La huelga del 29-M, termómetro del descontento social en España
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La huelga general del 29 de marzo no logrará su objetivo de suavizar la última reforma laboral, aunque puede marcar el inicio de una nueva ola de protestas ciudadanas y servir como botón de muestra del descontento popular en un país con un 23 por ciento de paro y oficialmente ya en recesión.
Algunos analistas consideran que la jornada de huelga reavivaría las muestras de descontento ciudadano por los ajustes económicos, después de que Partido Popular haya recibido sus primeros reveses electorales en dos comicios autonómicos apenas cien días después de comenzar su mandato.
"Los resultados electorales del domingo son una llamada de atención de que la población no acepta las reformas con esta orientación (...) y posiblemente sean el comienzo de un nuevo ciclo, con la población que puede empezar a posicionarse de forma más activa frente a las políticas que se han venido implementando en los últimos años, y en particular en estos últimos meses", dijo Xavier Vence, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Santiago de Compostela.
El PP no logró mayoría absoluta en Andalucía, una región con el 20 por ciento del peso poblacional de España, y es casi seguro un pacto entre socialistas e Izquierda Unida que le impediría el Gobierno regional.
Aunque gran parte de la sociedad española no parece estar de acuerdo con los ajustes ni con la última reforma laboral --que abarata el despido y permite la rebaja unilateral de salarios en busca de un aumento de la contratación--, tampoco cree que la huelga sirva para atajar su principal problema, el desempleo, mientras que los expertos también muestran disparidad de opiniones sobre las posibilidades de éxito de la convocatoria.
"Estamos viviendo una situación difícil en la sociedad española, con una enorme cantidad de trabajo precario, temporal, y por lo tanto (...) cuesta mucho que los trabajadores, por mucha simpatía que tengan a una convocatoria como ésta, se puedan incorporar libremente", dijo Juan Torres López, catedrático de Economía de la Universidad de Sevilla, que, no obstante, cree que la huelga no será un fracaso.
"Creo que (...) pesar de todas las dificultades, la huelga va a ser muy seguida", señaló.
Otros analistas sí vaticinan un fracaso de la convocatoria de los sindicatos, a quienes achacan motivaciones sectoriales alejadas del interés general.
"Va a ser un fracaso de seguimiento pese al intento de los sindicatos, que no tienen ninguna justificación para convocarla más allá de su necesidad de sobrevivir a la reforma laboral, es decir, a la reducción de la negociación colectiva", dijo Juan Iranzo, vicepresidente del Instituto de Estudios Económicos (IEE), que vaticina que esta huelga puede significar "casi el principio del fin de los sindicatos actuales".
SEGUIMIENTO CONDICIONADO POR EL MIEDO
Un encuesta de Metroscopia publicada el domingo en el diario El País señaló que un 51 por ciento de los españoles veía justificada la huelga, aunque sólo un 30 por ciento de los que tienen empleo tenía intención de participar, una cifra superior en 8 puntos a la del sondeo previo a la última huelga general de septiembre de 2010, que tuvo un impacto limitado cuando todavía gobernaba el Partido Socialista.
El motivo por el cual la mayoría de los españoles con empleo evitarían adherirse a la huelga podría estar en el miedo a perder su trabajo en un momento de extrema incertidumbre y con una reforma laboral vigente desde el 12 de febrero que facilita el despido.
"Los trabajadores (...) tienen miedo a perder su trabajo, ya que la actual legislación laboral no es precisamente garantista de sus derechos", dijo Fermín Bouza, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, que sin embargo matizó que desde las elecciones en Andalucía la tendencia a unirse a la huelga puede haber aumentado y que la medida de fuerza va a tener un impacto importante.
"La huelga general va a paralizar el país en todos los sectores claves: transportes, toda clase de comunicaciones, las principales empresas, etc.; no van a ir a la huelga los trabajadores de pequeñas empresas, la gente más precaria: ahí se juegan realmente su puesto de trabajo", señaló.
GOBIERNO NO DARÁ MARCHA ATRÁS
Pese a las presiones sindicales, reflejadas en dos jornadas previas de manifestaciones en las calles, el Gobierno ha dicho repetidamente que la ley de la reforma laboral no va a experimentar cambios sustanciales durante su tramitación en un Parlamento donde el PP ostenta la mayoría absoluta.
Según Iranzo, si el Gobierno cediera a las presiones y retrocediera en algún aspecto de la reforma, "iría en detrimento de los parados y de la generación de empleo, ya que esta reforma reduce los procedimientos para crear empleo y establece mecanismos que permiten a las empresas adaptarse a la realidad".
De hecho, algunos analistas consideran que esta huelga general se ha convocado para que los sindicatos justifiquen su propia existencia.
"Se ha convocado por liturgia sindical, (los sindicatos) tienen que hacer movimientos reglados por las circunstancias, pero no tienen convicción de que sirva para nada", dijo José Ramón Pin, profesor de dirección de personas y organizaciones de la escuela de negocios IESE.
En un contexto de compromiso con las reformas para cumplir con el objetivo de déficit público pactado con Bruselas, los expertos consideran que la sociedad española se está planteando la duda de si los ajustes serán útiles para reactivar la economía.
"Creo que empieza a cundir en una parte de la ciudadanía que estas medidas no sólo no resuelven la crisis, sino que la agravan", dijo Vence.
Los expertos también se muestran preocupados por la imagen negativa de España que proyectarían eventuales episodios de violencia durante la huelga.
"Los piquetes informativos tenían sentido en el siglo XIX, pero hoy no tienen ninguno, por lo tanto, si aparecen tendrán, por lo menos, carácter coercitivo", dijo Iranzo.
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