Bolivia en referendo

Bolivia en referendo
Fecha de publicación: 
14 Enero 2016
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Desde todas las dificultades posibles, impuestas por las gradaciones hegemónicas del sistema de Partidos políticos, consiguió desempeñar los roles necesarios hasta este punto, en que llama a un nuevo referendo por el sí de la prolongación de sus posibilidades para nueva elección. Recuerdo cómo buena parte de la clase media boliviana asociada al mundo del comercio del libro ponía en el entonces diputado sus más profundas esperanzas cuando comenzaron las manifestaciones que impulsarían a Sánchez de Lozada a huir del país. Recuerdo además cómo organizaciones sociales lo conminaron públicamente a asumir el liderazgo del vacío de poder que se creaba y cómo Evo se apegó a la constitucionalidad. Fue un parlamentario cabal en medio de un parlamento cuya mayoría, más que oponérsele, le dedicaba el odio de la discriminación. Y fue además una lección difícil de olvidar. Han pasado los años, y aun conservo en mimente las imágenes de la Plaza obrera, junto a la de San Francisco, tomada por los manifestantes.

Para asumir la presidencia, Evo Morales necesitó de votaciones que pocos presidentes pueden ostentar, y fue forzado después a referendos de los que saldría más airoso. El vicepresidente García Linera, por su parte, fue tentado de diversas maneras a fomentar la división, en principio basándose en prejuicios racistas y más tarde en patrones académicos, cuando se descubrió para la opinión internacional su talla intelectual y su profundidad de ideas. Tampoco fructificaron las fórmulas divisorias a partir de conflictos internos del país. Por ello, ambos han llamado a un referendo que representa más que la propia presidencia de Bolivia, lo cual en sí no es poco, desde luego.

En las circunstancias políticas latinoamericanas, con las reacciones de seducción del neoliberalismo argentino y el oportunismo de crisis de la oposición venezolana entreguista, la victoria de Evo es el aliento que tanto la izquierda, como los movimientos progresistas y las mayorías que la histria política ha convertido en minorías, requieren para reimpulsar sus propuestas dentro del contexto del sistema de Partidos Políticos. Pues de eso se trata: partir de las mismas condiciones restrictivas de la democracia partidista occidental para cambiar las bases del sistema hegemónico y, sobre todo, transformar los patrones de legitimación.

El referendo boliviano no es, en este instante, un hecho aislado en el contexto latinoamericano, sino un punto esencial en la continuidad del proceso progresista. Y falta prensa y opinión justa que reconozca sus logros y adelantos e incluso valore sus errores con la naturalidad de todos los procesos sociales que los seres humanos impulsamos, y no como sentencias sumarias, como lo hacen sin descanso los monopolios de la información. La organicidad de la autocrítica consiste en no dejarse arrebatar lo alcanzado, sin dejar de analizar los errores cometidos. De ahí el financiamiento que EEUU destina a través de la NED (National Endowment for Democracy) para potenciar un NO que saque, al menos temporalmente, a Morales y García Linera del poder político en Bolivia.

Si los intelectuales y analistas políticos nos dejamos llevar por el impacto mediático de las derrotas parciales de Argentina y Venezuela, la población quedará a merced de la propia sicología de consumo en que ha crecido. Las derrotas son parte de la lucha del mismo modo en que la victoria es un punto de partida. Y urge entrar con los tanques de pleno pensamiento, de justicia social, análisis profundo y clara exposición. Contaminar, en fin, ese patrón hegemónico de falsa democracia con la razón ciudadana que puede hacernos iguales y siempre en el camino del mejoramiento humano.

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