ZONA CRÍTICA: Títeres y titiriteros
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Que en tiempos de celulares y videos juegos los niños sigan maravillándose por un títere, por un simple muñeco tiene que ser un impulso para la creación. En la primera jornada Habana Titiritera, que concluyó este domingo en el centro histórico de la capital cubana, hubo propuestas para todos los públicos, pero los niños fueron los protagonistas.
Durante una semana, titiriteros, actores, profesores, investigadores, diseñadores… participaron en un programa intenso, que tuvo por escenarios varios espacios de La Habana Vieja.
Erduyn Masa, director general de la cita (y de Teatro La Proa, la agrupación que organizó la jornada junto al Consejo Nacional de las Artes Escénicas, la Asociación Hermanos Saíz y otras instituciones), cree que los títeres hacen tanta falta en La Habana como en la más recóndita comunidad del campo cubano.
«Esta es una zona muy cosmopolita, de permanentes intercambios comerciales y culturales. Hay que defender que esa cultura que compartimos tenga valores éticos y estéticos, que la distingan de las prácticas puramente mercantilistas. Los títeres y los titiriteros tenemos mucho que hacer en ese sentido».
Tiene toda la razón Erduyn: el arte tiene que abrir horizontes, jamás cerrarlos. Y ver a los niños disfrutar con algo tan «artesanal» como un títere es una muestra que no todo está perdido ante el impacto «inmisericorde» de las nuevas tecnologías.
(No estaría mal, de todos modos, que algunos los artistas del teatro de títeres asumieran muchas de esas novedades tecnológicas en sus espectáculos, pero ese podría ser tema de otro comentario).
Encuentros como esta jornada contribuyen a la socialización del trabajo de un gremio que no siempre encuentra todo el reconocimiento público… y que, en buena medida, tiene que seguir trabajando en su superación profesional y artística.
Porque hay que decirlo: grupos de teatros que «hacen» títeres hay muchos (solo en La Habana pasan de 30), pero no son tantos los que cuentan con una producción estable y contundente.
La calidad de la propuesta, obviamente, garantiza un auditorio. Los niños, vivan donde vivan, siguen siendo un público desprejuiciado y expectante... pero nadie debería subestimarlos.
Cada vez que un niño asiste a una función, a un taller de manipulación o fabricación de títeres (como los que se convocaron en esta jornada), hay una ganancia... probablemente sea un espectador del teatro para toda la vida.
Por eso, para los niños, ¡el mejor teatro! ¡Títeres con cabeza y con corazón!
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