Japón: Inconsecuencias del Premierato
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Sin dudas, el primer ministro Shinzo Abe ha sido una figura popular en Japón durante sus más de cinco años de mandato, pero tal condición ha disminuido hasta solo poco más del 30% de aceptación, por múltiples casos de corrupción en las figuras que escoge para su gabinete, remodelado en cuatro ocasiones, así como por desviar su preconizada política de paz por la de llevar al archipiélago a una posición de virtual potencia militar, incumpliendo principios de la Constitución, lo cual eleva la confrontación con China y favorece la agresividad de Estados Unidos en la zona.
Pero tal como sucede en Estados Unidos, el ciudadano común se guía más por la política interna, y sigue de cerca la aplicación de lo que el Premier denominó Abenomics, de cuyo éxito dependerán principalmente las opciones de seguir en el poder del Partido Liberal Democrático en las próximas elecciones generales, previstas para el otoño de 2018.
La confianza en la gestión económica de Abe es la mayor baza del partido y se ha visto sostenida por la estabilidad de la tercera potencia mundial, aunque la tardanza de Abenomics en ofrecer resultados concretos -sobre todo en lo que respecta al aumento de los salarios y de la inflación- genera cada vez más dudas.
El líder conservador nombró a 14 nuevos ministros y solo mantuvo a cinco en el puesto, aunque conservó al núcleo duro de su Ejecutivo, con la excepción del titular de Asuntos Exteriores. El hasta ahora canciller, Fumio Kishida, ha sido designado para responsable de estrategias políticas del PLD, con la misión de revitalizar a una formación desgastada por sus casi cinco años en el poder y la sucesión de escándalos.
Kishida, una figura muy próxima a Abe y visto como el mejor posicionado para su sucesión al frente del PLD, cede su puesto al veterano político Taro Kono, considerado un moderado dentro del partido conservador y que se ha opuesto a la reactivación de las centrales nucleares niponas impulsada por el Gobierno; es conocido también por sus buenos contactos con Washington y por su actitud de acercamiento a la vecina Corea del Sur, y afrontará la compleja tarea de responder de forma conjunta con ambos aliados a los que considera desafíos armamentísticos de Pyongyang y al auge militar de China en el Pacífico.
En Defensa, el también veterano Itsunori Onodera ocupará el cargo de Tomomi Inada, quien dimitió la semana pasada por la ocultación de datos sobre la misión de paz de las tropas japonesas en Sudán del Sur, el último de los escándalos que ha minado la imagen del Ejecutivo.
Pese a ambas novedades, los analistas prevén que el papel de Japón en la escena internacional sea continuista y siga dependiendo de las directrices del propio Abe, quien ha apostado por estrechar lazos con EE.UU., tras la llegada al poder de Donald Trump y por mejorar las relaciones con Moscú, entre otros movimientos.
En la remodelación de destaca asimismo la escasa presencia femenina en el Gabinete, representada únicamente por Seiko Noda en la cartera de Interior y Comunicaciones, y por Yoko Kamikawa en la de Justicia, lo que supone una mujer menos. Noda es otra figura emergente dentro del partido y también fue designada como titular de Empoderamiento de la mujer, con el cometido de que el plan llamado Womenomics dé frutos visibles en un país donde las desigualdades persisten en todos los ámbitos, y en particular en el político y el empresarial.
Pero quizás lo más preocupante son otras acusaciones contra Abe que alcanzan a su esposa, Akie, en las que ambos son señalados como propiciadores de una educación favorable a la extrema derecha, tendente a resucitar el militarismo japonés.
Ayudó a crear un instituto que se basa en la misma política militarista, abolida en 1947, y los fondos empleados tanto para la compra del lugar, como el pago a educadores, se consideran inflados.
Asimismo, en el Kindergarten llamado Tsukamoto, figura señalada como neonazi y con relaciones con dos exministras, los niños recitan consignas que eran empleadas para la educación militarista, y sus padres reciben panfletos denigratorios para los chinos y coreanos.
Hace dos años, Abe hizo aprobar decretos que favorecen al militarismo, un tema muy sensible en Japón, donde el pacifismo ha dominado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, a raíz de la injustificable agresión atómica de Estados Unidos a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
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