CRÍTICA DE CINE: Aquí sola

CRÍTICA DE CINE: Aquí sola
Fecha de publicación: 
19 Mayo 2017
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Aquí sola, Here Along (su título en inglés), nace de una premisa que es parte de la esencia que nos define como seremos humanos: odiamos la idea de la muerte; en condiciones extremas, haremos lo posible y lo imposible para sobrevivir.

El filme, de Rod Blackhurst, tiene una protagonista femenina (Lucy Walters) que vive sola en el medio de un bosque, se llena la cara de orine y fango y se alimenta de unos gusanos que cocina a pocos metros de donde defeca. Es, -pronto descubrimos- una mujer tratando de sobrevivir sola en un mundo plagado de zombis... que se cose una herida en su abdomen con un alfiler y tiene que matar a su bebé cuando descubre que está infectado con el virus...

Aunque el guión de esta cinta no tiene recaídas, y los pocos personajes que en ella aparecen logran absorber la total atención del espectador, es la fotografía el más precioso de los regalos en Here Along.

Excelente el binomio que logra Rod Blackhurst con Adam McDaid, director de fotografía de Here Along. Los fotogramas de este filme obtienen fácilmente que las imágenes impliquen un miedo estridente, que recuerda al maestro Alfred Hitchcock. Ese miedo que no se ve pero se intuye, que cala los huesos y hace que el espectador no pueda evitar preguntarse si sería capaz de sobrevivir en caso de que la humanidad entera sufriera una plaga y los seres humanos se convirtieran en zombis.

También a este binomio creativo hay que agradecerle la recreación de esa primera imagen de la película, donde una mujer desnuda se lava el barro de su cuerpo en un lago. La vemos delgada, desnutrida. De inmediato intuimos lo precaria de su condición, pero la luz incide de un modo tan exacto sobre la vegetación del lugar y hay tanta simetría y proporción en el paisaje que el espectador se olvida del misterio de la mujer que sufre y comienza a sentirse elevado... del modo en que solo puede hacerlo la beldad.

Incluso en las condiciones más adversas, se puede seguir teniéndolo todo. Un hogar, un refugio, una pedacito de cielo. En Here Along (2016) el apocalipsis interior es tan intenso como el que ocurre fuera.

El momento más intenso de la zozobra de la protagonista: varios zombis atacan a las dos únicas personas que aún no se infectan. Ella tan solo puede salvar a uno de ellos. Debe escoger entre el hombre que le promete un futuro y la hija de este, que le ha traicionado. La decisión le resulta incomprensiblemente fácil.

Luego de esta decisión de la protagonista, que deviene la última escena de la película, no hay punto de cierre para ninguna subtrama. El espectador queda sin saber nunca si la humanidad sucumbió o no ante la plaga de zombis, si Lucy Walters dejó alguna vez de untarse orine para despistar el olfato de los "no vivos".

Y es que no importa. Aunque a primeras luces lo parezca, Here Along no es una película de zombis. Es, pudiera decirse, un filme de culpas y de introspecciones. No en balde es en la culpa donde encontramos la respuesta a la decisión que toma la protagonista a la hora de decidir a cuál de los dos le salva la vida, si al padre o a la hija de este.

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