Estrenos de cine: Interestelar

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Estrenos de cine: Interestelar
Fecha de publicación: 
16 Septiembre 2015
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Después de ese preludio exitoso que fue Gravity (Alfonso Cuarón, 2013), aquella excepcional aventura de astronautas perdidos y acorralados en el firmamento, Hollywood apuesta por Interestelar, otro intento fastuoso para que los espectadores acudan en masa a las salas.

Pero no es Interestelar ciencia-ficción aparatosa, esa cuyo único objetivo es alardear de la eficacia de sus efectos especiales. La firma del prestigioso Christopher Nolan, que en esta ocasión ha escrito el guión junto a su hermano Jonathan, augura un cine muy recomendable, uno que, con formato de gran espectáculo, hace pensar y sentir.

Christopher Nolan, que comenzó haciendo thrillers tan atractivos y perversos como Memento (2000) e Insomnio (2002), demostró posteriormente ser un virtuoso rodando cine de gran presupuesto, sin que ello significara una renuncia a su sello artístico, como atestiguan El truco final (2006), Batman begins (2005) y El caballero oscuro (2008).

En Interstellar quizás no se entienda la jerga científica, que es abusiva, llena de agujeros negros y física cuántica, pero sí se comprende la esencia emocional de la historia: En un futuro próximo, la Tierra ha sido devastada por las plagas y solo sobrevive con la agricultura del maíz en medio de continuas tormentas de polvo que amenazan con la agonía del planeta. La única solución posible es encontrar planetas habitables en otras galaxias, para poder trasladar allí a los muy desesperados terrícolas.

La película está construida como las odiseas, cualquiera de ellas. Da lo mismo que se trate de la aventura equinoccial de un hombre que intenta regresar a su casa después de una guerra, que del periplo de un pobre borracho y mentiroso a través de un día (pongamos el 16 de junio de 1904). Un hombre debe ahora vagar por el Universo buscando un planeta habitable, para que la especie humana no se extinga, porque la vida en La Tierra es insostenible.

En el cuerpo destartalado del cada vez más grande y afónico Matthew McConaughey se representa a la humanidad entera, siendo arrastrada por las geografías desoladas de universos helados, obligada a viajar por medio de agujeros negros que absorben hacia su interior todo lo que se le acerca, forzada a huir de mares con olas descomunales.

Como ya hiciera Nolan en Inception, una película nunca –jamás- suficientemente alabada, la narración se precipita por la retina del espectador encapsulada en historias que discurren dentro de historias. Si entonces el tiempo de los sueños que discurrían dentro de otros sueños se distorsionaba y ese mecanismo facilitaba algunas de las secuencias montadas en paralelo más espectaculares del cine de todos los tiempos, ahora es la propia naturaleza no absoluta del tiempo lo que facilita al director su máquina para montar sus antojos.

Un minuto en el espacio representa años de vida en La Tierra. Mientras más se adentra McConaughey en su viaje, más años pierde de compartir con la familia y amigos, y en sentido general, con toda la realidad que conoce de su entorno terrestre. Él, que representa la salvación de la humanidad, no puede salvarse a sí mismo de ver morir de vejez a sus propios hijos.

La ciencia ficción solía ser un género inocente. Stanley Kubrick se quejaba que en este género había mucha simplicidad naïf, muchos marcianos y platillos volantes, propios de las producciones de los años cincuenta. Ni es así 2001, odisea espacial, ni es así Interestelar. Más bien son todo lo contrario.

En Interestelar, la intención de la película coincide con la del propio cine. La filmografía de Nolan vive entregada a la cruzada de reproducir la cara de asombro de aquellos que el 28 de diciembre, en el Salonindien du Grand Café del Boulevard des Capucines, vieron un tren abalanzarse sobre el patio de butacas. Estamos en presencia de una cinta que no tiene reparo en querer deleitar a la vez que sacudir al espectador. Quiere comunicar un mensaje, pero cuida muchísimo la forma en que envuelve al mismo.

En resumen, Interestelar es una película grandilocuente y con grandes expectativas. Por momentos pomposa; a ratos ingenua. Impone la magnificencia de un espectáculo capaz de asombrar con la misma fuerza que arrastra hacia dentro… como si de un agujero negro se tratase.

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