Arrufat: con Cuba, por Cuba, desde Cuba
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Antonio Arrufat (Santiago de Cuba, 1935-La Habana, 2023) ha dejado una de las más contundentes producciones literarias de las últimas décadas en Cuba. Narrativa, poesía, ensayo, teatro... fue un escritor todoterreno, aunque para él, lo dijo más de una vez, solo había dos grandes ámbitos literarios: la poesía y la prosa. Su muerte en La Habana priva a la cultura cubana de uno sus grandes referentes: un creador incisivo e incómodo, de cultura enciclopédica, con los pies bien puestos en la tierra. Un hombre que incluso cuando escribía de los grandes temas universales, escribía de Cuba, con Cuba, desde Cuba.
Lo afirmó una tarde de hace dos años, justo cuando cumplía sus 85, en una entrevista con este portal: «Yo solo he escrito sobre Cuba. Yo no he escrito sobre ninguna otra cosa. Pero no puedo hablar de “influencia”. Porque el país no está en un lado y yo en el otro. Yo no tengo ninguna influencia de este país. Yo vivo en este país. Yo soy de este país. Inevitablemente. Aunque algunos hubieran preferido que no lo fuera, aunque algunos hubieran querido que me fuera para el aeropuerto».
En esa misma conversación recordaba las decenas de polémicas que animó, las injusticias de las que fue víctima en años de censura y exclusiones: «Sigo siendo un escritor incómodo. Hay gente que todavía me ve y se aparta. No tanto ya, porque la gente que ahora me recibe no son los de antes. Yo sí sigo siendo el de siempre. No he cambiado nada, felizmente. Pero tengo más paciencia, tengo más educación».
Pero la escritura fue tabla de salvación. Y Cuba le reconoció con todos sus honores ese ejercicio extraordinario: «Solo hubiera podido ser escritor. Y eso fue una especie de guerra en este país, porque muchos hubieran querido que yo hubiera dejado de ser escritor. Pero no les hice caso. Y seguí. Costara lo que que costara. Y ha costado bastante. Pero también me he divertido mucho».
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A continuación publicamos la entrevista realizada por este portal a Antón Arrufat en el año 2020:
Antón Arrufat: «Yo solo he escrito sobre Cuba»
Por: Yuris Nórido / CubaSí
Si de verdad se puede hablar del escritor «todoterreno», Antón Arrufat (Santiago de Cuba, 1935) podría ser un excelente ejemplo. Ochenta y cinco años cumple este poeta, novelista, ensayista y dramaturgo, Premio Nacional de Literatura en el 2000. Y han sido más de ocho décadas bien aprovechadas: «He escrito mucho, muchísimo, parece que no he perdido el tiempo». Nos recibe en su casa para hablar de lo que mejor puede hablar (aunque puede «discursar» de muchas cosas): de literatura.
—Escribir prácticamente todos los géneros literarios debe ser un gran desafío…
—Para mí nunca lo fue. Yo abordaba esos géneros sin saber que los estaba abordando. Sin clara conciencia. Escribía un cuento y después escribía una obra de teatro, sin detenerme a pensar las implicaciones de escribir cuento o teatro. Mi conocimiento de lo que pudiera ser la historia literaria era muy escaso. A mí esas cosas no me interesaban mucho. Eso lo estudié mucho tiempo después de haber comenzado a escribir.
«Desde que comencé a escribir, comencé a “mezclar”. Y eso fue muy temprano, tendría diez años. Y ni me daba cuenta de que estaba haciendo cosas distintas. Yo solo escribía.
«Después la gente empezó a hacérmelo notar. Cuando comencé a escribir en Lunes de Revolución, la mayoría de los colaboradores trabajaban uno o dos géneros literarios. Les parecía sorprendente (y molesto) que Virgilio Piñera y yo escribiéramos más de tres o cuatro. Me decían: “¿Cómo es que puedes pasar con tanta facilidad del cuento al teatro?”.
«Eso me parecía revelador de la diferencia entre ciertos estados. Aunque ya prácticamente esas diferencias han desaparecido, felizmente. El teatro se refleja en el cuento, y en la novela. ¡Hasta en el ensayo!»
—Quizás cada historia demande una manera específica de contar…
—A veces las historias demandan un género sin que tú te des cuenta. Pero lo que quisiera eliminar es la teoría de la conciencia en el arte. Uno como artista tiene una parte inconsciente y bruta que es lo que precisamente te permite ser un artista. Solo alguien con cierto nivel de locura puede ignorar ciertas circunstancias y posibilidades (¿voy o no voy a ganar dinero?) para lanzarse a trabajar horas y horas sin tener certezas.
«Yo, por ejemplo, estuve trece años escribiendo mi novela La caja está cerrada. La escribí de muchas maneras. Hasta que por fin encontré una fórmula que me satisfacía un poco. No mucho, pero algo».
—¿Dónde debemos ubicar la poesía en ese esquema?
—La poesía es otra cosa. Es más, en realidad hay dos géneros: la prosa y la poesía. Eso siempre lo he dicho y lo he escrito. Y la poesía es algo ciertamente excepcional. Y ya casi no existe…
—¿Cómo es eso?
—Es que la poesía necesita de ciertos ambientes que la novela no precisa. Y esos ambientes, ahora mismo, no se dan mucho. Un poeta puede irse a un estadio a decirle sus poemas a una multitud, pero ese no es el ambiente ideal: la gente está allí sentada y no sabe muy bien lo que le están ofreciendo…
—¿Hasta qué punto las peripecias de su vida están recreadas en su obra?
—Eso no lo he podido hacer con la poesía. De alguna manera lo he hecho en la ficción. Hay algunos cuentos o incluso novelas que pueden recordar momentos de mi vida. La gente me dice que La caja está cerrada es un novela de costumbres. Un día me encontré con José Soler Puig y le dije: “Usted y yo escribimos sobre Santiago”. Y él me respondió: “No, el Santiago que tú escribes no es el mismo que escribo yo”.
—Hay quien dice que el escritor tiene la responsabilidad de dejar testimonio de su época, ¿qué cree usted?
—Yo de alguna manera he asumido esa responsabilidad, pero creo que para hacerlo como corresponde uno tendría que escribir unas memorias o una autobiografía. En mi obra de creación, por ejemplo, no está Lezama, no está Virgilio. Quizás debieron estar, pero no lo están. No salieron. Ese testimonio uno lo da mejor cuando se sienta a escribir sus recuerdos, si es que le quedan… A veces uno los inventa, o los exagera. Muchas veces triunfa el deseo del escritor de que tal o más cual cosa haya ocurrido. Esas mentiras son reveladoras de su alma, de sus aspiraciones, de sus pérdidas.
—Esta pregunta seguramente ya se la han hecho: si tuviera que salvar solo una parte de su obra, ¿qué escogería?
—Si fuera más joven te respondería: “la que estoy escribiendo ahora”. O “la que tengo que escribir”. Y así evadía esa responsabilidad de escoger. Yo, sencillamente, no sé cuál salvaría.
—¿Cómo ha influido en su obra Cuba, vivir en Cuba? ¿Qué le ha aportado?
—Le ha aportado todo, porque yo solo he escrito sobre Cuba. Yo no he escrito sobre ninguna otra cosa. Pero no puedo hablar de “influencia”. Porque el país no está en un lado y yo en el otro. Yo no tengo ninguna influencia de este país. Yo vivo en este país. Yo soy de este país. Inevitablemente. Aunque algunos hubieran preferido que no lo fuera, aunque algunos hubieran querido que me fuera para el aeropuerto…
—Usted ha sido un escritor incómodo…
—Yo sigo siendo un escritor incómodo. Hay gente que todavía me ve y se aparta. No tanto ya, porque la gente que ahora me recibe no son los de antes. Yo sí sigo siendo el de siempre. No he cambiado nada, felizmente. Pero tengo más paciencia, tengo más educación.
—¿Se vislumbró alguna vez haciendo otra cosa que no fuera escribir?
—Jamás. Solo hubiera podido ser escritor. Y eso fue una especie de guerra en este país, porque muchos hubieran querido que yo hubiera dejado de ser escritor. Pero no les hice caso. Y seguí. Costara lo que que costara. Y ha costado bastante. Pero también me he divertido mucho.
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