JOVEN Y ARTISTA: “Pintar es mi naturaleza”

JOVEN Y ARTISTA: “Pintar es mi naturaleza”
Fecha de publicación: 
6 Septiembre 2016
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Onay Rosquet está frisando los treinta, aunque todavía parece un muchacho. No obstante, su obra no es la de un principiante. Su más reciente exposición “Como el que no quiere las cosas”, en la galería Galiano, sorprendió al público por la minuciosidad y el vuelo de las piezas, ejemplos de un inspirado realismo. La composición era exquisita. Cada obra era una historia. Pero había que acercarse bien a cada cuadro para notar que no se trataba de fotografías. Para Onay Rosquet el ejercicio de la pintura no es cuestión de coser y cantar. Lo entrevistamos.

—¿Pintar es una diversión?

—No. Pintar es una necesidad. Si no pinto, es como si mi existencia no tuviera sentido. Yo no sé hacer nada más, sin pintar soy un cero a la izquierda. Le he dedicado tanto tiempo, que lo demás me resulta secundario. Es más, ni siquiera es una necesidad: es lo que soy.

—¿Y el acto de pintar implica algún trauma?

—Pintar es mi naturaleza.

—¿Desde cuándo pintas?

—Yo pinto como casi todo el mundo, desde niño. Lo que pasa es que hay muchachos que empiezan y después se aburren. En mi caso, poco a poco dejó de ser un pasatiempo y terminó por ser una profesión.

—¿Cuándo supiste que podías dedicarte profesionalmente a la pintura?

—Vivir de la pintura es muy difícil, pocos lo pueden hacer. Una cosa es querer hacer algo, otra distinta es poder hacerlo. Vivir de lo que uno quiere y puede hacer es un verdadero privilegio. Es un proceso. No es que uno se levente un día y diga: a partir de hoy voy a vivir de la pintura. Eso se va logrando con el tiempo.

 

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“Un día vendes un cuadro, el primer cuadro, pero eso no significa que necesariamente puedas vivir de eso. Yo no puedo fijar un día, un momento determinado… en mi caso fue un proceso. Tuve que trabajar en el Taller de Gráfica de Nelson Domínguez. Tenía allí determinadas responsabilidades; hacía mi trabajo, pero tenía que responder por el trabajo del taller. Tenía menos tiempo para hacer las cosas que me interesaban.

“Llegó el momento en que pude equilibrar las cosas, en que pude dedicarle a mi obra el tiempo que precisaba”.

—A la hora de pintar, ¿cuánto importa la técnica?

—Eso depende del tipo de obra que uno haga. Claro, para todo tipo de pintura la técnica importa muchísimo, aunque algunos pretendan ignorarlo. Pero insisto, eso depende del trabajo que uno haga. En mi caso es esencial. Lo que hago se sustenta en un trabajo minucioso, paciente, fruto de mucho tiempo de estudio y trabajo. Al final, la técnica es sobre todo trabajo.

—¿Crees en la inspiración?

—Sí. Antes no creía en eso, pero ahora sí. Hay veces que quiero hacer y no puedo, debo dedicarme entonces a los cuadros que tengo ya planteados. Hay veces que no sale, aunque lo intente.

—¿Cómo opera en ti la inspiración? ¿Cómo se concreta?

—Es la historia de las famosas musas. En ocasiones tengo ganas de hacer un cuadro grande, con muchos elementos. Y ellas sencillamente deciden no bajar. A los músicos les pasa. A veces llega la música, a veces la letra… Conmigo es igual. De repente se me ocurre algo y me inspiro. El resto es trabajo.

 

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—¿Alguna vez la técnica ha sido un límite? O sea, ¿has querido hacer algo y no has sabido cómo?

—Francamente no. Yo asumo la técnica como una herramienta. Nunca es el fin. Todo va en función de una idea. Cuando encuentro la idea, lo demás viene.

—¿Pintas lo que sueñas?

—En ocasiones. Eso me ha pasado poco, pero cuando me ha pasado lo he recibido como un regalo. Cuando yo sueño con una obra, ya recibo lo principal: la idea. Solo queda encontrar la manera de concretarla, mejorarla, acomodarla. Ojalá me pasara más a menudo.

—¿A qué hora  pintas?

—Soy muy estricto con mi trabajo. El día que voy a pintar (que es casi todos los días), no me puedo haber acostado tarde la noche anterior. Me levanto muy temprano. Yo empiezo a pintar a eso de las nueve y media de la mañana. Y termino más o menos a las cinco y media o las seis.

—Una jornada completa…

—Sí. En lo que yo pongo los colores en la paleta, en lo que modulo las luces, en lo que creo el espacio para pintar… pasa un buen tiempo. Cuando uno se levanta poco a poco se va desperezando, no es lo mismo a las nueve que a las doce. Uno va entrando en calor… A mí pasa sobre las diez de la mañana. Y ahí trabajo hasta el final.

“Cuando trasnocho, no pinto. No vale la pena ensuciar la paleta para dedicarle poco tiempo a la pintura”.

 

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—¿Usas modelos?

—Yo suelo trabajar a partir de fotos. Las composiciones que pinto, las hago previamente y las fotografío. Tomo en cuenta muchas cosas: la intensidad de la luz, la ubicación de los objetos… A veces no me convence lo que “armo” y tengo que empezar de nuevo.

—¿Alguien te ha dicho, como reproche, que tu oficio se circunscribe a copiar?

—Te voy a hacer una anécdota. Una vez estaba en una exposición de un Premio Nacional de Artes Plásticas y allí estaba otro Premio Nacional de Artes Plásticas. Se me ocurrió enseñarle algunos de los trabajos que llevaba conmigo. Y él me dijo: “Yo no pinto cosas que ya existen en la realidad, porque mejor que en la realidad no van existir”. Me puso como ejemplo un árbol: “Ese árbol es muy hermoso, tú nunca vas a reproducirlo a la perfección, ni siquiera vale la pena intentarlo”.

“Le dije: tiene toda la razón. Nunca lo podré hacer. Pero hay mucha gente que no ha podido ver el árbol, disfrutar su belleza. No se trata de reproducir esa belleza, sino de recrearla, de eternizarla en una obra, de ir a las esencias”.

—Apuestas por un decidido realismo, podría decirse incluso hiperrealismo…

—Yo soy autodidacta. Y a esa circunstancia le achaco mi manera de pintar, tan minuciosa, tan pendiente de los detalles. Si hubiera pasado por San Alejandro (y te aseguro que me hubiera encantado pasar por la escuela, siento que me falta esa experiencia), si hubiera estado en San Alejandro quizás me hubiera dejado arrastrar por alguna tendencia.

“Quizás esa especie de ingenuidad me impulsó a refugiarme en los libros de arte, en la obra de algunos pintores que me marcaron. Como no tuve la orientación de una escuela, tuve que arreglármelas yo solo para ir armando mi carpeta.

“Y también está el gusto. Como me gustaba el realismo, hacia el realismo me fui inclinando”.

 

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—¿Pero has sentido alguna carencia por el hecho de no haber cursado estudios en la academia?

—Bueno, desde el punto de vista de la obra no sé, no tengo el referente. Pero sí siento una carencia espiritual. Me hubiera gustado formar parte de un grupo, la comunión de intereses. Algo así viví en el taller de Nelson, allí se hablaba de exposiciones, de la manera de lograr eso o aquello… Esa ha sido mi única experiencia en ese sentido.

—¿Alguna vez te has planteado pintar para vender?

—Yo tuve que pintar para vender.  En mis inicios. Era lo que sabía hacer y por tanto, tenía que sacarle provecho. Hacía unas marinas para sobrevivir…

—¿Y ahora?

—Yo soy un inconforme. Siempre quiero mejorar. Si algo me sale bien, quiero que me salga mejor. En realidad siento que todavía estoy comenzando, ha sido un largo inicio, pero creo que voy por un buen camino. He tenido que abrirme paso. Y ahora me siento un privilegiado, estoy exponiendo en galerías con renombre. Y la gente ha recibido bien mi obra.

—Sobre tú más reciente exposición… Estas cajas que pintas, ¿tienen referentes concretos en la realidad o son pura invención?

—Sí. Todas las obras tienen referentes concretos. Nacen de una idea, pero después necesito materializarla con los objetos.

—Aquí y allá hay llaves. Es notable cierta vocación simbólica…

—He usado mucho las llaves y la gente se ha identificado. Es más o menos como las cajas. Yo no tengo ningún trauma con las cajas, sencillamente las uso como un lienzo en blanco. Me da facilidades de composición y me permite “narrar”. Con las llaves pasa otro tanto: puedo “construir” a partir de ellas.

 

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—Además de pintura haces dibujo…

—El dibujo es la base de la buena pintura. En mi caso es el punto de partida de muchas pinturas. Cuando tengo un buen dibujo, casi siempre la pintura “cae” sola. Es como el sostén.

—También has hecho retratos. ¿Qué hace falta para ser un buen retratista?

—Tiempo.

—¿Te propones pintar cosas “bonitas”?

—No es que me lo proponga. Pero sí apuesto por una estética armoniosa. No quiero que sea un fin, pero sí un ingrediente.

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