, charlan, bromean, se hacen acompañar de sus esposas, recuerdan sus actuaciones en los clubes de Hamburgo, repiten más de diez tomas de una misma canción con el mejor de los ánimos, fuman y cantan, cantan y bailan, bailan y ríen como la familia mejor llevada del mundo, y el anuncio que hace Paul McCartney de que Yoko Ono ha obtenido al fin su divorcio para formalizar su relación con John es motivo de júbilo compartido. Todo ello sin obviar a un George Harrison que, ante el inconmensurable dúo Lennon-McCartney que lidera el grupo, manifiesta su anhelo de hacer escuchar su música en solitario.

Mención aparte se hace en el tercer capítulo del famoso concierto al aire libre en aquel frío mediodía de enero que, desde el techo de Apple Corps Building, vino a reemplazar al programa de televisión inicialmente previsto. Sin duda, la guinda del apetitoso pastel. Lo habíamos visto por partes; aquí se incluye completo, con sus 42 minutos de duración y sus cinco canciones: Get Back, Don't Let Me Down, I've Got a Feeling, One After 909 y Dig a Pony. Pero no solo eso.

Filmado con cinco cámaras en la azotea, tres en la calle y una oculta en la recepción del edificio, la pantalla se divide en secciones que nos permiten apreciar simultáneamente el concierto, la reacción de los transeúntes que son entrevistados mientras se detienen a escuchar la música y la intervención de dos circunspectos policías (All British!) que han sido enviados por quejas de “alteración del orden público” que interfiere en el sagrado lunch time londinense. Delicioso y divertido suspenso y magistral lección de cine documental y de montaje cinematográfico.

Los Beatles finalizan su actuación y Lennon agradece la presencia de los curiosos que se han reunido en azoteas colindantes, al tiempo que manifiesta jocosamente su esperanza de que el público haya “aprobado la audición” del cuarteto. Nunca más se les vio juntos en un escenario, si bien al día siguiente ―31 de enero de 1969― volvieron a reunirse en el estudio para terminar de grabar las canciones pendientes.

Así concluyó la historia de la banda más influyente en la historia musical del siglo xx. Y así concluye Peter Jackson, con un breve epílogo y luego de casi ocho horas no exentas de fatiga, pero pletóricas de evocación y nostalgia, adictivas, conmovedoras e ideales para tener en casa y poder revisitar, cada vez que la beatlemanía nos invade, su serie The Beatles Get Back.

Fans de todo el mundo: Bon Appétit!

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