En cartelera: Drive

En cartelera: Drive
Fecha de publicación: 
22 Febrero 2012
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Por Justo Planas

 

Desde los créditos del comienzo Drive nos da inequívocas muestras de su deuda con filmes de acción de los 70 y 80: la lentitud de aquel preámbulo, la música que rescata el saxofón, y las escenas nocturnas de un hombre que maneja (como lo hiciera el icónico Clint Eastwood) solo por las calles de una ciudad norteamericana.

 

En la primera secuencia, sin embargo, durante la huida en ruedas de unos ladrones y la tan usual persecución de la patrulla policial, nos damos cuenta de que este regreso a décadas atrás más que a un homenaje, responde a un propósito, una tesis bien orquestada formal y filosóficamente.

 

Y llegamos a esta convicción, sobre todo, por el original aprovechamiento de los tiempos en aquella caza sobre neumáticos. Mientras, por ejemplo en Rápido y furioso, un director haría quemar goma a sus personajes, correr a toda velocidad; el de Drive, Nicolas Winding enlentece los movimientos de su protagonista, densifica y ralentiza la escena.

 

Esta decisión nos lleva a un estado de ansiedad como el que habrán sentido nuestros abuelos con las primeras películas de este tipo. Ya es difícil lograrlo, y para suerte nuestra un director como Nicolas Winding se ha dado cuenta de que en ocasiones más velocidad no significa más acción.

 

No puede pasarse por alto en esta y las restantes escenas de Drive el uso del sonido y de la música en particular como piezas clave (a veces por encima de la imagen) para suspender atmósferas, escenas. La edición es también otro factor decisivo: hay transiciones de planos que parecen organizadas con precisión milimétrica y a la par estudiadas de manera original; por no mencionar la apropiación significativa, semántica que se hace allí de algunos efectos como las disolvencias.

 

Valdría ver Dive solo para desintoxicarnos del cine de acción hecho mecánicamente, que pasa todos los días por nuestros ojos hasta convencernos de que no existen filmes que vayan más allá del lugar común.

 

Por cierto, al volante de la primera escena y de la película toda, va un joven actor que quizás no ha tenido el reconocimiento que merece (aunque estuvo nominado a los Oscar en 2006): Ryan Gosling. Su personaje (lacónico y tímido al estilo norteamericano, o sea, obstinado y peligroso cuando se le agrede) es el elemento de enlace entre los dos universos en que se divide la película como si se tratara de dos en vez de una.

 

Por un lado tenemos estas escenas de acción que hemos mencionado, mientras que por otro el protagonista vive la posibilidad de hacer una familia con una camarera llamada Irene y su hijo Benicio. De igual forma, la fotografía y la música readaptan los códigos del cine romántico y se alejan de toda cursilería, consecuencia (sin embargo) de un patetismo contagioso.

 

Y la palabra "romántico" nunca se ha utilizado de forma más apropiada para calificar una película. Pues, Drive incorpora ese amor idealizado, donde el hombre encuentra su paz (Irene significa paz en griego) y su bien (Benicio proviene de bueno en latín), ese amor del Romanticismo. El protagonista (no recordamos su nombre, o tal vez todos le decían boy) trata además a su Irene de acuerdo con códigos caballerescos. Incluso la elección de ambos actores responde al sentido de perfección (desterremos las asociaciones racistas en este caso) poética de aquel tiempo.

 

En las secuencias de este tipo, el tiempo verdaderamente se detiene, las imágenes se velan, los silencios se subrayan; cada elemento de Drive renuncia a sus valores narrativos (el cine siempre ha buscado ser narrativo) y se acercan a esos párrafos y párrafos de descripción, donde solo transcurren segundos, que uno puede encontrarse en autores como Victor Hugo.

 

He aquí, en cambio, el lugar a donde quiere llevarnos el director Nicolas Winding con su estética de los 70, con sus tarantinescos momentos de piñacera y sangre; y sus tomas de amor de cuando el cine mudo: a la sólida conclusión de que la familia (al menos en su sentido originario) está muriendo en nuestra época. La velocidad con que todo sucede hoy en día nos impide incluso disfrutar como Dios manda una película clase B de autos o de amor; comprendiendo Driver nos damos cuenta de que ha faltado reflexión y creatividad en el resto de su tipo.

 

El personaje de Ryan Gosling ni siquiera tiene la opción de elegir, estos tiempos (se dice en Drive) no nos dan más opción que seguir en la carrera y dejar por el camino lo más valioso del equipaje.

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