Agradecer engrandece

Agradecer engrandece
Fecha de publicación: 
8 Julio 2018
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Aunque el gol cantado en el minuto 94 sentenció el destino de Japón en el Mundial, nadie imaginó que, a la vez, le abriría las puertas para una de las despedidas más glamorosas y aplaudidas en la cita de Rusia 2018.

Echando a un lado el dolor que causa una derrota como la sufrida ante Bélgica, los nipones alzaron la frente y haciendo gala del mejor espíritu colaborativo se concentraron en recoger hasta el último papelito, hasta el más breve desecho que afeaba las gradas del estadio Mordovia Arena de Saransk donde jugaron.

No satisfechos con ir recogiendo en una bolsa plástica todas las suciedades, la emprendieron luego con el camerino que habían usado, dejándolo de estreno. Coronaron la acción con un sencillo mensaje de “Gracias” que dejaron escrito en ruso y habló más que todo un discurso.

También el equipo de Senegal igual se dedicó a eliminar los restos que había dejado la afición durante los 90 minutos del partido.

Ambas actitudes encontraron amplia repercusión en las redes sociales. En particular, un video de los nipones limpiando se volvió viral y motivó abundantes comentarios como: “el civismo no entiende de derrotas. Y Japón lo volvió a demostrar”; “su educación y civismo ya han dejado huella”; “Esta acción es de educación y digna de copiar”.

Una seguidora comentaba que “el gesto de los japoneses es indicativo –en gran parte– de su respeto al deporte y a la sede del Mundial, Rusia”. Otra de las hinchas explicaba que hacían tal cosa porque “Desde pequeños les enseñan que la basura que generan es su responsabilidad. Ejemplar...este video debería hacernos reflexionar a todos sobre la importancia de responsabilizarnos de nuestros desperdicios”.

El recuento viene al caso porque alguien me comentaba que se sintió objeto de un asombro y admiración semejante por solo agradecer.

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Sucede que esa persona, cada vez que va al comedor de su centro de trabajo y recoge la bandeja, siempre da las gracias. Como se levanta una especie de parabán entre los comensales y quienes sirven, él no ve las caras de aquellos, y ellos no saben quién es la persona que cada día les agradece, solo identifican, entre los centenares que allí acuden –porque es un centro grande-, sus manos sin anillos.

Pero el otro día una de esas trabajadoras del comedor coincidió con él fuera de la hora de almuerzo. Y esa vez lo conoció no por las manos, sino por la voz.

Sin dudarlo, fue directico hacia él y le dio un beso:

“¡Qué bueno conocerlo! –le dijo-; porque en todo este lugar usted es el único que siempre nos da las gracias cada vez que coge la bandeja!”

A una escala mucho mayor, el equipo de futbol nipón había repetido lo que este cubano hacía día tras día. Y ambos se habían hecho merecedores de asombro y de admiración.

Qué pena que cada uno a su manera hubiera resultado “un bicho raro” en este mundo nuestro tan necesitado de gratitudes y tan sobrado de desechos por recoger.

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