EN GALERÍAS: Una espiral de figuraciones
especiales
En el verano de 1967 Cuba entró en el mapa del arte universal contemporáneo. Puede parecer demasiado absoluta la afirmación, pero las propuestas del Salón de Mayo, que llegaron a La Habana desde París, significaron un antes y un después para la creación nacional, y también fueron un hito para el público que acudió al Pabellón Cuba.
Cincuenta años después, el Museo Nacional de Bellas Artes presenta en su edificio de Arte Cubano la exposición «La gran espiral», que reúne piezas de artistas cubanos y extranjeros que se exhibieron en aquella oportunidad.
Por primera vez, el influyente Salón de Mayo cruzaba el Atlántico. Era, en esos momentos, una de las más importantes citas de las artes visuales en el mundo, nacida por la necesidad de recuperar el protagonismo de Europa en el panorama del arte contemporáneo. Fue plataforma de lanzamiento de grandes artistas, curadores y críticos; espacio natural de disímiles movimientos y estéticas.
Detalle del gran mural en el que participaron cien artistas.
A La Habana, gracias al empeño de Wifredo Lam y otros artistas e intelectuales, llegaron algunos de los más jóvenes creadores de ese Salón, atraídos por la singularidad del proceso revolucionario cubano. Las exposiciones del Salón se convirtieron en un acontecimiento de público. Decenas de miles de cubanos las visitaron en poco más de un mes.
El punto neurálgico era un gran mural pintado por un centenar de artistas. Es la obra principal de la muestra que se exhibe ahora: una gran espiral de múltiples figuraciones, en la que se puede identificar un eje temático: la épica de la joven Revolución. En el centro mismo, tres de los famosos rombos de Lam.
Raúl Martínez (Cuba): Guerrillas. 1967. Óleo sobre tela. 179 x 127 cm. Colección Casa de las Américas.
Con La gran espiral, al decir de la curadora Delia María López Campistrous, el Museo Nacional de Bellas Artes demuestra que con sus fondos se pueden organizar grandes exposiciones colectivas, que ofrezcan una visión contemporánea de los hitos de las artes visuales en Cuba.
Edmund Alleyn (Canadá): Annes lumiere III. 1967. Óleo sobre tela. 184 x 204 cm. Colección MNBA.
Bernard Rancillac (Francia): Fidel y el machetero. 1967. Óleo sobre tela. 200 x 182 cm. Colección MNBA.
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