ZONA CRÍTICA: El éxito como divisa

ZONA CRÍTICA: El éxito como divisa
Fecha de publicación: 
12 Noviembre 2018
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Decir que el Vigésimo sexto Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso fue un éxito pudiera parecer un lugar común, pues las 25 ediciones anteriores también han concluido de manera exitosa. La sola realización de tamaño encuentro mundial en nuestro país ya resulta un logro pocas veces visto en eventos similares.

Un participante extranjero comentaba que jamás había visto un festival de danza que se desarrollara en tantas locaciones, con una programación tan compleja y completa, con una organización tan perfecta y con una convocatoria tan masiva de público. Esto que sorprendió al visitante… y a tantos otros, parece habitual para los cubanos y en ocasiones no nos percatamos que estas son las premisas del éxito de siempre, más allá de triunfalismos fatuos.

Si bien es cierto que el Festival ya no presenta el glamour de los años 70 y 80, ni los grandes nombres de bailarines, compañías o críticos ya no aparecen en sus records, en esta edición encontramos algunos que resplandecen en las carteleras mundiales: bailarines como Rasta Thomas, Marian Walter, Daniel Ulbricht, Joaquín de Luz o María Kochetkova son estrellas muy cotizadas que brillaron e hicieron brillar el encuentro habanero.

Además, tres primeros bailarines del American Ballet Theatre, estrellas del New York City Ballet, el ballet del Gran Teatro de Ginebra, el Danish Dance Theatre, Paloma Herrera ahora como directora artística del Ballet Estable del teatro Colón de Buenos Aires, la Fundación Antonio Gades… son agrupaciones y figuras que prestigian y aseguran el éxito de cualquier hecho artístico.

Más allá de nombres, hay que destacar las actuaciones de la sudcoreana Hee Seo en Giselle, de la bailaora María Juncal en Suite flamenca, de la pareja ucraniana de ballroom Antonina Skobina y Denys Drozdyuk, de Isabelle Bolyston y Aran Bell del American Ballet Theatre en el pas de deux Don Quijote, quienes pusieron las cotas más altas entre los invitados foráneos.

Una característica de este encuentro fue la preminencia de coreografías más contemporáneas y una menor presencia de los conocidos… y muy gustados dúos tradicionales, verdadera novedad que pudiera anunciar cambios en las futuras temporadas de ballet en Cuba.

Pero si por algo significativo habrá que recordar esta edición del Festival es por la presencia de unos 20 bailarines cubanos que han desarrollado y desarrollan sus carreras en el exterior. Desde sitios tan lejanos como Australia hasta tan cercanos como los Estados Unidos, estos representantes de la escuela cubana de ballet la han expandido por el mundo. En entrevista de 1993 Alicia Alonso ya presagiaba satisfecha esta explosión del ballet cubano. Con motivo del 45º aniversario del Ballet Nacional de Cuba expresaba: “Así que esta isla tan pequeña, en estos momentos es la proveedora de bailarines en el mundo. Me parece maravilloso, (…) el logro es fabuloso cuando otras compañías tienen 200 o 250 años de tradición y nosotros lo hemos hecho en 45 años”.

A pesar de este orgullo manifiesto, por largo tiempo nuestros artistas se veían alejados de sus escenarios naturales, por lo que este regreso evidencia que vivimos momentos nuevos y que se está cambiando “lo que debe ser cambiado”.

Pocos lunares pudieran esgrimirse: hay que mejorar la limpieza en algunos teatros; la escenotecnia debe cuidar fallas en las tramoyas y las luces; los cicloramas y demás telonería debe mantenerse con mayor rigor, preservar su estado y limpieza para que cumpla su función de dar marco a la excelencia danzaria.

Y algo imprescindible y URGENTE: hay que considerar una nueva sede más apropiada para el Ballet Nacional de Cuba, compañía que merece un edificio a la altura de su prestigio. Hay que considerar que en 2019 la actual casa de Calzada y D cumplirá 130 años de construida y que su situación geográfica la expone con demasiada frecuencia a los embates de tormentas y penetraciones del mar, lo que implica constantes reparaciones emergentes con la consecuente inestabilidad del trabajo de la compañía.

No puede olvidarse el trabajo de bailarines, maîtres y personal de apoyo del Ballet Nacional de Cuba, que siempre se entregan con pasión y entusiasmo. Junto a nuestras primeras figuras y el extraordinario cuerpo de baile, nuevos nombres emergieron, a destacar Claudia García, Chanel Cabrera y Yankiel Vázquez, así como Ely Regina, con su coreografía La forma del rojo.

Pero sobre todo, hay que mencionar la lamentable ausencia de la creadora e inspiradora de este evento, de toda nuestra danza y cultura, quien por razones de salud no nos honró con su presencia física… pero que siempre estuvo en cada actividad, en cada salón, en cada teatro, porque está en las venas de cada cubano, de cada hecho cultural. Alicia Alonso brilló aquí más que nunca porque bajo su advocación espiritual se realizó, con el éxito de siempre, el Vigésimo sexto Festival Internacional de Ballet de La Habana, que con justeza lleva también su nombre.

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