CRÓNICAS BIEN CORTAS: Todos para uno, ¿uno para todos?

Mi vecina viene a contarme algo «insólito», para que yo lo publique en la prensa. No es la primera vez, pero como siempre, le escucho el cuento:

«Voy a una de esas cafeterías por divisa, de las estatales. Hay como cinco camareros y tengo que esperar por lo menos quince minutos para que me atiendan. Cuando pregunto, me dicen: es que la que atiende esas mesas fue al baño, regresa enseguida… Y mientras tanto, todos los demás conversando alrededor del mostrador. Cuando llega la susodicha, me toma el pedido con toda la calma del mundo, lo lleva para la cocina… ¡Y tengo que esperar quince minutos más a que me traigan mi sándwich! Y después, para colmo, la camarera me pone mala cara porque no le dejo propina. Me dieron ganas de decirle un montón de cosas, pero preferí quedarme callada, porque yo soy una mujer decente. Hazme el favor y escríbelo en la prensa. Y escribe también lo que pienso que podría resolver ese problema: si yo fuera la administradora o la gerente, botaba a la mitad de esos camareros y le pagaba el doble del salario a los que quedaran, a ver si no iban a perder tanto tiempo conversando en la barra. Aunque yo no sé si los gerentes tienen esas facultades... Si eso es en las de divisa, ¡imagínate en las de moneda nacional! Escribe todo eso, a ver si acabamos de resolver este asunto…»

Escrito está, que se resuelva es otra cosa…