¿Se mueve?

¿Se mueve?
Fecha de publicación: 
25 Abril 2012
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Las películas infantiles, que durante el siglo pasado fueron toda una rareza en nuestro cine, van convirtiéndose en unas de las más visitadas de la última década. Abrió el camino Viva Cuba, de Juan Carlos Cremata, que además de arrasar con múltiples premios en la arena internacional, entregó al público de este país una pareja de niños memorable.

La emigración, el sentimiento patriótico, y hasta cierto punto las diferencias económicas, asomaron por primera vez desde la perspectiva de los más pequeños, que quizás por la claridad con que se manifiestan, suelen ser portadores de grandes y básicas verdades.

Luego, Habanastation, de Ian Padrón, retomó la fórmula de un dúo infantil dispar en apariencias, pero semejante en lo esencial, para desarrollar aquella temática de los abismos económicos que asomaba en Viva Cuba. El verano en que se estrenó no fue precisamente vacacional para el personal de los cines, los cuales se llenaron hasta el máximo de su capacidad (y hasta un poco más, como sabemos).

Los realizadores de la película solo hicieron pasar el sombrero por festivales y muestras del mundo y se les llenó de premios de popularidad y reconocimientos de jurados.

Quizás aquellas dos no sean las películas cubanas de esta década que mejor recuerde la crítica; pero sin duda están entre las que el pueblo lleva más cerca. Se debe, entre otras, a dos razones puntuales. Primero, el cine con protagonistas infantiles orientado a todas las edades suele ser intensamente emotivo sin correr un riesgo alto de cruzar hacia lo cursi. Segundo, el universo de los niños les permite a los directores desplegar su creatividad personal sin sacrificar los requerimientos de un cine más popular.

Habría que agregar aquí que la presencia de la compañía de teatro La Colmenita en estos dos filmes ha sido una carta de triunfo, no solo porque es imán de público, sino también (visto el desempeño de sus actores) porque garantiza un estándar de calidad. Por eso, no debemos catalogarla en términos absolutos atendiendo escasamente al desenvolvimiento de sus niños en el filme que el ICAIC nos propone hoy en su cartelera: Y, sin embargo, de Rudy Mora.

Este director, con una trayectoria sólida en la Televisión Cubana, y quizás debido a la rapidez e improvisación que exige este formato, no logró que los protagonistas de Y, sin embargo mantuvieran el mismo estándar de calidad en la representación de todas las escenas. Especialmente en algunas que les exigen cierta dosis de espontaneidad a los niños, los propósitos y las psicologías de cada personaje se desvirtúan, y los diálogos se cargan de redundancias innecesarias.

Pero más allá de estos elementos que el público suele dejar pasar conmovido por la gracia natural de los actores infantiles; Y, sin embargo se arriesga al naufragio en más de un sentido por falta de síntesis. Son demasiados los personajes que compiten por la atención, demasiados y con historias tan atractivas y autónomas que apenas logran insertarse en la trama central. Veamos.

Se supone que la película gire alrededor de la investigación de un grupo de niños sobre la visita de unos extraterrestres a su pueblo. Sin embargo, por las ramas tenemos una historia de amor entre dos de los protagonistas, el testimonio (por cierto, un tanto turbio) de la (auto y) exclusión de los inquilinos de un edificio, el pasado y el presente de un mendigo loco, los secretos de una profesora demasiado nerviosa...

Por otra parte, el filme coquetea con varios géneros (más bien tonos): el musical, la ciencia-ficción, el absurdo... incluso con ciertas marcas de un cine más intimista y de autor que atenta en ocasiones con su propósito de llegar a un público amplio. El filme coquetea, pero no se decide por ninguno.

Y, sin embargo también intenta proponer una tesis, que bien pudo ofrecer una columna vertebral donde sostener el resto de los elementos del filme: propone hombres con imaginación que transformen un mundo rígido y gris, propone el arte como complemento mismo de la ciencia; en cambio, los deseos de romper con las normas conducen a los protagonistas hacia la anarquía; y llegado este punto, los realizadores no encontraron otra solución que volver al mismo estado de cosas: la dictadura de un pensamiento absolutista y escolástico.

Y, sin embargo, sin embargo, deja bien claro que Rudy Mora tiene mucho que decirnos como artista (ahora) cinematográfico, cuenta con imaginación narrativa y cuestionamientos existenciales suficientes para regalar. Con frecuencia, la carrera de un director de cine puede resumirse como un viaje hacia la síntesis; que sea esta, su ópera prima, el primer y necesario paso hacia esa meta.

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