Lo que vale el cine de autor
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Cualquier realizador pudiera anhelar lo que Wes Anderson ya ha logrado: posee un sello personal que lo identifica y lo particulariza. El apartado visual, la labor de dirección y la escenografía barroca de este director estadounidense son altamente reconocibles.
Y dentro de la carrera de Anderson, -que comienza en 1996 con Ladrón que roba a ladrón, pasa por Los excéntricos Tenenbaum, año 2001, y por la historia de amor juvenil en Moonrise Kingdom, del 2012-, El gran hotel Budapest es un monumental logro de la estética. Cinco minutos después de empezada la película bastan para notar que se trata de un filme altamente disfrutable, con un reparto actoral envidiable, y una puesta en escena y una fotografía impresionantes.
¿De qué trata El gran hotel Budapest? Pues de todo un poco. Tiene drama, comedia, crimen y aventura. La base es un hotel majestuoso, que comparte nombre con el filme, ubicado en el país ficticio de Zubrowka. Los días de gloria del lugar se vivieron en los años treinta, cuando el conserje era Gustave (Ralph Fiennes), un hombre cuya vida estaba dedicada a hacer que el hotel funcionara a la perfección, y quien, además, se acostaba con ciertas mujeres mayores y adineradas que visitaban el hotel. Un día una de estas mujeres muere y Gustave, heredero de su fortuna, es acusado de su asesinato. Su fiel sirviente Zero (Tony Revolori) se envuelve en las más insólitas aventuras para ayudarlo a limpiar su nombre.
La cinta está llena a dinamismo y aventuras. Pero, en realidad, lo que importa no es tanto la anécdota, sino cómo está contada. Y aquí juegan un papel fundamental esos principios narrativos que Anderson mantiene desde Academia Rushmore, en 1998: uso marcado del plano fijo vertical, tendencia al barroquismo ornamental, rima continua de colores y sonidos, un reparto coral plagado de intérpretes de primera línea y el fetichismo de objetos, que se convierten en símbolos estéticos de su obra –en el caso de El gran hotel Budapest, la repostería juega un papel importante en la cinta.
Además, el cine de Anderson tiene una impresión enérgicamente vintage, así como un lado naif, que logra parecer juegos a las situaciones más graves de sus filmes. En el caso específico de El gran hotel Budapest, el más logrado filme del director, al menos hasta el momento, la cantidad de aventuras, saltos y repliegues de tiempo, hacen que el filme sea exquisito.
El reparto del filme, constituido por estrellas del cine, tanto en protagónicos como en pequeños roles, apoyan a hacer creíble el universo de El gran hotel Budapest. Y no son pocas las estrellas que coinciden en la película: además de Rapph Fiennes, están Edward Norton, Harvey Keitel, Owen Wilson, Léa Seydoux, Harvey Keitel, Willem Dafoe, entre otros.
Como el sello de Anderson está en su estética, no necesita cambios estructurales en sus filmes, tan solo nuevas historias que contar. Una vez conseguido el argumento, él logra que este se adapte a su corpus estilístico con la suficiente belleza como para que aplaudamos cada nueva pieza maestra de su repertorio. Así, cada película de Wes Anderson es un universo aparte. Pero, sin dudas, cada universo de Anderson es superior que el anterior. Esperemos que el director no se demore demasiado con su próxima entrega.
Película: El gran hotel Budapest.
Título original: The grand Budapest hotel.
Dirección: Wes Anderson. País: USA. Año: 2014.
Duración: 100 min.
Género: Comedia.
Interpretación: Ralph Fiennes (M. Gustave), F. Murray Abraham (Mr. Moustafa), Mathieu Amalric (Serge X.), Adrien Brody (Dmitri), Willem Dafoe (Jopling), Jeff Goldblum (asesor legal Kovacs), Harvey Keitel (Ludwig), Jude Law (joven escritor), Bill Murray (M. Ivan), Edward Norton (Henckels), Saoirse Ronan (Agatha), Jason Schwartzman (M. Jean), Léa Seydoux (Clotilde), Owen Wilson (M. Chuck), Tilda Swinton (Madame D.), Tom Wilkinson (escritor), Tony Revolori (Zero).
Guión: Wes Anderson; basado en un argumento de Wes Anderson y Hugo Guinness.
Producción: Wes Anderson, Scott Rudin, Steven Rales y Jeremy Dawson.
Música: Alexandre Desplat.
Fotografía: Robert Yeoman.
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