Accidente aéreo en Cuba: ¿Móviles para movilizar el espanto?

Accidente aéreo en Cuba: ¿Móviles para movilizar el espanto?
Fecha de publicación: 
25 Mayo 2018
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Casi siempre conviene dejar reposar las emociones si se quiere andar más cerca de la objetividad.

Por eso, cuando ya ha transcurrido un puñado de días, es casi seguro afirmar que habrá heroicidades que nunca conoceremos vinculadas a las acciones de rescate y ayudas varias que protagonizaron pobladores anónimos a raíz del accidente del Boeing 737-200 que provocó la muerte de 112 personas.

Cubanos sin ninguna intención de que sus nombres aparecieran en los noticiarios han donado desde su sangre hasta su tiempo y se han estremecido hasta lo más hondo con el sufrimiento del prójimo.

Es indudable que las situaciones críticas hacen aflorar lo mejor del género humano.

Y también lo peor. Porque junto a impactantes muestras de altruismo y solidaridad, igual emergieron evidencias de cómo a algunos se les está pudriendo el alma de a poco. Lo indican ciertos videos captados por teléfonos móviles y subidos a las redes sociales.

Muy lejos de la condición que nos distingue del resto de los animales parecen estar esos carroñeros cibernéticos, quienes a solo instantes de haber ocurrido la catástrofe, corrieron como el que más al lugar de los hechos, celular en mano. Y mientras unos se fajaban de tú a tú con el peligro, con la incertidumbre, tratando de salvar a las víctimas sin importarles el fango, la sangre, los olores... aquellos de los móviles se interesaban solo en captar imágenes dantescas.

Y de paso, quedaban grabados sus propios comentarios y exclamaciones, muchos de ellos tan grotescos que, en el mejor de los casos, hacían sentir vergüenza ajena por aquellos tipejos.

El colega Michel Contreras lo resumió así en su muro de Facebook:

«Tienes que tener una gandinga del carajo para hacer videítos mientras delante de tus ojos hay un montón de gente agonizando. (...) Un avión que se cae no es un reality, y el que quiera tener esa exclusiva no merece otra cosa que la cárcel».

Más abajo, Contreras preguntaba y se preguntaba hasta dónde podían llevar el morbo y la deshumanización. Pero quizás sea todavía más tremendo porque aquellos seres que grababan entrañas expuestas y agonías postreras desde la indiferencia y también el irrespeto ni siquiera eran ni son conscientes de la magnitud de la desintegración de sus esencias humanas.

O no les interesa, o no quieren, o no pueden darse cuenta del tamaño de su crimen. Porque lo es.

Pero quienes sí nos damos cuenta de ello deberíamos todos juntar voces porque en casos como ese, donde la moral no logra ocupar espacio, lo hagan las leyes. En Cuba, ni en ningún país del mundo, los teléfonos móviles deberían ser usados para movilizar horrores como esos.

Y tampoco las redes sociales deberían servir de vehículo para difundir tales cosas. Si por imágenes mucho menos impactantes, por comentarios mucho menos lesivos, Facebook le ha censurado a más de uno su publicación.

En esto de denunciar y alertar, ya lo decía Kapuscinski: «El trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea como las cucarachas corren a ocultarse».

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