DE LA TELEVISIÓN: En fin, la telenovela cubana

DE LA TELEVISIÓN: En fin, la telenovela cubana
Fecha de publicación: 
5 Julio 2018
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No es que le falten peripecias a buena parte de las telenovelas cubanas, lo que sucede es que muchas veces esas peripecias no están del todo bien articuladas, o no son suficientemente contundentes, o hay demasiado regodeo en el planteamiento y tal parece que la novela no avanza…

En fin, el mar, la propuesta que acaba de finalizar por Cubavisión, pudiera ser un buen ejemplo: había novelería, pero no estuvo bien dosificada. Como consecuencia, pasaban los capítulos y el panorama parecía no cambiar demasiado.

Uno de los problemas es que no se marcaron suficientemente los puntos de giro de la historia (de por sí, insuficientes). Y los puntos de giro, se sabe, son los que plantean el ritmo general de una telenovela.

 
A esta recreación contemporánea de Romeo y Julieta le faltaron énfasis y emoción. Y también contraposiciones más decididas: las villanías de los antagonistas apenas influyeron en el devenir de la pareja protagonista.

De hecho, las líneas argumentales de héroes y villanos no se entrecruzaron más allá de malentendidos o triquiñuelas puntuales. Baby, en definitiva, lo único que hizo fue mortificar a Marina, pero la verdad es que no le puso ningún gran obstáculo en el camino. Y había tramas de los malvados que prácticamente no implicaban a los buenos. Y viceversa.

 
Quizás la pretensión haya sido centrarse en conflictos personales, más que en el consabido esquema de acción-reacción entre los dos bandos en lidia (motor esencial del género, por cierto). Y el caso es que se mostraron aquí y allá dilemas interesantes en algunos personajes, pero no todos fueron bien aprovechados.

Como es habitual, hubo grandes actores; mas no se puede decir que hayamos sido testigos de grandes actuaciones. Primaron la discreción y la mera funcionalidad. Fueron evidentes ciertos desbalances en el tono (énfasis en algunos contra falta de matices de otros) que pudieron haber sido mejor atajados desde la dirección de actores.

Pero con todo, ese no fue el principal problema. Una vez más se hizo patente cierta chapucería en la manera de narrar, constatada en varios aspectos: desde la edición (¿nadie del equipo se da cuenta de que hay escenas que no casan, de que hay errores de continuidad?), hasta la propia “coreografía” de las acciones (la falta de imaginación de siempre, la abulia para mover los actores y las cámaras que los siguen).

A los decorados no le dedicaremos mucho espacio: más de lo mismo. No hay quién se crea la mayoría de esas casas y oficinas de cartón. La ambientación, mediocre; la iluminación, desnivelada; la musicalización, poco intencionada, insuficientemente utilizada y un tanto monocorde.

La fotografía no deslució demasiado en los exteriores, particularmente en las cortinas; pero en interiores no aportó mucho: ¿por qué las cámaras no se permiten planos más atractivos, que “digan” más? Y no estamos pidiendo experimentación a pulso (el género, en ese sentido, aconseja comedimiento), pero al menos curiosidad, deseos de probar…

Y hablando de visualidad, unas preguntas que van más allá de esta telenovela, pero que a esta telenovela le vienen muy bien: ¿Por qué se ignoran las más elementales leyes del diseño a la hora de realizar las presentaciones? ¿Por qué casi nadie contrata a un diseñador para que haga un logotipo? ¿Por qué la factura de esas presentaciones es tan pedestre?

Tendría que haber estándares de calidad (supuestamente los hay, evidentemente no se cumplen), tendría que haber comisiones que velen por el más elemental rigor. Y eso habría que aplicarlo a todos los elementos de una producción.

No es que En fin, el mar haya sido un desastre, pero explicita mucho de lo que le falta a la telenovela nacional.

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