Una voz para colorear un siglo

Una voz para colorear un siglo
Fecha de publicación: 
26 Agosto 2019
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A más de 55 años de su muerte, la música que hizo sigue emocionando como el primer día.

Era una voz hermosa, diáfana, muy bien colocada. Así deberían cantar los ángeles —cuentan que dijo emocionada una admiradora después de escucharlo en una presentación.

El fraseo era perfecto, pleno el dominio de las dinámicas rítmicas. No en vano era conocido como El bárbaro del ritmo. Pero era también rey de la melodía, del empaste con la orquesta, de la presencia escénica.

¿Quién vislumbró al principio, en su natal Santa Isabel de las Lajas, que ese hijo de una familia pobre iba a poner la música cubana en tan altos pilares? Desde pequeño demostró dotes, pero no pudo asistir a una academia.

Buena parte de los cubanos conocen esa historia: es un itinerario pletórico de peripecias, de altibajos; ha sido recreado en películas de ficción y documentales.

Pero el talento y el carisma se impusieron, a pesar de que algunos siguen diciendo que hubiera podido llegar mucho más lejos.

En un país pequeño que sin embargo ha hecho aportes inmensos al acervo musical del mundo, es difícil establecer jerarquías inamovibles, pero en lo que sí están de acuerdo todos (público y especialistas) es en que Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, conocido internacionalmente como Benny Moré, debe integrar cualquier lista de grandes de la música popular cubana.

A un siglo de su nacimiento, a más de 55 años de su temprana muerte, nuestro sonero mayor sigue ofreciendo lecciones de buen arte, de creatividad y energía, de auténtico apego a la gran tradición musical de la isla, que enriqueció como pocos.

Fue un maestro de todos los géneros de la música popular, pero sin dudas sus aportes mayores están en el mambo, el son montuno y el bolero.

Sus grabaciones todavía son objeto de estudio en muchas academias.

De hecho, él es responsable en buena medida, de la difusión internacional de muchas vertientes de la música popular cubana en sus años de esplendor y hasta de la buena salud de la que todavía gozan en no pocos ámbitos contemporáneos.

Importantes músicos cubanos y extranjeros han reconocido la influencia del Benny, y le rinden homenaje permanentemente.

Lo singular es que se trata de un músico esencialmente autodidacta, aunque llegó a ser maestro indiscutible de la interpretación y la composición.

Las razones de esa trascendencia hay que buscarlas en un genio extraordinario, una musicalidad poderosa y natural, pero también (y esto es importantísimo) en su cercanía al torrente de la creatividad popular.

Benny Moré siempre tuvo los pies bien puestos sobre la tierra, su tierra, por eso, como dijo alguien con evidente vocación poética, pudo cantarle a las estrellas.

Benny Moré, nuestro Sonero mayor, ha recibido este año múltiples homenajes, pero siempre serán insuficientes. Quizás el homenaje mayor es seguir escuchando su música, disfrutarla, pero también pensarla, porque en muchas de esas composiciones se traduce, con gran riqueza expresiva, el espíritu inefable de esta isla.

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