Una Giselle que no va a morir nunca

Una Giselle que no va a morir nunca
Fecha de publicación: 
3 Noviembre 2018
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Se cuentan muchas historias sobre el debut de Alicia Alonso en Giselle. Hasta el punto de que a estas alturas es difícil establecer límites exactos entre la historia y la leyenda. Se sabe que la gran Alicia Markova enfermó y los empresarios del American Ballet Theatre se vieron en la necesidad de buscarle sustituta para una función de ese ballet. Ninguna bailarina se atrevió. Casi ninguna, porque Alicia aceptó el reto.

Ella se sabía hacía mucho la coreografía completa. Desde su posición en el cuerpo de baile la había estudiado a fondo: desde la línea general de los pasos hasta los matices interpretativos y los detalles estilísticos. Alicia esperaba una oportunidad. Y en esa temporada la tuvo.

Fue una noche memorable. El público y la crítica cayeron a sus pies. Muchos de los que tuvieron la oportunidad de verla en esa presentación la evocaban años después como un momento mágico: eran conscientes del privilegio de asistir a un acontecimiento histórico.

La gran mayoría de los amantes del ballet deberán conformarse con creerles a los testigos, no se conservan filmaciones en extenso de esa función. Pero Alicia pronto daría suficientes testimonios de la grandeza de su interpretación, que están salvados como patrimonio extraordinario del arte.

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La relación de la bailarina cubana con el personaje y el ballet fue (es) larga e intensa. Alicia (como bailarina) se inmortalizó al bailarlo. Y ella, con su interpretación, contribuyó como pocas a inmortalizar al personaje.

Lo bailó centenares de veces, creó una versión coreográfica que muchos críticos consideran una de las mejores de toda la historia, enseñó y aconsejó a muchas bailarinas que comenzaron a bailarlo…

Alicia Alonso sigue siendo uno de los principales referentes en todo lo que se refiere a este ballet en compañías y escuelas de todo el mundo.

Es fácil comprobar por qué. Basta con ver cualquiera de las muchas filmaciones que se le hicieron a lo largo de varias décadas.

En la película de Enrique Pineda Barnet (1963) ya están algunas de las claves: primoroso dominio de las particularidades estilísticas del romanticismo en el ballet (la curva suave y prodigiosa de los brazos, la inclinación ligera del talle, la suavidad de los movimientos), comprensión plena de la psicología del personaje, capacidad técnica para asumir (como si no costaran) las secuencias más complicadas de la coreografía…

La Giselle de Alicia, sin embargo, era una criatura absolutamente verosímil. Y no solo en el primer acto, el más terrenal; también en el segundo, ámbito irreal, ella convencía por la fuerza de su humanidad. Era un espíritu alado, sí; pero además una mujer que ama. Alicia Alonso marca decidida esa circunstancia.

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Algunos consideran que el punto máximo de su ejecución era la célebre escena de la locura con que termina el primer acto. Ciertamente, el histrionismo de Alicia (sin necesidad de llegar a extremos, a énfasis de dudoso gusto que comprometieran el estilo) le otorgaba un dramatismo singular a ese pasaje.

Ella era una muchacha desengañada y desesperada, difícilmente el espectador pudiera quedarse impasible por la contundencia del sentimiento, por su verosimilitud. Pero nada rompía los moldes del ideal romántico.

Esa es una de las características esenciales de su versión coreográfica: Alicia siempre supo que el ballet no puede ser asumido como un arte de museo: debe renovarse, marchar con los tiempos. Ella "actualizó" el ballet, introdujo cambios puntuales que acercaron al espectador más contemporáneo, renovó ciertas rutinas técnicas... pero respetó el estilo.

Dramatúrgicamente su Giselle (el ballet) es una obra maestra: no hay cabos sueltos, se respetan los móviles y reacciones lógicas de todos los personajes, la narración es diáfana pero no simplista. De hecho, existen caracterizaciones profundas del devenir de cada rol, que pueden servir de guía para cualquier montaje.

No en vano muchas grandes compañías (incluida el célebre Ballet de la Ópera de París, la cuna de esa joya del romanticismo) acogieron en algún momento la versión de Alicia, que es la que sigue bailando el Ballet Nacional de Cuba.

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Lo han dicho muchos: Alicia nació para que Giselle no muriera. Quizás pudiera parecer exagerada la afirmación, pero lo que sí queda claro es que la Giselle de Alicia no morirá nunca. Formará parte del acervo esencial de la danza, seguirá siendo ejemplo e inspiración de muchísimas bailarinas que bailan y bailarán el clásico.

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