Ivette Cepeda: canta una maestra, una mujer cubana y apasionada (+ FOTOS)
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Fotos: Cortesía de Ivette Cepeda
Hasta hace unos años, el nombre de Ivette Cepeda era solo conocido por los asiduos visitantes al club habanero Gato Tuerto u otros centros nocturnos. Pero con la misma pasión con que descubrimos un tesoro escondido, así emergió esta gran intérprete cubana y se convirtió rápidamente en una de las divas de nuestra canción contemporánea.
Aunque asegura que nunca tuvo entre sus planes ser una cantante, solo hay que escuchar un tema interpretado por ella o verla en un video para confirmar que ella nació para eso, que llevó el talento del canto siempre en las venas.
Es precisamente su amor incondicional al público y sus ganas de comunicar lo que la hacen tan auténtica y espontánea en cada actuación. Se involucra de tal forma con cada canción, que su sentir nos atrapa y nos compromete también a nosotros; nos permite viajar en su fantasía, conocer sus sueños.
Recientemente Ivette Cepeda realizó una serie de conciertos en La Florida, Estados Unidos, y una vez más conquistó los aplausos del público con viejas y nuevas canciones de su más reciente álbum, País.
Grabado entre La Habana y Ciudad de Panamá, este volumen ya está siendo comercializado en varios países bajo el sello NJ Music y espera la licencia de una disquera cubana para ser distribuido en la Isla. Una vez que sea lanzado oficialmente, recorrerá el país y hará gala de su nombre.
Se titula País, así que quiero que pase por todos los rincones de Cuba, comenta Ivette, quien asegura que hizo este álbum para que pase por una única prueba: las almas de las personas que lo escucharán. «Ese es el único premio que necesito, que el público sienta cosas, se sienta mimado y querido».
Una tarde Ivette me recibió en su casa y en su balcón, que asoma al bosque de La Habana, conversamos sobre su carrera, sus gustos y su éxito. Este último ella apenas lo reconoce como un pequeño paso que ha dado dentro de los muchos que la esperan.
En un programa de televisión, Formell dijo que su canción Tal vez había encontrado la mejor versión en tu voz. ¿Qué sientes cuando te dicen algo así? ¿Has recibido elogios similares de otros compositores?
Normalmente me niego a darme la oportunidad de aceptar elogios así, más bien los interpreto como un cariño que alguien quiere regalarme.
Esa canción de Formell yo la escuché por Omara Portuondo inicialmente, y para mí su interpretación era inalcanzable.
Yo la interpreté haciéndome una fantasía, ya que es una canción que pasa por distintos tonos. La tomé como si fueran tres historias o momentos diferentes de una vida… Quizás esa fantasía hizo que las personas captaran algo que no estaba en la canción inicialmente.
Eso me pasa con muchos temas. Cuando yo tomo una canción, la uno a mis vivencias o alguna historia que conozca. La personalizo, la llevo por otro lugar... pero no creo que yo haya inventado tanto, es simplemente mi estilo personal.
Agradezco mucho cuando un autor me favorece con un elogio, aunque a veces no lo veo tan merecido.
Creo que quien más agradece las canciones es el público. Yo canto de la manera más sincera y cercana posible.
¿Te cuesta aceptar elogios? ¿Crees que la modestia debe ser parte de un artista?
Sí, creo que es muy importante. En mi caso, me cuesta aceptar porque yo no soy músico, nunca estudié música y tengo que asumir estos elogios con humildad, para mí son pequeños pasos.
Aunque siempre salgo a cantar con mucha seguridad, últimamente me siento más respaldada y guiada porque los músicos con que trabajo, el grupo Reflexión y su director, José Luis Beltrán, llenan muchos de mis espacios e inquietudes.
La constancia y estabilidad que ha habido en nuestro trabajo es muestra de la comprensión entre ellos y yo, de una entrega mutua. Trabajar con ellos ha sido una experiencia muy especial, llevamos cinco años juntos.
Yo imagino que Benny Moré realmente debió ser un genio, porque para llegar a ese nivel de excelencia y no haber estudiado música, hay que serlo.
Yo me las bato grises, pero que yo no sepa música no quiere decir que no sepa por dónde quiero ir o cómo pienso que deben sonar las canciones.
Como soy una cantante apasionada, los desbordes se hacen evidentes. Quisiera ser una cantante más mesurada, pero eso es algo que se doma con muchos años de experiencia. Es que a mí el público «me alborota».
Quizás ese desborde es lo que le gusta a la gente que te escucha…
Pero a veces puede lastimar la parte musical, por eso hay que saber moderarlo.
No me molesta el elogio, me gusta, pero lo acepto con humildad y respeto, sin que «se me vaya la fama para la cabeza». Estos son pequeños pasos dentro de los muchos que tengo que dar, pero un elogio es una flor y siempre se agradece.
Y cuando un compositor escribe el tema exclusivamente para ti, ¿cómo asumes ese reto?
Ese momento es mágico cuando la canción me llena y me gusta. Me ha pasado que me han dado canciones muy buenas, pero considero que no son para mí, que no es el momento, o que esta se aleja de mi visión personal y musical. Cada artista es un mundo, un tema que no sea mi destino sí puede serlo para otro artista.
Hay algunas canciones que no han sido hechas para mí, pero las he tomado.
Cuando te dan un tema que nunca ha sido cantado antes, es muy bonito, aunque no he tenido tantas experiencias de este tipo. Recién empiezo a tener un disco de canciones inéditas.
Es un gran reto cantar por primera vez un tema, porque hay que poner de la visión del autor al escribirla conjugado a mi visión. Cuando sale por primera vez, es así para siempre, aunque después sea versionada. Nace con la voz de una, hay que sacarle el máximo, hay que ponerle todo porque, para que inspire ser versionada por otros, tiene que ser buena la primera vez.
Tanto cantar una canción conocida como estrenar otra suponen un riesgo, ¿te gusta arriesgarte?
Me gusta hacer cambios en las canciones. Por ejemplo, a Alcé mi voz, que abre el disco nuevo y que tiene varias nominaciones a los Lucas 2014, le modifiqué el título (antes se llamaba Guaguancó del silencio).
El autor me la había dado hacía como cinco años, cuando estaba yo en el Gato Tuerto. Yo no soy cantante de guaguancó y me demoré en hacerla, pero la incluí en el disco y creo que quedó muy bien; tiene poesía y un mensaje valioso.
Ivette, no estudiaste música, pero ¿cómo te iniciaste en el canto de forma profesional?
Yo canté toda mi vida, creo que esa era mi gracia de niña, cantaba como Sonia Silvestre y me gustaban los temas de Argelia Fragoso y Miriam Ramos. Canté en coros en la escuela y hasta gané premios, pero ni por un minuto me pasó por la mente ser cantante ni dedicarme al arte.
Me decidí por el magisterio, en mi familia hay muchos maestros y yo lo fui por 14 años, comencé a cantar aproximadamente a los 35.
¿Esa profesión de maestra te ayudó en tu carrera como cantante?
Cómo no. Yo soy más maestra que cantante. Me veo más como una intérprete con pretensión de comunicar que como una cantante que quiera impresionar con su voz.
Yo no sé qué notas doy con mi voz ni qué registro vocal tengo, yo solo tengo intención de trasmitir algún mensaje, llevar una canción por un determinado camino, en fin. Haber sido maestra me marcó para siempre, eso está en cada momento de mi vida.
¿Y cómo subiste por primera vez a un escenario?
Yo empecé siendo maestra primaria, el trabajo con los niños me encanta, y en un momento determinado perdí ese encanto porque me quedé como profesora de Metodología de Enseñanza de la Matemática en el Instituto Pedagógico.
Extrañaba el trabajo con los niños, mi vida fue cambiando, y algo me hizo ver que lo que yo hacía, podía ser hecho por otros maestros. Yo estaba agotada, fue la época del Período Especial, mi padre estaba enfermo y paré de trabajar para dedicarme a él y a otras cuestiones personales.
Pero no dejé de enseñar para ir a cantar, esa idea no me pasó nunca por la mente.
Fue de casualidad. Un día un profesor de la cátedra de Música me pidió ayuda porque no tenía cantante y me necesitaba para un trabajo. Lo acompañé, me aprendí dos o tres numeritos y canté. Fue en el Hotel Neptuno y de pronto yo —que no pensaba volver a esos momentos del pasado cuando cantaba en la escuela— me vi siendo aplaudida por un montón de turistas, como si fuera una diva. Fue una sorpresa.
Tu trabajo empezó por los cabarets…
Por menos que eso empecé a trabajar yo como cantante. Cantaba desde una esquinita en un lobby bar, por las mesas… Tuve que empezar a aprenderme canciones. No tenía la menor idea de lo que era ser artista, tener un repertorio y cultivar una imagen ni hacer coreografías. Empecé poco a poco. El fogueo en el trabajo y el interés que puse me ayudaron.
Estuve cantando en cabarets varios años hasta que paré, porque mi interés estaba en proyectarme desde otras canciones.
El punto detonante fue un día en que pasé con mi niño por un lugar en que vendían «discos quemados» y él me dijo: «Mami, tú no eres nada famosa. Te vas todos los días a trabajar, pero no sales en ningún disco. Cambia de trabajo porque ese no me gusta».
Imagínate, comencé a pensar en alguna forma para lograr que alguien me diera una canción, en cómo hacer un disco. Me propusieron trabajar en un crucero, fui y cuando regresé ya no canté más en cabarets, y entonces me llamaron para una audición en el Gato Tuerto, donde hay un público muy exigente, la bohemia de La Habana, y yo no era una cantante de renombre. Pero me escogieron.
Luego unos amigos me motivaron a hacer un concierto en un teatro y lo hice. Esa primera actuación se convirtió en mi primer disco, Estaciones, con Producciones Colibrí. Tuve una gran suerte, fue como correr por las escaleras saltando los escalones de tres en tres.
Desde 2008 hasta hoy he trabajado como solista. Han sido años duros, pero felices.
La canción es el género en que más se te conoce, pero seguramente hay otras cosas que te apasionan…
Sí. Trabajo mucho la canción, pero no me niego a hacer un son, una guaracha o un bossa nova, un guaguancó o una conga, todo eso es parte de mi entorno. Canto blues, jazz, de todo.
¿Tienes temas favoritos, algo que la gente siempre te pida en tus actuaciones?
Nunca había pensado en eso, pero sí hay temas que la gente quiere, por ejemplo, ahora Alcé mi voz se ha convertido en una canción de siempre y me da un placer inmenso hacerla. Préstame tu color, un son tradicional, también me fascina. Prefiero hablar de autores favoritos y no de temas. De Marta Valdés nunca falta una obra en mi repertorio; me encantan las canciones de Raúl Torres, las de Sabina; me gusta cantar las de Silvio a mi manera. Son tantas las canciones que me gustan, y siempre tengo algunas nuevas que quiero incorporar. Mejor, eso de temas favoritos se lo preguntamos al público.
En muchas actuaciones e imágenes apareces usando una flor en tu cabello, ¿tiene eso algún significado para ti, es parte de tu imagen?
Tal vez ha sido una coincidencia, pero me agrada. A la hora de actuar me gusta llevar la flor, me hace sentir mujer, armada, es algo que me ampara como mujer.
¿Cómo crees que te identifica el público, cómo te gustaría que te reconocieran?
Pienso que por la voz, por lo que canto. Me considero una cancionera, aunque no me gustan las etiquetas. He defendido canciones de todo tipo. Soy una intérprete y me choca el término «versátil», porque todo artista debe serlo. La versatilidad está presente en cada escena. Dentro de mi repertorio están todas las canciones necesarias para llevar un mensaje a cualquier público.
Los géneros por los que más se conoce a Cuba en el exterior son la música popular bailable y tradicional. Tú has tenido mucho éxito fuera de Cuba, recientemente hiciste una serie de conciertos en Estados Unidos. ¿A qué crees que se deba tu éxito, a pesar de las preferencias del público o mercado internacional?
A mí también me ha sorprendido. Los músicos de salsa o agrupaciones tradicionales cubanas son muy gustados en el mundo y se lo merecen. Sus canciones trasmiten la alegría propia de los cubanos. El público foráneo y la comunidad de cubanos en el exterior lo agradecen.
Creo que en mi caso se debe a que este género también es necesitado por la gente, la Canción mueve las pasiones, la nostalgia, y al mismo tiempo, es un toque de cubanía.
Creo que lo que no trasmito con la música, lo hago a través de la palabra y la conducta respetuosa con el público. Cuando estoy fuera de Cuba, mi mayor misión es devolverle a la gente el mismo cariño que recibo. Siempre doy lo mejor de mí. No tengo una respuesta exacta para hablar de eso, pero sí puedo decir que me he esforzado y siempre voy lo mejor preparada posible con muy buenos arreglos, y eso lo agradecen.
Próximamente saldremos a Puerto Rico.
Y dentro de Cuba, donde hay tanta gente buena y emergen talentos constantemente en la música, ¿cómo se llega al éxito?
(Risas) Creo que con mucho trabajo, esfuerzo sincero y constante. Yo soy cristiana, creo que son los caminos de la vida. Hay que entregar un pedazo de nosotros al trabajo. El éxito aparece cuando somos capaces de dar prioridad absoluta a algo que se convierte en nuestra razón de vida. Eso siempre es premiado.
El éxito para mí es una palabra intangible, desconocida. Yo creo en la alegría espontánea del público cuando terminamos el concierto, en la gente que nos celebra en la calle, o cuando viajamos fuera de Cuba y los demás quieran comprar el disco para tener un recuerdo de la Isla, eso es un éxito. El éxito es también lo que no me deja adormecerme, es lo que me hace mantener la ilusión de querer ser mejor, de dar todavía más, de ofrecer los mejores momentos de mi vida.
Me encanta cantar en mi país, no solo a los seguidores que visitan los lugares más costosos —aunque a ese público también le estoy muy agradecida—, sino a los del teatro, a los del Pabellón Cuba que van a verme con el alma. Cuando yo veo el Pabellón Cuba repleto de gente, se me llena el corazón; me emociono tanto, que no sé cómo empezar a cantar.
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