Silvio Rodríguez: Doctor Honoris Causa de la Universidad de las Artes

Silvio Rodríguez: Doctor Honoris Causa de la Universidad de las Artes
Fecha de publicación: 
13 Junio 2017
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Silvio Rodríguez no necesita ningún reconocimiento académico para garantizar un lugar de privilegio en la cultura cubana. Pero por supuesto que los merece. La Universidad de las Artes (ISA) lo ha nombrado Doctor Honoris Causa este martes, en reconocimiento a una obra inmensa, que ha sido referencia de cientos de artistas, muchos de los cuales se han graduado en esta casa de altos oficios.

El rector de esa universidad, Alexis Seijo García, destacó la ejecutoria del artista, sus aportes a la trova y la lírica cubana, lo que convierten al cantautor en “un ícono de la música cubana”.

La ceremonia tuvo lugar justo el día en que se cumplen 50 años del debut del cantautor en la Televisión Cubana. Silvio lo recordó en sus palabras de agradecimiento, en las que también felicitó al sistema de enseñanza artística, que celebra por estos días 55 años.

Que el título le haya sido entregado precisamente por la Universidad de las Artes ha significado mucho para el trovador: “Aquí estudiaron muchos de mis compañeros, excelentes artistas de todas las manifestaciones… Este acto, de alguna manera, me hermana más con ellos” —expresó en un aparte con la prensa.

En la ceremonia, Silvio también recibió un cuadro de la pintora Alicia Leal, y una larga ovación del auditorio, que estaba integrado por personalidades de la cultura cubana, representantes del Ministerio de Cultura —encabezados por el ministro Abel Prieto Jiménez— y la Asociación Hermanos Saíz, profesores y alumnos de la Universidad de las Artes.

Silvio Rodríguez ha sido el trovador y también el poeta, el cronista por excelencia de una época pujante e intensa. He ahí su magisterio. Generaciones de cubanos han hecho suyas esas canciones, que forman parte de la banda sonora esencial de una Revolución de las artes y el pensamiento.

PALABRAS DE AGRADECIMIENTO DE SILVIO:

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Silvio Rodríguez da lectura a palabras de agradecimiento. Fotos: Octavio Fraga

La Habana, martes 13 de junio de 2017.

Queridos amigos:

Como vengo de la calle, de la vida, a menudo de lo que tengo deseos de hablar es de lo difícil, de lo complejo, de todas las preguntas que necesariamente nos estamos haciendo los cubanos. En ese sentido no soy muy diferente del muchacho que hace tiempo escribió:

¿Qué silencio aprendido nos preserva la vida?

¿Qué silencio oportuno nos convierte en prudentes?

¿Qué silencio asesino nos llena la barriga?

¿Cuántas veces al día merecemos la muerte?
 

Pero la vida es rica, diversa, y en nuestro país especialmente generosa, y también invita a felicitar al sistema cubano de enseñanza artística ˗a los gigantes que lo soñaron y lo hicieron posible, a sus trabajadores y a sus educandos˗, a esta Universidad de las Artes que no discrimina a nadie, a todo lo profundamente hermoso que en estos días cumple 55 años.

Yo estoy cumpliendo un poco menos: hace apenas 50 revoluciones de la Tierra alrededor del sol, un martes 13 como hoy, a esta misma hora estaba en los estudios 19 del Focsa ensayando los temas que iba a doblar por la noche en el programa Música y Estrellas.

Guillermo Rosales, un excompañero del semanario Mella, me había llevado a casa de Mario Romeu, y a este músico extraordinario se le había ocurrido orquestarme dos temas y sentarme ante las cámaras de televisión.

Por increíble que parezca, el día anterior me habían dado la baja, luego de más de tres años de servicio militar. Recuerdo que los únicos zapatos que tenía era mis botas rusas, que por supuesto también salieron al aire.

En este medio siglo, creo que más por terquedad que por maña, he logrado aprender algo de mi oficio. También aprendí que los rechazos y las críticas que más duelen son las que vienen del seno familiar, de quienes queremos, del propio país. Igual que los abrazos que más emocionan.

La verdad es que pudiera decir muchas cosas, temo que demasiadas. Le he dado tantas vueltas que pude haber empezado con un verso apócrifo: “Cómo gasto papeles dando gracias”. Por suerte mi querida esposa me dio un consejo: “Tu lo que haces son canciones, canta una” … Sin embargo, por la hora y por respeto a esta audiencia, omitiré la música y solo voy a recitar las sencillas palabras de una tonada que compuse hace años:

La Escalera

Iba silbando mi trino

por una calle cualquiera,

cuando a un lado del camino

me encontré con la escalera.

Era una escala sencilla,

de rústico enmaderado,

desde la calle amarilla

hasta el rojo de un tejado.

“¿Qué se verá desde el techo?”,

Dijo la voz de lo extraño.

Y sin meditar el trecho

le puse afán al peldaño.

La brisa me acompañaba

en el ascenso y el alma,

y mi camisa volaba

junto al sinsonte y la palma.

Mientras más ganaba altura,

la calle me parecía

más pequeña, menos dura,

como de juguetería.

Y sucedió de repente

que, después de alimentarme

con la visión diferente,

solo quedaba bajarme.

Dejé la altura en su calma,

dejé el cielo en su horizonte.

Siguió batiendo la palma,

siguió volando el sinsonte

Me encontré con la escalera

cuando a un lado del camino,

por una calle cualquiera,

iba silbando mi trino.

Muchas gracias

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