Clinton, Trump y la continuidad de las ambiciones hegemónicas de EE.UU.

Clinton, Trump y la continuidad de las ambiciones hegemónicas de EE.UU.
Fecha de publicación: 
5 Noviembre 2016
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Cuando los estadounidenses acudan a las urnas en las presidenciales del próximo martes, tendrán en cuenta los problemas económicos, el tema migratorio, la epidemia de violencia, pero pocos pondrán la política exterior como factor decisivo.

Sin embargo, la proyección internacional de Estados Unidos y su afán por mantener su influencia hegemónica a nivel global estuvieron presentes desde el principio de la actual campaña electoral, en particular tras las primarias, cuando la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump emergieron como los principales aspirantes a la Casa Blanca.

Ambos mostraron en los últimos meses sus proyecciones en materia de defensa y seguridad nacional, pero sus propuestas generaron desconfianza y escepticismo, y no lograron convencer a los ciudadanos.

Clinton se esforzó por limpiar su imagen de 'halcón' en política exterior, y pese a sus antecedentes se atreve a afirmar una y otra vez, que ve el uso de la fuerza como último recurso, no como primera opción en política exterior.

En sus intervenciones en diversos foros, la ex primera dama prometió además que nunca desplegaría tropas terrestres en Iraq ni en Siria, aunque asegura que mantendrá una política de enfrentamiento al Gobierno del presidente Bashar Al Assad.

La exsenadora defendió a ultranza la controversial participación de las fuerzas armadas norteamericanas en los ataques de la OTAN contra Libia en 2011, cuando ella era secretaria de Estado, y describió la intervención como un éxito, sin hacer referencia al desastre posterior que provocó.

Pero su imagen en temas de seguridad y relaciones internacionales se vio opacada por el escándalo en torno al uso que hizo de un servidor privado para comunicaciones oficiales cuando estaba al frente de la diplomacia norteamericana.

En julio pasado, los federales sometieron a Clinton a un intenso interrogatorio durante más de tres horas y pocos días después el Departamento de Justicia decidió cerrar el caso supuestamente por falta de pruebas.

Sin embargo, el director del FBI, James Comey, informó el 28 de octubre en una carta pública al Congreso que decidió reabrir la pesquisa, acción que tuvo un impacto relevante en la campaña, apenas 11 días antes de los comicios del 8 de noviembre.

Por su parte, en temas de defensa y seguridad nacional, Trump critica con vehemencia la situación actual de las fuerzas armadas, propone cambios profundos en esa institución, así como aumentar el presupuesto militar y elevar los inventarios y el personal de las unidades dirigidas por el Pentágono.

Pero de acuerdo con el Comité para un Presupuesto Federal Responsable -organización no partidista- esos cambios pudieran costar a los contribuyentes más de 450 mil millones de dólares en la próxima década, recursos que nadie sabe dónde Trump va a encontrarlos.

Un breve análisis de los planteamientos de ambos aspirantes presidenciales, demuestra que les faltó abordar con precisión y profundidad la manera en que Washington resolverá los grandes desafíos que enfrenta a nivel global.

Los dos esbozaron de forma somera cómo actuarán en torno al conflicto del Medio Oriente, la guerra en Afganistán, la manera de resolver el desastre provocado en Libia, y la política de confrontación con Rusia en Europa.

La ineficacia de la campaña contra el Estado Islámico (EI) en Siria e Iraq, que ya costó a los contribuyentes norteamericanos cerca de nueve mil millones de dólares, tampoco fue tocada a fondo por Clinton y Trump, inmersos en reiterados insultos y cuestionamientos sobre sus respectivas vidas privadas.

Sin embargo, cualquiera de los dos que llegue a la jefatura de la Casa Blanca, sin dudas mantendrá intactos, y en algunos casos arreciará, la política hostil tradicional contra las naciones que no se someten al mandato de Washington, y que están en peligro permanente de ser blanco de acciones de fuerza u otras actividades desestabilizadoras.

Para ello existen documentos normativos, que están por encima de pequeñas diferencias partidistas. Así lo confirma la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN), firmada por Obama en febrero de este año, que ratifica el uso de la fuerza como opción de primera mano en las intenciones hegemónicas globales norteamericanas.

La ESN afirma que Washington utilizará su poderío militar de forma unilateral cuando considere amenazados sus intereses y los de sus aliados y como instrumento esencial de apoyo a la diplomacia.

Para llevar a cabo estos propósitos Estados Unidos mantiene actualmente más de 156 mil efectivos castrenses en 150 países y otros 70 mil desplegados en las llamadas operaciones de contingencia.

De todas formas, aunque ni Clinton ni Trump establecieron en detalle sus ideas sobre estos temas, ahí  están estas y otras directivas que se encargan de llenar los supuestos "vacíos" que dejan los políticos y que son una verdadera amenaza a quienes no coinciden con los intereses globales de la Casa Blanca.

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