PARA BAILAR LA SAMBA: Gertrude Ederle se desquita

PARA BAILAR LA SAMBA: Gertrude Ederle se desquita
Fecha de publicación: 
9 Junio 2016
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La final de los 100 metros estilo libre va a comenzar. Al agua no solo se lanzarán los magníficos cuerpos: con ellos, sueños, ilusiones, aspiraciones... ¡Silencio!, ya compiten.

La gran aspirante, según la prensa y los entendidos, se rezaga. Una cosa es el papel y otra la vida… Un minuto, 14 segundos y dos décimas: bronce. Galardón áureo y plateado para sus coterráneas Ethel Lackie y Mariechen Wheselau con 1:12.4 y 1:12.8. A los 400... Se esfuerza y otro tercer peldaño (6:5.4), superada por Martha Norelius (6: 2.2) y Helen Waiswrigth (6:03.8). ¡Por fin oro! Gertrude integra el relevo 4 x 100 de la modalidad y cumple en su etapa para aportar a la victoria, incluido el adiós a la plusmarca mundial: 4 minutos, 58 segundos y 8 décimas.

No hubo espejismo en las opiniones de los expertos y los comentaristas: una lesión, aunque ligera, se interpuso a ensueños y predicciones. Como la joven eludió justificarse, prefirió no mencionar la situación. A pesar de sus tres galardones, vea cómo se marcha cabizbaja, la tristeza golpeando en su rostro, escondida en sonrisas y ademanes. Alcancémosla, ella ignora que pronto logrará premios mayores y ¿cómo vamos a convencerla de ello? Antes de volver a montar en la máquina del tiempo, solo podemos, y debemos, darle muestras de admiración y respeto. La deportista no tiene que redimirse cuando un periódico publicó, aliado a la superficialidad: más importante que vencer es competir con dignidad, entregarse a plenitud. Y lo ha hecho.

CANAL DE LA MANCHA, ALLÁ VAMOS.

No se amilana. Un nuevo deseo la invade: cruzar el Canal de la Mancha. El primero en conseguir la proeza: Mathew Welb en 1875, empleando 21 horas y 45 minutos. Cuatro personas le imitaron el éxito, todos del sexo masculino; muchos más fracasaron. Los escépticos, como siempre, al ataque: “¡Tú estás loca! Esto es para hombres duros de verdad. Cómo te atre...” No deja terminar al interlocutor: “Estás equivocado. Las mujeres podemos hacerlo...”.

Agosto de 1925. Se lanza a las aguas en busca de su objetivo. Se muestra potente aunque cuando está cerca de coronar la empresa, frena y flota para descansar y uno de los acompañantes, al suponerla desmayada, acerca el bote donde él va, la socorre… ¡descalificada! Nuevas burlas. Como es de las grandes, responde con los hechos por encima de las frases.

Entrena todavía mejor. Y a las siete de la mañana del seis de agosto de 1926, envuelta en una piel de oveja, con gafas de motociclista y una gorra, la zambullida en aguas francesas del Canal de las Mancha. Algunos le aconsejaron esperar la mejora de las condiciones climáticas. No los escuchó. Y ahora nada, nada, ¡nada…!, a pesar del mar revuelto, medusas, tiburones, los vientos, las corrientes, el frío exacerbados...

Y a las 14 horas, 31 minutos después de su entrada a las olas, arriba a Inglaterra después de recorrer mucho más de lo establecido: 33 kilómetros. Con tantos obstáculos, su travesía no pudo ser en línea recta y se estima que ascendió a 56. Gertrude Ederle convertida en la primera mujer y el sexto ser humano en conquistar la hazaña con el añadido de romper la marca de la famosa prueba.

Niña mimada entonces. Rodeada de actos y homenajes. En Nueva York, durante una cabalgata en honor de la deportista, la felicita el propio presidente Calvin Coolidge. Su vida, con adiciones de ficción, a las tablas y al cine; en ocasiones, ella misma se personifica. Un filme más profesional será rodado mucho tiempo después con Esther Williams en el papel de Gertrude.

ENTRE LA SORDERA Y EL OLVIDO

La recordista aprendió a nadar antes que leer y escribir: tenía menos de cinco años. El agua le agravó la lesión que padecía en un oído por culpa de un sarampión mal cuidado. Un médico le aconsejó: “Si quieres curarte tienes que abandonar la natación”. No lo escuchó: “Me siento como pez en el agua y no puedo parar de nadar. Uno no debe abandonar su gran amor”. Lo pagó caro: la sordera que sufriría pesó en su soltería eterna, sin negar su carácter bastante difícil”.

Al llegar el olvido y la soledad, comprendió que, en general, la humanidad tiene mala memoria. El error se facilita si no se trabaja para contar la historia con calidad- amor y profundidad en la fila esencial- a las nuevas generaciones, para que ellas atrapen lo positivo, lo adapten a su sentir y actuar en los tiempos que viven, y los ayude a edificar mejor el camino hacia el futuro.

Sus biógrafos coinciden más o meno al señalar: “Su vida pública terminó pronto porque su sordera empeoró, perdió a su novio con el que se había comprometido y se consagró a cuidar a sobrinos y hermanos”. También se dedicó a la enseñanza de la natación a niños sordomudos y hasta los atendía económicamente.

Gertrude Ederle nació el 28 de octubre de 1954 y murió el 30 de noviembre de 2003, y ocupa un puesto entre los sobresalientes deportistas de todas las épocas. Su gloria es mucho más robusta que la fama que gozó por algún tiempo.

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