Las asignaturas «menores»

Las asignaturas «menores»
Fecha de publicación: 
20 Junio 2016
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La Unesco ha reconocido en numerosas oportunidades la calidad de los programas de la enseñanza en Cuba, está claro que este país sigue siendo referencia en el continente. Pero el sistema escolar en Cuba tiene todavía un reto: integrar mejor algunas disciplinas indispensables para la vida en sociedad.

Tan importantes como las matemáticas, la lengua española y la historia son las artes, la educación cívica y la filosofía; pero las dos primeras son asumidas como asignaturas “secundarias” por muchos de los maestros… y la tercera ni siquiera forma parte de los planes de estudio de la enseñanza primaria.

Teniendo en cuenta la importancia de estas materias para la formación integral de los ciudadanos, llama la atención el relativo menosprecio del que son objeto.

El niño necesita consolidar habilidades lógicas que vayan más allá del elemental conteo: para eso están las matemáticas. Necesita también comunicarse: para eso está la lengua. Necesita conocer su contexto: la razón fundamental de la historia.

Pero es imprescindible también aprender normas básicas de convivencia, establecer lazos constructivos en el entramado social (la cívica); pensar, debatir, analizar los hechos de la cotidianidad desde un punto de vista equitativo (la filosofía); enriquecer la vida espiritual, aprehender nociones estéticas (las artes).

Está claro que la escuela no es la única responsable de la formación de los niños, la familia es un ámbito esencial; pero la escuela debe garantizar niveles de instrucción comunes, que no deben dejar atrás la formación de valores.

Y esa es, precisamente, la misión fundamental de esas asignaturas “menores”: formar a mejores ciudadanos.

Ante el embate de la mala educación, del desinterés por la “cosa pública”, notables en tantos niños y jóvenes, la escuela tiene que ser un baluarte.

Algunos creerán que la filosofía, por ejemplo, es demasiado ardua para ser impartida en los primeros años de enseñanza. Pero no se trata de atiborrar a los niños con densos tratados filosóficos, sino de encontrar lazos naturales entre el pensamiento y la práctica cotidiana.

Las experiencias de algunos países en ese sentido pudieran establecer puntos de partida. En algunos países de Europa, por ejemplo, los alumnos de las escuelas primarias sostienen debates sobre aspectos puntuales de la sociedad: la ecología, la convivencia familiar, los derechos sexuales y reproductivos, la lucha contra el racismo y otras formas de discriminación…

Los temas, de por sí, forman parte del debate público; téngase en cuenta las crecientes expresiones de xenofobia, intolerancia y violencia en muchas sociedades europeas contemporáneas.

Pero no se trata solo de crear conciencia en los niños, sino de instarlos a desarrollar el diálogo con argumentos, partiendo del respeto de la opinión ajena, preservando la paz y la armonía en medio de las naturales diferencias.

Eso es filosofía.

Algunos maestros (los mejores) hacen eso en el contexto de sus clases; a eso se aspira. Pero mucho más efectivo sería incluir estos talleres en los programas, como contenido lectivo.

La música y las artes plásticas forman parte hace rato de los planes de estudio, pero la enseñanza primaria sigue ignorando manifestaciones esenciales, de gran impacto en la vida contemporánea: el audiovisual, por ejemplo.

Sería bueno que se estableciera desde los primeros grados una asignatura que fuera ofreciendo herramientas de análisis de películas, series, videos clips, juegos interactivos… de manera que incidiera en la formación de los públicos.

Obviamente: no es cuestión de coser y cantar. La reforma de los planes de estudio amerita de un análisis profundo y multidisciplinario, del concurso de especialistas y autoridades.

Y hace falta también un personal capacitado para llevarla a cabo: los maestros son la pieza clave y ya sabemos de los desafíos de ese sector en Cuba, que comprometen a toda la sociedad.

Pero es tiempo. Todo lo que se haga en ese sentido redundará en beneficio de un país mejor, más culto y comprometido con el bien común.

La escuela es el principal centro cultural de las comunidades y como tal tiene que ser asumida por todos. En los tiempos que vivimos no hay asignaturas menores. 

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