De Lima a La Habana: Mirada profunda y adiós esperanzador

De Lima a La Habana: Mirada profunda y adiós esperanzador
Fecha de publicación: 
12 Agosto 2019
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Los XVIII Juegos Panamericanos de Lima comienzan a ser historia. Un velo de éxito rotundo, de competitividad extrema, de hazañas, lágrimas y gloria, rondará la capital peruana por mucho tiempo. Una sede extraordinaria en todos los sentidos. 

Lo que más vale y brilla del deporte en América se dio cita en Lima. Más de un centenar de campeones olímpicos. Cientos de medallistas mundiales… hornada fresca de talentos. Nadie quería perderse la fiesta multideportiva, que sus performances fuesen narrados cual épicas antiguas grecolatinas.

En medio de semejante brillo, se inscribió Cuba, que en esta ocasión bajó al quinto escaño del medallero (33-27-38). Un total de coronas que, desde Cali 1971, cuando asaltamos el segundo lugar del medallero de estas citas (31), no era tan bajo.

Es cierto que la realidad, escenarios, infraestructura y saberes sobre los cuales está montado el deporte en la actualidad son bien diferentes a los de finales del pasado siglo, cuando Cuba, después de imponerse en condición de sede en La Habana 1991, vivió su época dorada como escolta de Estados Unidos.

De Santo Domingo 2003 (foja de 72-41-39) a la fecha, la tendencia, en materia de rendimientos y botín, tanto dorado como general, ha sido al decrecimiento: Río de Janeiro 2007 (59-35-41), Guadalajara 2011 (58-35-43) y Toronto 2015 (36-27-34).

Muchas variables han incidido, de las cuales desmontaremos algunas, pero antes, pulsemos lo acontecido en Lima.

Era la intención superar los 36 cetros de Toronto 2015 y, en su defecto, mejorar la cuarta posición de entonces. Ahora nos antecedieron Estados Unidos (120-88-85), Brasil (55-45-71), México (37-36-63) y Canadá (35-64-53). Ese posicionamiento arroja que para cumplir los propósitos pre-competencia hubiésemos necesitado 38 cetros, cinco más de los conseguidos.

A simple vista, muchos se pondrán a hurgar en disciplinas que estuvieron por debajo del rendimiento proyectado, como el taekwondo; el levantamiento de pesas; la gimnasia artística; el ciclismo; el béisbol; la lucha, a pesar de sus cinco cetros; y el judo, más allá, igualmente, de cinco vellocinos, y el cierre dorado de la extraclase Idalys Ortiz (+78 kg), junto al prácticamente establecido Andy Granda (+ 100)…

Cuestión que no deja de ser cierta.

Pongamos un ejemplo: por las razones que hayan sido, el atletismo, una de las vedettes en citas múltiples, logró 18 coronas en Guadalajara 2011. Tanto en Toronto 2015, como ahora, solo acarició cinco.

Hay un primer elemento innegable. En el plano mercantil, el deporte se ha convertido en una esfera muy lucrativa y, por consiguiente, cada vez son mayores las sumas de dinero que se ponen en función de su desarrollo, relacionadas con infraestructura, tecnología de punta, contratación de entrenadores, asesores o personal altamente calificado, y hasta compra de deportistas bajo el amparo del fenómeno de nacionalización.

En medio de semejante panorama, le ha tocado a Cuba intentar mantener una posición de potencia deportiva que por mucho tiempo ostentó. Pero hablamos de nadar contracorriente, pues, en nuestro caso, hemos perdido buena parte de los escenarios de fogueo y confrontación de calidad, que sosteníamos esencialmente con la Unión Soviética y todos los otros países del extinto campo socialista. Juegos de Buena Voluntad, Espartaqueada de Ejércitos Amigos, y disímiles otras lides de carácter variable, desde bilaterales hasta cuadrangulares, desaparecieron.

Por consiguiente, nos ha tocado, desafiando la estrechez económica imperante en el país, sostener una de las conquistas de la Revolución. Y esa sostenibilidad pasa por una pirámide evolutiva que inicia con el deporte en la base, el aferrarnos a conceptos como el de Deporte para Todos y masificación, la casi desaparición progresiva de los combinados deportivos, áreas especiales, procesos rigurosos de captación, juegos murales, olimpiadas de montaña… por solo mencionar algunos eslabones de una cadena que ha sufrido como daño colateral el deterioro y la acción prolongada de una crisis de la cual aún no salimos del todo.

Como variante de subsistencia, hemos acudido en el deporte a una estrategia que responde a una voluntad de nación, no solo por hallar en la exportación de bienes y servicios un renglón esencial de nuestro crecimiento económico, sino por la intención de cooperar, contribuir al desarrollo de otros países tercermundistas y algunos no tanto en estos sectores, por una condición humana y solidaria inherente al cubano.

En ese contexto también aplica el deporte. De ahí que no fue nada difícil encontrar nuestras manos y sapiencia en un porcentaje bien elevado de deportistas presentes en Lima. Yulimar Rojas, Aline Ferreira, Álbaro Rudesindo… y muchos otros tienen, tras sus loables actuaciones, la mano y consejos de técnicos antillanos.

Y hablamos de las mismas disciplinas en las que la Mayor de las Antillas posee mayor prestigio, como atletismo, judo, lucha, boxeo, taekwondo, pesas…

A lo antes mencionado, debemos añadirle el hecho de que nuestra cantera, afectada en un porciento no despreciable, transita por la pirámide deportiva con mayor número de escollos. Muchos llegan, incluso a las preselecciones nacionales, con 15 o 16 años (también se eliminaron las ESPA provinciales y nacional, con excepción del pugilismo en el CEAR Giraldo Córdova Cardín), y no pocas lagunas que erradicar en un lapso de tiempo no muy prolongado.

En Lima, cabe destacar que fuimos testigos de esa nueva hornada talentosa de deportistas cubanos.

Adriana Rodríguez, Vanessa Godínez, Reinieris Andreu, Luis Enrique Zayas, Yusneylys Guzmán, Luis Manuel Lauret, Eliani Cámara, los gimnastas Gretel Mendoza, Alejandro y Huber, Elisbeth Gámez, Osvel Caballero, Mahyvianet Borges… En fin, todos ellos coronaron interminables jornadas de entrenamiento, horas de sacrificio, con el premio de una escalada al podio y, lo que es mejor, nos hacen enrumbar hacia el futuro con una mirada alentadora.

Lima 2019 no fueron los Juegos que muchos esperábamos, no en materia de palmarés para Cuba. Es cierto que todos y cada uno de nuestros representantes dio lo mejor de sí, todo lo que en materia de preparación y forma física atesoraba. Solo que, a la hora cero, para muchos no fue suficiente.

En el recuerdo quedarán muchos pictogramas, algunos gloriosos en grado superlativo, otros que caen en el plano de la desilusión. De cualquier manera, la mirada hacia lo interno, una bien profunda, habrá que darla. Se sucederán análisis, estrategias lógicas de desarrollo, porque el deporte, como cualquier esfera de la vida, en teoría es una espiral evolutiva.

No permitamos que esta meseta temporal en la que nos hallamos se convierta en declive o retroceso prolongado. Otros escenarios-termómetros de alta competición nos aguardan. La punta del iceberg suele ser mucho más profunda desde un prisma diametralmente opuesto.

Hagamos todo lo humanamente posible. Tokio espera, y de este lado, la urgencia de ir por más es indiscutible.

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